Pelé y su revolución con Santos, el mejor equipo del mundo
El astro brasileño, considerado el jugador “más grande” de todos los tiempos, murió el jueves después de una larga lucha contra el cáncer. O rei nunca jugó en Europa, pero construyó su leyenda sin salir de Brasil.
Fernando Camilo Garzón
Le decían el Ballet Blanco. Sin embargo, más allá de que sus piezas juntas funcionaban como un reloj, Santos, en realidad, era una tromba, una estampida, un vendaval. Todas las armas estaban en función del vértigo, impulsadas por la calidad de todos los jugadores inolvidables que tenía ese equipo. Eran un combo potente, estructurado, veloz y letal en ofensiva. Liderados por el mejor jugador de todos los tiempos, Edson Arantes do Nascimento Pelé, que falleció este jueves después de una larga pelea contra el cáncer, el Peixe dominó el mundo y fue el mejor equipo del planeta en los años que tuvo entre sus filas al rey del fútbol.
Lo recuerdan los que lo vieron, lo testifican los que lo enfrentaron y lo cuenta la historia, pues como el equipo brasileño no hubo uno mejor en los arreboles de la década de los años 60.
Más deportes: Pelé, el único delantero que tiraba paredes con los defensores contrarios
Con Pelé en sus filas, Santos representó en su máxima expresión a la escuela brasileña, que más que una idea es una forma de sentir la pelota. Habría que hablar más de carnaval, música, fiesta y magia que de disciplina, orden y teorías para entenderlo. Ese equipo de O rei redefinió la concepción ofensiva de la época. Era un conjunto que en ataque volaba. Tenía cinco punteros abocados totalmente al área contraria, con mucho juego asociativo en el medio campo y, sobre todo, punzadas muy dolorosas en el campo rival, provocadas por la escandalosa técnica y brillantez de sus jugadores.
Era el equipo de Antonio Lima dos Santos, Zito, Dalmo Gaspar, Raul Donazar Calvet, Gylmar dos Santos Neves, Mauro, Dorval, Mengalvio, Coutinho, Pelé y Pepe. En especial, estos últimos cinco eran las joyas de la corona del Ballet Blanco. Ese quinteto ofensivo, que copaba todo el medio campo del Peixe, dominó el mundo, puso condiciones y fue casi invencible. Eran las épocas doradas del fútbol brasileño, mismo periodo en el que la selección verdeamarela, de la mano de su rey, ganó tres mundiales en 12 años (1958, 1962 y 1970).
El equipo, explicado por el propio Pelé, jugaba con el “quinteto letal” en una especie de triángulo con dos aleros, que partía desde la mitad de la cancha, pero privilegiaba la posición y habilidad implacable de su estrella en el último cuarto.
“Dorval iba por la derecha, Coutinho se paraba adelante, casi a mi altura, después iba yo, Mengalvio se paraba más atrás en el medio y Pepe iba por la izquierda”, explica en la pizarra Pelé, tiza en mano, en una entrevista.
También: ¿Cuántos goles hizo Pelé? Las cifras de la leyenda brasileña
“El medio era nuestro, pero adelante era todo mío —se ríe y repite una y otra vez, mientras encierra el área chica con círculos blancos— mío, mío. Todo mío”.
La revolución de Pelé en el Santos y en Brasil
Pelé llegó a Santos en 1955. Era un niño, ese mismo que, tres años más tarde, con apenas 17 años, alzó la Copa del Mundo en Suecia 1958.
Su debut como profesional se dio en 1957, aunque un año atrás había jugado un par de amistosos. Sin embargo, su explosión se dio en el año en el que ganó el Mundial, en el que, sumando partidos no oficiales, torneos brasileños y la copa de la FIFA, hizo 80 goles. Y en el siguiente pasó la centena con 102 tantos, límite que también alcanzaría en 1961, cuando anotó 110 dianas.
Con Santos, Pelé alcanzó dos Copas Libertadores (1962 y 1963), seis Brasileiraos y 10 torneos paulistas. Además, fueron icónicas las dos intercontinentales que consiguió en los años en los que ganó la Libertadores. Sobre todo la del 62, cuando le ganó el título al Benfica de Eusebio, campeón de Europa, por un global de 8-4 con un 5-2 icónico en la vuelta que se jugó en Portugal.
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Aunque muchos cuestionan el hecho de que Pelé nunca jugó en Europa, como sí lo hicieron Alfredo Di Stefano, Diego Maradona y, obviamente, Lionel Messi —los tres con los que discute el título del mejor jugador de todos los tiempos—, lo cierto es que para esa época, Santos era el mejor equipo del mundo, en una de las ligas más destacadas del planeta.
Pelé recibió muchísimas ofertas del viejo continente, pero jamás cambió al Santos, el equipo que lo mostró al mundo y le permitió dominarlo. Ese y la selección de Brasil.
Pelé era exhuberante en ese Santos. Era el eje de un equipo demoledor, referente del fútbol sudamericano y del balompié mundial en la década de los 60. Era tanta la expectativa y el espectáculo que daba esa escuadra, que en todo el mundo buscaban al Santos de Pelé para llevarlo de gira. Por eso, Pelé jugó tantos partidos amistosos —con los que llegó a la cifra estratosférica y no oficial de 1.282 goles—, y por eso viajó por todo el mundo haciendo crecer su leyenda y herencia al deporte internacional.
