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                                                                                                                                  Pelé: “Voce, o mais grande”

                                                                                                                                  Homenaje al emblema del fútbol brasileño, un hombre al que casi dejan por fuera de las Copas en las que se consagró, 1958 y 1970 (aparte de 1962), y quien partió en dos la historia de este deporte.

                                                                                                                                  Fernando Araújo Vélez

                                                                                                                                  Editor de Cultura
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                                                                                                                                  Foto: AFP - -

                                                                                                                                  Parecía un llamado del destino que antes de los Mundiales en los que iría a brillar, 1958 y 1970, Pelé tuviera problemas, como un designio de los oscuros santos brasileños, que en su tierra, Tres Coracoes, eran venerados por millares de fanáticos. En plena Copa del 58, el psicólogo de la delegación de Brasil elaboró un informe en el que reseñaba que Edson Arantes do Nascimento no podía jugar al fútbol, pues tenía los pies planos. Se lo mostró al técnico Vicente Feola, casi como un secreto de Estado, pocos minutos después de que los líderes del equipo, Djalma Santos, Didí y Zagallo hubieran ido a pedirle que lo incluyera en la nómina que enfrentaría a Gales en cuartos de final.

                                                                                                                                  Gracias por ser nuestro usuario. Apreciado lector, te invitamos a suscribirte a uno de nuestros planes para continuar disfrutando de este contenido exclusivo.El Espectador, el valor de la información.

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                                                                                                                                  Foto: AFP - -

                                                                                                                                  Parecía un llamado del destino que antes de los Mundiales en los que iría a brillar, 1958 y 1970, Pelé tuviera problemas, como un designio de los oscuros santos brasileños, que en su tierra, Tres Coracoes, eran venerados por millares de fanáticos. En plena Copa del 58, el psicólogo de la delegación de Brasil elaboró un informe en el que reseñaba que Edson Arantes do Nascimento no podía jugar al fútbol, pues tenía los pies planos. Se lo mostró al técnico Vicente Feola, casi como un secreto de Estado, pocos minutos después de que los líderes del equipo, Djalma Santos, Didí y Zagallo hubieran ido a pedirle que lo incluyera en la nómina que enfrentaría a Gales en cuartos de final.

                                                                                                                                  El equipo, le dijeron, había perdido frescura ante los soviéticos en el último partido del Grupo D, e incluso antes. Necesitaban a Pelé y a Garrincha, dos muchachos apenas, los únicos que podrían solucionar la apatía. Los dos jugaron, pese a los informes del psicólogo, que en el aparte de Manoel dos Santos había escrito “retrasado mental”. Y los dos desequilibraron la balanza. Uno, Garrincha, con sus gambetas, sus frenos y salidas, sus “locuras”, sus piernas chuecas y su estado mental. El otro, Pelé, con sus goles, sus certezas, la visión periférica del campo, la fortaleza para aparecer, pedir la pelota cuando más se le necesitaba y definir los estados indecisos y los pies planos.

                                                                                                                                  Le puede interesar: “Pelé callado es un poeta”: el otro legado del rey del fútbol

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                                                                                                                                  Pelé era el fantasma que pasaba entre los rivales y el saltimbanqui que tiraba paredes con las defensas contrarias y saltaba como impulsado por un par de resortes. Era la velocidad y la imaginación en una cancha de fútbol, lo posible, lo sencillo y lo imposible. Era el obstáculo vuelto solución, el invento sobre la marcha, la pincelada que terminara o no en gol sería recordada por los tiempos de los tiempos. Una caja sin fondo repleta de proezas, como sus más de mil goles y sus títulos del mundo y de la Libertadores, y de mitos y leyendas, como aquella que protagonizó a finales de los 60 en Bogotá, cuando llegó muy vestido de blanco a El Campín y tuvo que pasar la noche en la cárcel.

                                                                                                                                  Había habido un partido de fútbol entre el Santos y la selección de Colombia, un estadio con más de 60 mil vociferantes hinchas que solo esperaban ver al Negro, y un manojo de insultos y de provocaciones que enardecieron los ánimos, dentro y fuera del campo de juego. En un momento dado se formó la trifulca. Cosas del fútbol de aquellos tiempos. Con el tiempo, algunos de los testigos dijeron que Pelé le pegó a un rival. Lo cierto fue que todos se dieron trompadas. Palos, puños y bofetadas, como diría Rubén Blades. El árbitro, Guillermo Velásquez, expulsó al 10, pero el público no aceptó su decisión.

                                                                                                                                  Read more!

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                                                                                                                                  Por ello, por todo ello, cuando Joao Saldanha declaró que O Rei no estaba para jugar en el Mundial de México, que ni veía bien ni estaba a punto físicamente, se desató la más agria de las polémicas. Los periodistas de “lo establecido” opinaron que Saldanha estaba loco. El presidente de la nación, general Emilio Garrastazu Medici, comentó en voz baja que habría que cambiarlo. La CBD, Confederación Brasileña de Deportes, interpretó aquel “habría” del dictador como un “hay que”. Joao Saldanha se fue, muy a pesar de que había sido el artífice de una especie de resurrección futbolera en Brasil, luego de la eliminación de la selección en la primera ronda del Mundial del 66.

                                                                                                                                  No ad for you

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                                                                                                                                  Le recomendamos: En video: todas las jugadas del fútbol que existen Pelé ya se las había inventado

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                                                                                                                                  No ad for you

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                                                                                                                                  En el fondo, cada uno sabía cuál sería su lugar en la historia, y los dos estaban de acuerdo con que solo uno sería realmente inmortal.

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                                                                                                                                  Por Fernando Araújo Vélez

                                                                                                                                  De su paso por los diarios “La Prensa” y “El Tiempo”, El Espectador, del cual fue editor de Cultura y de El Magazín, y las revistas “Cromos” y “Calle 22”, aprendió a observar y a comprender lo que significan las letras para una sociedad y a inventar una forma distinta de difundirlas.Faraujo@elespectador.com
                                                                                                                                  Ver todas las noticias
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