Nigeria e Islandia nos dan una lección de fútbol y nos enseñan a leer y a escribir
Tal vez los países más disímiles del Mundial de Rusia tienen en común, aparte de un balón, el talento y trascendencia de sus escritores.
Nelson Fredy Padilla
El Mundial de Rusia pone en juego hoy a Nigeria e Islandia, dos de las más dignas selecciones de fútbol del certamen. Estos países tan lejanos a nosotros y tan disímiles -uno africano, otro nórdico- se destacan también por ser fenómenos literarios producto de culturas ejemplares de lectoescritura. Nigeria, con más de 190 millones de habitantes, tiene como inspiración al gran Wole Soyinka, el primer africano en conseguir el Premio Nobel de Literatura en 1986. Estuvo en el Hay Festival de Cartagena, en enero de 2007, y fue hasta el empobrecido barrio El Pozón. En sus calles saludó a niños afrodescendientes de una escuelita de fútbol que después se convirtió en el proyecto Futuras Estrellas. Se alegró, pero les advirtió que aparte de jugar con el balón, podían encontrar disciplina, felicidad y sabiduría en los libros, los que le permitieron a él formarse en medio de las carencias africanas y después estudiar en Inglaterra. “Desde pequeño era el ratón de la biblioteca de mi padre. Quizás el efecto de las letras en las personas no sea inmediato, pero lo va teniendo, poco a poco”. Y hasta se permitió un chiste: “Si me nombraran alcalde de Cartagena, sabría qué hacer, jajaja”. (Le puede interesar: La dictadura de Putin detrás del Mundial).
Además de a su papá, por lo que le enseñó aprendió a amar a Chinua Achebe, el padre de la literatura nigeriana, siempre candidato al Nobel que nunca le concedieron. Gracias a ellos, en Nigeria surgen muchos escritores y muy buenos, como Chimamanda Ngozi Adichie, una escritora con una voz literaria tan fuerte como la de la sudafricana Nadine Gordimer. Ya se hizo un lugar destacado en la literatura de los Estados Unidos ganando en 2014 el Premio Nacional de la Crítica por la novela Americanah, donde en medio de una dictadura militar y en una Nigeria sin futuro, los adolescentes Ifemelu y Obinze se enamoran. El New York Times la eligió entre los africanos más influyentes para el siglo XXI. (Chimamanda, feminista transgresora).
Nigeria ha enfrentado guerras como Colombia y sus escritores han intentado detener esa máquina de muerte y eso les costó el exilio y hasta la cárcel, como a Soyinka. "Raíces, sed un ancla para mi quilla/ estibadme contra los vientos rebeldes", se lee en los versos de este poeta, dramaturgo, novelista, ensayista.
La tradición de Islandia es igual de fuerte, a pesar de contar con apenas 350 mil habitantes. Su Nobel de Literatura (1955) se llamaba Halldór Laxness, un comunista militante durante la guerra fría, que luego de vivir en EE. UU. volvió su potente escritura menos radical. En todo caso, es el héroe nacional, muy valorado en su momento por Jorge Luis Borges, que estudió y ayudó a traducir a autores nórdicos. Laxnes se hizo famoso por novelas publicadas en los años treinta del siglo pasado: Salka Valka (1931-1932), retrato de una madre y su hija, obreras en una planta pesquera; Gente independiente (1934-1935), sobre un campesino pobre que busca en campos desérticos un lugar para sembrar, y La luz del mundo (1937-1940), en la que construye la voz de un poeta proletario. De su segunda etapa resaltan El pez puede cantar, en 1960, El paraíso reclamado, y en 1968, El cristianismo en el glaciar.
Como si fuera poco, Reikiavik, la capital, fue una de las primeras ciudades literariasdesignadas por la UNESCO (2011), basa en argumentos como estos: uno de cada diez islandeses ha escrito un libro, el 93% de los islandeses compra al menos un libro al año y regala otro, y el estado les paga sueldo a un promedio anual de 70 escritores para que puedan crear obras con tranquilidad e independencia editorial. De manera que leones nigerianos y vikingos islandeses tienen mucho en común para enseñarnos, si los miramos más allá del fútbol.