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Todavía, y ese es su principal legado, la figura de Pelé, más de 60 años después de su debut, sigue encumbrada como el mejor futbolista que el mundo ha visto. Y aunque todos los amantes del fútbol, y también los que lo siguen con menos atención, recuerdan a O rei por sus mundiales, en Santos, Edson Arantes do Nascimento también hizo una revolución.
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Le decían el Ballet Blanco. Sin embargo, más allá de que sus piezas juntas funcionaban como un reloj, Santos, en realidad, era una tromba, una estampida, un vendaval. Todas las armas estaban en función del vértigo, impulsadas por la calidad de todos los jugadores inolvidables que tenía ese equipo. Eran un combo potente, estructurado, veloz y letal en ofensiva. Liderados por el mejor jugador de todos los tiempos, Edson Arantes do Nascimento Pelé, que falleció este jueves después de una larga pelea contra el cáncer, el Peixe dominó el mundo y fue el mejor equipo del planeta en los años que tuvo entre sus filas al rey del fútbol.
Lo recuerdan los que lo vieron, lo testifican los que lo enfrentaron y lo cuenta la historia, pues como el equipo brasileño no hubo uno mejor en los arreboles de la década de los años 60.
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Con Pelé en sus filas, Santos representó en su máxima expresión a la escuela brasileña, que más que una idea es una forma de sentir la pelota. Habría que hablar más de carnaval, música, fiesta y magia que de disciplina, orden y teorías para entenderlo. Ese equipo de O rei redefinió la concepción ofensiva de la época. Era un conjunto que en ataque volaba. Tenía cinco punteros abocados totalmente al área contraria, con mucho juego asociativo en el medio campo y, sobre todo, punzadas muy dolorosas en el campo rival, provocadas por la escandalosa técnica y brillantez de sus jugadores.
Era el equipo de Antonio Lima dos Santos, Zito, Dalmo Gaspar, Raul Donazar Calvet, Gylmar dos Santos Neves, Mauro, Dorval, Mengalvio, Coutinho, Pelé y Pepe. En especial, estos últimos cinco eran las joyas de la corona del Ballet Blanco. Ese quinteto ofensivo, que copaba todo el medio campo del Peixe, dominó el mundo, puso condiciones y fue casi invencible. Eran las épocas doradas del fútbol brasileño, mismo periodo en el que la selección verdeamarela, de la mano de su rey, ganó tres mundiales en 12 años (1958, 1962 y 1970).
El equipo, explicado por el propio Pelé, jugaba con el “quinteto letal” en una especie de triángulo con dos aleros, que partía desde la mitad de la cancha, pero privilegiaba la posición y habilidad implacable de su estrella en el último cuarto.
“Dorval iba por la derecha, Coutinho se paraba adelante, casi a mi altura, después iba yo, Mengalvio se paraba más atrás en el medio y Pepe iba por la izquierda”, explica en la pizarra Pelé, tiza en mano, en una entrevista.
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“El medio era nuestro, pero adelante era todo mío —se ríe y repite una y otra vez, mientras encierra el área chica con círculos blancos— mío, mío. Todo mío”.
La revolución de Pelé en el Santos y en Brasil
Pelé llegó a Santos en 1955. Era un niño, ese mismo que, tres años más tarde, con apenas 17 años, alzó la Copa del Mundo en Suecia 1958.
Su debut como profesional se dio en 1957, aunque un año atrás había jugado un par de amistosos. Sin embargo, su explosión se dio en el año en el que ganó el Mundial, en el que, sumando partidos no oficiales, torneos brasileños y la copa de la FIFA, hizo 80 goles. Y en el siguiente pasó la centena con 102 tantos, límite que también alcanzaría en 1961, cuando anotó 110 dianas.
Con Santos, Pelé alcanzó dos Copas Libertadores (1962 y 1963), seis Brasileiraos y 10 torneos paulistas. Además, fueron icónicas las dos intercontinentales que consiguió en los años en los que ganó la Libertadores. Sobre todo la del 62, cuando le ganó el título al Benfica de Eusebio, campeón de Europa, por un global de 8-4 con un 5-2 icónico en la vuelta que se jugó en Portugal.
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Aunque muchos cuestionan el hecho de que Pelé nunca jugó en Europa, como sí lo hicieron Alfredo Di Stefano, Diego Maradona y, obviamente, Lionel Messi —los tres con los que discute el título del mejor jugador de todos los tiempos—, lo cierto es que para esa época, Santos era el mejor equipo del mundo, en una de las ligas más destacadas del planeta.
Pelé recibió muchísimas ofertas del viejo continente, pero jamás cambió al Santos, el equipo que lo mostró al mundo y le permitió dominarlo. Ese y la selección de Brasil.
Pelé era exhuberante en ese Santos. Era el eje de un equipo demoledor, referente del fútbol sudamericano y del balompié mundial en la década de los 60. Era tanta la expectativa y el espectáculo que daba esa escuadra, que en todo el mundo buscaban al Santos de Pelé para llevarlo de gira. Por eso, Pelé jugó tantos partidos amistosos —con los que llegó a la cifra estratosférica y no oficial de 1.282 goles—, y por eso viajó por todo el mundo haciendo crecer su leyenda y herencia al deporte internacional.
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Todavía, y ese es su principal legado, la figura de Pelé, más de 60 años después de su debut, sigue encumbrada como el mejor futbolista que el mundo ha visto. Y aunque todos los amantes del fútbol, y también los que lo siguen con menos atención, recuerdan a O rei por sus mundiales, en Santos, Edson Arantes do Nascimento también hizo una revolución.
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