Óscar Washington Tábarez: un viejo conocido en el fútbol colombiano
El director técnico de la selección de Uruguay, próximo rival de Colombia en las eliminatorias a Catar 2022, dirigió a Deportivo Cali en 1988.
Andrés Osorio Guillott
Su apodo de Maestro comprende buena parte de su vida. Luego de no poder seguir su carrera como futbolista a los 30 años por varias lesiones que impedían su buen desempeño en la cancha, decidió ser profesor en escuelas de escasos recursos en Uruguay. Paralelo a su trabajo, que significó el sustento en su cotidianidad, Óscar Tábarez se preparó para ser director técnico y trasladar sus intenciones de enseñar a las canchas que nunca quiso dejar en su vida.
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Su apodo de Maestro comprende buena parte de su vida. Luego de no poder seguir su carrera como futbolista a los 30 años por varias lesiones que impedían su buen desempeño en la cancha, decidió ser profesor en escuelas de escasos recursos en Uruguay. Paralelo a su trabajo, que significó el sustento en su cotidianidad, Óscar Tábarez se preparó para ser director técnico y trasladar sus intenciones de enseñar a las canchas que nunca quiso dejar en su vida.
Aprender y enseñar. Dos verbos que dignifican al ser humano. Dos acciones que son espejos de la solidaridad y la sencillez. Solidaridad de compartir sus conocimientos; sencillez de reconocer que los caminos son infinitos y las ideas viven en una constante primavera. A eso se ha dedicado, y por eso su apodo de Maestro no solo corresponde a su misión y su obra, sino también al respeto que merece por el legado que ha dejado en el fútbol de Uruguay.
Bella Vista fue el equipo en el que se retiró y en el que empezó también su carrera como director técnico al entrenar a las divisiones menores del club. Su desempeño fue superior y por eso fue elegido para dirigir a la selección de Uruguay en la categoría sub-20 para disputar los Juegos Panamericanos de 1983. En ese torneo, el Maestro Tábarez alzó su primer trofeo como director técnico y vaticinó lo que sería una relación de lealtad y entrega con el combinado charrúa.
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Luego volvió al fútbol local. Pasó por Danubio, Montevideo Wanderers y Peñarol. Con este último se entendió que Tábarez ya era un entrenador consagrado de Uruguay. Al igual que con la sub-20 de su país, llegó a uno de los equipos más grandes del campeonato uruguayo con el objetivo de corresponder a la dimensión del club y a la máxima apuesta en aquel entonces: la Copa Libertadores de América.
Fue en 1987 que el Maestro Tábarez tuvo uno de sus primeros contactos con el fútbol colombiano. Peñarol llegó a la final de la Copa Libertadores a enfrentar a un América que confiaba en el refrán popular de “la tercera es la vencida”. Los diablos rojos de Cali llevaban dos finales consecutivas sin poder ganar el trofeo más anhelado del balompié sudamericano. Su sed de revancha, con jugadores como Ricardo Gareca, Roberto Cabañas, Hernán Darío Herrera, Juan Manuel Battaglia, Julio César Falcioni, Willington Ortíz, entre otros, suscitaba un aire de fuerza y coraje para no dejar escapar en el último suspiro un torneo que resultó ser siempre esquivo.
Una serie que se definió en un tercer partido –en la época estaba establecido que si ambos bandos de la final ganaban un partido de los dos, el campeón se definiría en un tercer encuentro-, pues el primero lo ganó el América 2-0 en Cali y el segundo los uruguayos por 1-0 en Montevideo, dejó a un Peñarol campeón con un gol inolvidable en el tiempo extra de Diego Aguirre. Ahí ya la firma de Tábarez empezaba a quedar en los libros de la historia.
Como en su primera etapa de entrenador, Tábarez volvió a la sub-20 de Uruguay para jugar un par de partidos que después lo traerían a Colombia, a ser el nuevo director técnico del Deportivo Cali. Un par de meses después de pisar ‘La sucursal del cielo’ volvió para dirigir al rival de patio de América.
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Su paso fue efímero y por ende, en el mundo del fútbol, con algo de desdicha. Aunque pudo dirigir a una de las figuras del balompié colombiano como lo fue Carlos ‘El Pibe’ Valderrama, su registro con los azucareros solo fue de 19 partidos. Seguramente muchos en Cali no lo querían por haber sido justamente uno de los verdugos de la última Libertadores que había peleado América en ese momento. Y, más allá de eso, seguramente el contexto del país, con el auge del narcotráfico en la capital del Valle del Cauca, también aportó a un ambiente hostil y poco propicio para la tranquilidad. Su experiencia le recordó que como técnico y ser humano no está exento de los malos ratos, pero su decisión y su estadía fugaz le enseñó que por más fuerte y seguro que sea no deja de estar, como toda nuestra especie, sujeto a los giros del tiempo y a la inmediatez que gobierna el ritmo del mundo desde hace varias décadas.
Tábarez se convirtió en un técnico de talla internacional. Dirigió su primer mundial en Italia 90, pasó por equipos como Boca Juniors y AC Milán. Hizo del mundo una pizarra para seguir enseñando sobre el fútbol y el ser humano. Desde 2006, tiempo después de habitar varias latitudes, reafirmó que su lugar en el mundo es en la selección de su país, llevándola a romper fronteras y a mantener con lealtad y convicción su esquema. Nunca ha dejado de ser un caballero de noble armadura y siempre ha asumido con entereza las victorias y las derrotas.