Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
Podría haber parecido un acto predestinado, para los oídos de ese pequeño niño que apenas empezaba a patear la pelota, el día que Hugo Sánchez, después de volver de jugar fútbol en el parque, se encontró con su padre en casa. Tal vez cuando su papá lo montó en sus piernas, le quitó con una caricia los crespos de la cara que le tapaban los ojos y les dijo a sus amigos que lo acompañaban en la mesa: “Huguito será el mejor futbolista en la historia de México”, esa tarde podría haber parecido el inicio de un sueño.
Pero no, no eran cosas del “destino”. Para Hugo Sánchez esa frase se convirtió en una misión. Sobre todo porque su madre le dijo algo parecido, que tenía que ser el mejor en todo: como deportista, como profesional, como hijo, como padre, como hermano o como cualquier cosa que fuera en la vida.
Mire: Cafeteros vs. Piratas: el duelo de los hermanos Peña, por un cupo en la final
“Desde pequeño me metí en la cabeza que tenía que cumplir las dos misiones que me habían dado mis padres. Me lo dijeron tan convencidos, que asumí que debía vivir pensando que era el mejor”, le dijo a El Espectador el mítico goleador mexicano a propósito del lanzamiento mundial del nuevo capítulo de la serie de Star+ Bios, que está enfocado en contar su historia.
La entrevista la atendió desde la sala de su casa. Y lo primero que hizo, girando el torso de su cuerpo y haciendo un ademán con su mano, como quien dice “adelante”, e invita a seguir a su hogar, fue decir: “Estoy acá en Madrid, presumiéndote de algunos trofeos que gané”. A su espalda, casi 70 títulos exhibidos en pizarras gigantes de su museo personal: cinco Ligas españolas, cuatro mexicanas, dos Copas del Rey y tres Supercopas de España, algunos de los trofeos más importantes que acumuló en casi dos décadas de carrera como futbolista y 12 años como entrenador.
Hugo Sánchez llegó a ser el mejor jugador del mundo. Alguna vez, de hecho, el mexicano dijo que de los tres Balones de Oro que Marco van Basten ganó en 1988, 1989 y 1992, al menos uno debía ser para él y otro para Diego Armando Maradona. Pero, en esa época el prestigioso galardón francés solo se les entregaba a los europeos y, a pesar de que el goleador de Real Madrid se cansó de vencer vallas en todo el mundo, de que ganó el Trofeo Pichichi en España cinco veces o la Bota de Oro una vez junto a Hristo Stoichkov, el oriundo de Ciudad de México, hoy de 64 años, nunca recibió el reconocimiento al mejor futbolista del planeta.
También: Albert Hammond Jr., su nuevo álbum, y la riqueza de las pausas creativas
No puede decirse que nunca le importó. Todo lo contrario, Hugo Sánchez siempre disfrutó del reconocimiento ajeno. Cuentan compañeros suyos, leyendas de Real Madrid como Emilio Butragueño o Míchel González, que Sánchez siempre llevaba en su maleta fotos suyas para regalarles a los niños que le pedían un autógrafo. Que siempre se tuvo en alta estima, aun cuando eso le generaba conflicto con sus compañeros, que veían prepotencia en un jugador que quería todas las portadas, jugar todos los partidos y ser nombrado siempre como la figura.
“Nunca fui un ególatra. Lo que pasa es que todos somos egoístas y el que diga que no, es un mentiroso. Cada uno busca su felicidad para hacer feliz a los demás. Para ser exitoso, para ser el mejor del mundo, necesitaba confiar en mí, necesitaba ser seguro de mí mismo para conseguir mi meta. Y muestra de esa seguridad son los trofeos que tengo acá detrás. Es fruto de mi trabajo. Y lo presumo con gusto, porque los tengo, porque los gané. Eso es orgullo, no ego”.
Para él las cosas nunca llegaron fáciles. Su gloria, la que alcanzó con el fútbol, no era producto del destino, porque el destino es regalado y Hugo Sánchez, el que celebraba dando las volteretas que le enseño su hermana, la gimnasta, el de los goles de chilena, se enfrentó a cientos de circunstancias para llegar donde quería. Trabajó desde pequeño por cumplir sus “misiones”. Desde cuando anhelaba jugar unos Olímpicos con México, cuando su papá, mecánico automotor, le consiguió un lugar en la filial de Pumas por un médico que llegó al taller a arreglar su carro. Desde que alternó sus estudios como dentista en la UNAM al mismo tiempo que ya empezaba a ser figura en la Liga mexicana o desde que saltó a España y no lo querían por ser mexicano.
Le puede interesar: Nikol Ortega, oro y récord mundial junior en el Mundial de Natación con Aletas
De las gradas, cuando llegó a Atlético de Madrid, le gritaban: “Indio, cabrón, irás al paredón”. Y en algún titular de prensa leyó: “Queremos futbolistas, no mariachis”. Los mismos medios que le exigían: “Acá los extranjeros no vienen a aprender, vienen a demostrar”.
Se necesitaba carácter, el mismo que él tanto presume, para aguantar lejos de casa los actos de racismo. Para, a pesar de las críticas, quedarse en España y no rendirse. Antes de que lo echaran prefirió bajarse el sueldo y aguantar hasta que llegara su momento. “Lo que escuchaba no me afectaba. Me lo guardaba y motivaba, porque si tanto hablaban de mí, si tanto me abucheaban por ser latino, debía significar que de verdad era importante”.
También: Colombia, lista para un nuevo reto: los Juegos Centroamericanos y del Caribe 2023
El racismo, dice Sánchez, era mucho más fuerte antes que ahora. Pero le parece impresionante que hoy, tantísimas décadas después, siga sucediendo. “No es de ahora, es de siempre. Esas discriminaciones son intolerables y debe haber campañas en el mundo, nunca debemos desfallecer para que desaparezcan”.
Hugo Sánchez se enfrentó contra todo ese aparato para llegar a la grandeza. Y fue tan inmenso su legado, sobre todo en Real Madrid, donde dominó el mundo, siendo una de las estrellas de la segunda era del cuadro blanco, la de los españoles de la Quinta del buitre y el mexicano que era el goleador más grande del planeta, que él mismo se negó a que terminara.
En el capítulo biográfico que se estrena este viernes, Míchel González dice que era tan importante su influencia en Real Madrid, que le sucedió lo que les pasa a las grandes estrellas, lo que le pasó a Di Stefano, Íker Casillas, Fernando Hierro o Cristiano Ronaldo. Que se niegan a reconocer el paso del tiempo y es difícil decir adiós en su momento. “Tengo un amigo que dice que a uno siempre le sobra un año y no es fácil saber escoger cuando llega ese año”, reflexiona González.
En España, Hugo Sánchez alcanzó la gran cima de su vida y cumplió con creces esa misión que, tácitamente, le asignó su padre. Fue el mejor jugador de la historia de México, tenía razón. Pero también llegó a ser uno de los más brillantes del mundo. Y aunque la misión de la madre fue más difícil de cumplir, porque ser el mejor en todo es imposible, Hugo Sánchez, hoy que han pasado tantos años, tiene clara una cosa: “No perfecto, pero estoy más cerca de serlo que otros que piensan que no lo son”.
🚴🏻⚽🏀 ¿Lo último en deportes?: Todo lo que debe saber del deporte mundial está en El Espectador