¡Ni es coincidencia ni es una moda! Lo que demostró el Mundial Femenino 2023
Tras la copa que albergaron Australia y Nueva Zelanda, los retos para el balompié jugado por mujeres son muy grandes; sin embargo, la historia de su lucha da esperanza de cara al futuro.
Fernando Camilo Garzón
El auge del fútbol femenino no es casualidad. Es el resultado de un largo proceso, que, si bien está en su cima, todavía tiene mucho camino por delante, aspiraciones aún más altas de grandeza. Detrás del fenómeno, de los récords de audiencia y asistencia del Mundial de Australia y Nueva Zelanda, hay una lucha continuada de décadas y de cientos de miles de mujeres que han buscado en el reconocimiento deportivo la igualdad de sus derechos y la garantía de sus condiciones laborales.
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El auge del fútbol femenino no es casualidad. Es el resultado de un largo proceso, que, si bien está en su cima, todavía tiene mucho camino por delante, aspiraciones aún más altas de grandeza. Detrás del fenómeno, de los récords de audiencia y asistencia del Mundial de Australia y Nueva Zelanda, hay una lucha continuada de décadas y de cientos de miles de mujeres que han buscado en el reconocimiento deportivo la igualdad de sus derechos y la garantía de sus condiciones laborales.
Es un hecho, el Mundial Femenino de 2023, que finalizó hoy con la final entre España e Inglaterra, ha supuesto un avance. Alrededor del planeta, según datos de la FIFA, esta Copa del Mundo reunió una audiencia media de 7,13 millones de telespectadores y tuvo récords televisivos en países como Australia, donde 11,5 millones de personas se congregaron a ver la semifinal de su país contra Inglaterra. Por un lado, las ventas de boletas en los estadios estuvieron muy cerca de los dos millones, un 30 % más de las vendidas en Francia 2019. Por el otro, la bolsa total de premios otorgados por el ente rector del fútbol para las selecciones participantes fue de US$152 millones, muy por encima de los US$48 millones repartidos hace cuatro años, pero todavía muy por debajo de los US$440 millones entregados hace seis meses en el Mundial masculino de Catar.
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En el camino a la igualdad, todavía quedan pasos. Sin embargo, este mundial demostró que se está más cerca de lo que se piensa. Sobre todo en lo deportivo.
Para muchos, Australia y Nueva Zelanda fue el mundial más parejo de la historia, con duelos en los que las principales potencias sucumbieron ante nuevos aspirantes al título o naciones en camino de desarrollo, con procesos más cortos en el progreso del fútbol femenino, pero que fueron capaces de plantar cara. El caso más sonado fue el de Estados Unidos, que por primera vez no llegó, mínimo, a la semifinal. Sin embargo, les pasó a todos los grandes: Alemania, Japón e incluso Noruega, si cabe en la bolsa.
Para Colombia, por supuesto, también fue un mundial histórico, siendo protagonista de esa revolución futbolística de los pequeños que se opusieron a los gigantes. El partido contra Alemania, dos veces campeona del mundo, fue la principal muestra.
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En esta copa, la selección nacional, ganando en su grupo por encima de las alemanas, clasificó a cuartos —la fase más alta a la que ha llegado—, anotó seis goles, ganó tres partidos y perdió dos —su mejor registro en la historia de los mundiales femeninos—. Fue tal su influencia que, a pesar de que la mayoría de los partidos fueron en la madrugada, la audiencia que siguió al combinado nacional, según Sarai Bareman, directora de fútbol femenino de la FIFA, batió marcas: “En Colombia los datos superaron a los del Mundial masculino”.
El largo camino del fútbol femenino
Para llegar a los resultados que obtuvo en este mundial, el fútbol femenino ha recorrido un largo camino. El recuento histórico podría irse bien allá, a los orígenes del fútbol, hace casi 2.500 años, en China, donde el ts’u chü o cuju, una de las prácticas que inspiró el balompié contemporáneo, era jugado por hombres y mujeres sin distinción alguna.