(Siga el Mundial minuto a minuto en nuestro especial).
El Mundial de Rusia pone en juego hoy a Nigeria e Islandia, dos de las más dignas selecciones de fútbol del certamen. Estos países tan lejanos a nosotros y tan disímiles -uno africano, otro nórdico- se destacan también por ser fenómenos literarios producto de culturas ejemplares de lectoescritura. Nigeria, con más de 190 millones de habitantes, tiene como inspiración al gran Wole Soyinka, el primer africano en conseguir el Premio Nobel de Literatura en 1986. Estuvo en el Hay Festival de Cartagena, en enero de 2007, y fue hasta el empobrecido barrio El Pozón. En sus calles saludó a niños afrodescendientes de una escuelita de fútbol que después se convirtió en el proyecto Futuras Estrellas. Se alegró, pero les advirtió que aparte de jugar con el balón, podían encontrar disciplina, felicidad y sabiduría en los libros, los que le permitieron a él formarse en medio de las carencias africanas y después estudiar en Inglaterra. “Desde pequeño era el ratón de la biblioteca de mi padre. Quizás el efecto de las letras en las personas no sea inmediato, pero lo va teniendo, poco a poco”. Y hasta se permitió un chiste: “Si me nombraran alcalde de Cartagena, sabría qué hacer, jajaja”. (Le puede interesar: La dictadura de Putin detrás del Mundial).
Además de a su papá, por lo que le enseñó aprendió a amar a Chinua Achebe, el padre de la literatura nigeriana, siempre candidato al Nobel que nunca le concedieron. Gracias a ellos, en Nigeria surgen muchos escritores y muy buenos, como Chimamanda Ngozi Adichie, una escritora con una voz literaria tan fuerte como la de la sudafricana Nadine Gordimer. Ya se hizo un lugar destacado en la literatura de los Estados Unidos ganando en 2014 el Premio Nacional de la Crítica por la novela Americanah, donde en medio de una dictadura militar y en una Nigeria sin futuro, los adolescentes Ifemelu y Obinze se enamoran. El New York Times la eligió entre los africanos más influyentes para el siglo XXI. (Chimamanda, feminista transgresora).
Nigeria ha enfrentado guerras como Colombia y sus escritores han intentado detener esa máquina de muerte y eso les costó el exilio y hasta la cárcel, como a Soyinka. "Raíces, sed un ancla para mi quilla/ estibadme contra los vientos rebeldes", se lee en los versos de este poeta, dramaturgo, novelista, ensayista.
La tradición de Islandia es igual de fuerte, a pesar de contar con apenas 350 mil habitantes. Su Nobel de Literatura (1955) se llamaba Halldór Laxness, un comunista militante durante la guerra fría, que luego de vivir en EE. UU. volvió su potente escritura menos radical. En todo caso, es el héroe nacional, muy valorado en su momento por Jorge Luis Borges, que estudió y ayudó a traducir a autores nórdicos. Laxnes se hizo famoso por novelas publicadas en los años treinta del siglo pasado: Salka Valka (1931-1932), retrato de una madre y su hija, obreras en una planta pesquera; Gente independiente (1934-1935), sobre un campesino pobre que busca en campos desérticos un lugar para sembrar, y La luz del mundo (1937-1940), en la que construye la voz de un poeta proletario. De su segunda etapa resaltan El pez puede cantar, en 1960, El paraíso reclamado, y en 1968, El cristianismo en el glaciar.
Como si fuera poco, Reikiavik, la capital, fue una de las primeras ciudades literariasdesignadas por la UNESCO (2011), basa en argumentos como estos: uno de cada diez islandeses ha escrito un libro, el 93% de los islandeses compra al menos un libro al año y regala otro, y el estado les paga sueldo a un promedio anual de 70 escritores para que puedan crear obras con tranquilidad e independencia editorial. De manera que leones nigerianos y vikingos islandeses tienen mucho en común para enseñarnos, si los miramos más allá del fútbol.
(Siga el Mundial minuto a minuto en nuestro especial).