Maurizio Sarri, un italiano al que no le gusta el catenaccio
Lector de literatura, fumador empedernido y amante del juego ofensivo, el entrenador alcanzó este domingo el título de la Serie A. Ahora va por la Champions.
Al campeón del Tour de Francia 1960 y al actual entrenador de Juventus los une una persona que influyó en la vida de los dos: Amerigo Sarri. Gastone Nencini, ganador de la competencia de ciclismo más prestigiosa del mundo, corrió junto a Amerigo, antes de sus triunfos, y le insistió en que pedalearan unidos hacia la gloria. Sarri no le hizo caso al hombre que también se impuso en el Giro de Italia en 1957 y decidió tomar un sendero más cómodo: ser operario de una grúa en Nápoles y asegurarle un futuro tranquilo a su familia.
(Pochettino, el hombre al que Bielsa le cambió el rumbo; Klopp, el Brian Epstein del Liverpool)
En la ciudad en la que el color celeste es sinónimo de pasión gracias al club de fútbol Napoli, nació el hijo de Amerigo: Maurizio Sarri, un hombre que, a diferencia de su padre, no sintió amor por la bicicleta. Ese sentimiento le brotó gracias al juguete más famoso de todos: la pelota. Jugó al balompié de manera aficionada en la posición de defensor central. Marcó con fuerza y él mismo ha admitido que era rústico dentro del césped. Creció y también tomó un camino laboral alejado del deporte.
Maurizio trabajó en el banco más antiguo del planeta, el Monte dei Paschi, mientras dirigía equipos aficionados. No podía separarse del fútbol. Y un día no aguantó más, renunció a su próspera carrera en la entidad bancaria y se dedicó solamente al balón y a las estrategias que se manejan en torno a él. “Elegí como trabajo aquello que habría hecho gratis”, dijo el hombre que entrenó a diferentes escuadras de las ligas regionales de La Toscana.
Sarri, desde la octava división, hasta la primera. Al Sansovino, lo ascendió dos categorías. Ahí fue conocido como “Míster 33”, porque un día un jugador de ese equipo reveló que Maurizio implementaba hasta 33 modelos de juego en los entrenamientos. Pasó por el Pescara, el Hellas Verona, el Perugia, entre otros, antes de llegar al Empoli, club al que llevó a la Serie A tras dos temporadas en las que brindó espectáculo con un fútbol de toque, de posesión y ofensivo.
(El Barcelona de Guardiola: orígenes y revolución de una obra eterna)
Ese método lo llevó al Napoli, en 2015. “¿Quién es Sarri? Necesitábamos un entrenador que entendiera el tamaño y prestigio de este club”, dijo Diego Armando Maradona, histórico del equipo napolitano. Sarri, con su inteligencia, le respondió: “Maradona es un ídolo. Que hable de mí ya es un honor. Espero poder hacerlo cambiar de idea”. Y lo logró. Implementó un 4-3-3 que colmó de puntos y de buen juego a los aficionados del Napoli. Peleó el título contra la poderosa Juventus y, aunque no obtuvo éxitos a nivel continental, el entorno europeo reconoció la manera en que sus dirigidos plasmaron su trabajo.
Tras la salida de Antonio Conte del Chelsea, el elenco londinense se fijó en Sarri para intentar ganar la Premier League otra vez. Maurizio, quien intercambia elogios con Pep Guardiola, campeón del fútbol inglés, en apenas una temporada logró que Stamford Bridge disfrutara con su manera de entender el juego. Conquistó la Uefa Europa League y se fue a Juventus. Ahora, en su cabeza colmada de la literatura de John Fante, el hombre que trabaja doce horas diarias analizando videos, que fuma 80 cigarrillos en cada jornada y que no ha traicionado sus convicciones, siempre estará el título de la Serie A que alcanzó este domingo. Ya no le pueden decir que no ha ganado nada en su país.
Al campeón del Tour de Francia 1960 y al actual entrenador de Juventus los une una persona que influyó en la vida de los dos: Amerigo Sarri. Gastone Nencini, ganador de la competencia de ciclismo más prestigiosa del mundo, corrió junto a Amerigo, antes de sus triunfos, y le insistió en que pedalearan unidos hacia la gloria. Sarri no le hizo caso al hombre que también se impuso en el Giro de Italia en 1957 y decidió tomar un sendero más cómodo: ser operario de una grúa en Nápoles y asegurarle un futuro tranquilo a su familia.
(Pochettino, el hombre al que Bielsa le cambió el rumbo; Klopp, el Brian Epstein del Liverpool)
En la ciudad en la que el color celeste es sinónimo de pasión gracias al club de fútbol Napoli, nació el hijo de Amerigo: Maurizio Sarri, un hombre que, a diferencia de su padre, no sintió amor por la bicicleta. Ese sentimiento le brotó gracias al juguete más famoso de todos: la pelota. Jugó al balompié de manera aficionada en la posición de defensor central. Marcó con fuerza y él mismo ha admitido que era rústico dentro del césped. Creció y también tomó un camino laboral alejado del deporte.
Maurizio trabajó en el banco más antiguo del planeta, el Monte dei Paschi, mientras dirigía equipos aficionados. No podía separarse del fútbol. Y un día no aguantó más, renunció a su próspera carrera en la entidad bancaria y se dedicó solamente al balón y a las estrategias que se manejan en torno a él. “Elegí como trabajo aquello que habría hecho gratis”, dijo el hombre que entrenó a diferentes escuadras de las ligas regionales de La Toscana.
Sarri, desde la octava división, hasta la primera. Al Sansovino, lo ascendió dos categorías. Ahí fue conocido como “Míster 33”, porque un día un jugador de ese equipo reveló que Maurizio implementaba hasta 33 modelos de juego en los entrenamientos. Pasó por el Pescara, el Hellas Verona, el Perugia, entre otros, antes de llegar al Empoli, club al que llevó a la Serie A tras dos temporadas en las que brindó espectáculo con un fútbol de toque, de posesión y ofensivo.
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Ese método lo llevó al Napoli, en 2015. “¿Quién es Sarri? Necesitábamos un entrenador que entendiera el tamaño y prestigio de este club”, dijo Diego Armando Maradona, histórico del equipo napolitano. Sarri, con su inteligencia, le respondió: “Maradona es un ídolo. Que hable de mí ya es un honor. Espero poder hacerlo cambiar de idea”. Y lo logró. Implementó un 4-3-3 que colmó de puntos y de buen juego a los aficionados del Napoli. Peleó el título contra la poderosa Juventus y, aunque no obtuvo éxitos a nivel continental, el entorno europeo reconoció la manera en que sus dirigidos plasmaron su trabajo.
Tras la salida de Antonio Conte del Chelsea, el elenco londinense se fijó en Sarri para intentar ganar la Premier League otra vez. Maurizio, quien intercambia elogios con Pep Guardiola, campeón del fútbol inglés, en apenas una temporada logró que Stamford Bridge disfrutara con su manera de entender el juego. Conquistó la Uefa Europa League y se fue a Juventus. Ahora, en su cabeza colmada de la literatura de John Fante, el hombre que trabaja doce horas diarias analizando videos, que fuma 80 cigarrillos en cada jornada y que no ha traicionado sus convicciones, siempre estará el título de la Serie A que alcanzó este domingo. Ya no le pueden decir que no ha ganado nada en su país.