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Sin embargo, es más adecuado situarse en Inglaterra, a mediados del siglo XIX, en la creación de las reglas del fútbol como hoy lo conocemos. Las teorías de los primeros partidos jugados por mujeres vienen de varios lados. Algunos dicen que fue en Escocia, otros que en Francia, pero lo cierto es que el British Ladies F. C. —primer club oficial organizado por mujeres— fue creado en Inglaterra en 1894.
El auge del fútbol femenino llegó en plena guerra mundial, sobre todo en Gran Bretaña. Mientras en Europa el balompié jugado por hombres paró, debido a que la mayoría tuvo que partir a la guerra, las mujeres fueron obligadas a trabajar en las fábricas. Fue ahí, en los espacios de ocio, tras extenuantes jornadas laborales, que el fútbol jugado por mujeres se expandió a todo el continente.
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El naciente interés fue visto como un peligro por la mayoría de dirigentes del fútbol masculino, que, acabada la guerra, empezaron a sabotear y prohibir cuanto torneo y partido organizado por mujeres aparecía en Europa. El fútbol femenino, que era juzgado de inmoral, antinatural y aberrante, fue vetado durante casi 50 años. No obstante, de forma clandestina, las mujeres siguieron jugando hasta que, tras el Mundial de Inglaterra en el 66 una nueva ola se despertó en el mundo. En 1973, por ejemplo, en Suecia se creó una de las primeras ligas femeninas oficiales del mundo. Torneo que se mantiene vigente.
También, por esos años, en Colombia aparecieron los primeros partidos “oficiales” del fútbol femenino nacional. Pioneras a las que siguió, 20 años después, la consolidación de las primeras selecciones nacionales y, mucho más tarde, el surgimiento de la camada que en la década de 2010 fue a su primer mundial y en 2017 originó la liga profesional.
En el mundo, la UEFA, en los años 70, fue de las primeras entidades que escuchó a las mujeres y en 1984 organizó la Competición Europea de Fútbol Femenino, con triunfo para Suecia, la primera edición de lo que hoy se conoce como la Eurocopa Femenina.
La FIFA se dio cuenta del fenómeno cuando en 1970, en Italia, se creó un torneo mundial, de federaciones y selecciones no reconocidas, que fue un éxito entre el público. De hecho, el Mundial de México en 1971, si se contara, ha sido uno de los que más público reunió, con el Estadio Azteca a reventar en varios partidos. Sin embargo, la desorganización llevó a que ese torneo no tuviera continuidad. La FIFA aprovechó y años más tarde, en 1988, hizo el Torneo Internacional de Fútbol Femenino, la antesala del mundial como lo conocemos, que nacería tres años más tarde, en 1991, en el lugar en el que todo comenzó: China.
El camino que le queda por delante al fútbol femenino
Lo más interesante del crecimiento del fútbol femenino en los últimos años, desde la creación del mundial en el 91 y su popularidad en aumento durante las décadas más recientes, es el fortalecimiento de los procesos locales.
En esta Copa del Mundo quedó en evidencia. Ahora son muchos los países que, tras apostar a una liga fuerte y procesos continuados desde sus selecciones de menores, consiguieron mejores resultados. Ya no se gana solo de camiseta, Estados Unidos es un ejemplo de eso. Una consecuencia de la profesionalización de esta rama del deporte en todo el mundo. España e Inglaterra, los finalistas, son los dos mejores exponentes de esta realidad.
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La lucha continúa y en todo el planeta. Hacía allá deben guiarse los esfuerzos, siguiendo el ejemplo de las nuevas potencias, que gracias a la inversión, a través de una competencia local digna —con garantías laborales para las futbolistas— y procesos juveniles, que siguen sacando nuevas jugadoras, han tenido réditos deportivos inéditos.
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Colombia parece encaminado hacia allá. El Gobierno, por ahora, anunció la inversión de $8.000 millones, el triple de lo que se invertía cada año hasta ahora, para apoyar, sobre todo, la creación de una liga anual. No obstante, sin que el presupuesto ni siquiera haya sido aprobado, los dirigentes del fútbol colombiano ya se quejaron de que no alcanza. Más allá de los resultados, del negocio y de las finanzas, no habrá que olvidar nunca que también el futuro depende de la ambición y la voluntad política. Dos cosas que tienen que cambiar en nuestro país para que el fútbol femenino alcance el olimpo que merece.
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