Pena máxima: muere otro hincha en Argentina
Una vez más, la violencia en los estadios terminó con la vida de un aficionado. Fue durante el clásico de Córdoba, cuando jugaban Belgrano y Talleres. Emanuel Ezequiel Balbo fue la víctima.
Daniel Avelleneda - Buenos Aires
Otra muerte, absurda, en el medio de una tribuna. Ocurrió en el estadio Mario Alberto Kempes, la cancha que fue bautizada con el nombre del goleador de Argentina en el Mundial-78, escenario de la derrota de Colombia ante Perú en los cuartos de final de la Copa América 2011. Fue durante el clásico de Córdoba, en la región central del país. Jugaban Belgrano y Talleres, con público local. Durante el partido, Emanuel Ezequiel Balbo se cruzó con Óscar Gómez, un barrabrava del Pirata. Sapito, como se lo conoce en la popular, había asesinado al hermano de Balbo, Agustín, durante una carrera ilegal de autos en 2012. Hubo una discusión. Y Gómez, quien afronta un juicio por este accidente, habría gritado a viva voz que había “un hincha de Talleres” infiltrado entre los fanáticos celestes. Lo que siguió fue una corrida desesperada del joven de 26, a quien golpearon salvajemente, y en la desesperación intentó saltar de la tribuna, aunque terminó arrojado por un grupo de energúmenos ante la impávida mirada de varios testigos.
Como consecuencia de la caída, Balbo sufrió un traumatismo de cráneo, un paro cardiorrespiratorio y el hundimiento parietal, lo que le provocó la muerte cerebral el domingo, 24 horas después del tradicional partido entre los cordobeses. Este lunes por la tarde, finalmente, desde el hospital de urgencias de la capital de Córdoba informaron su fallecimiento. Fue la 318ª víctima de la violencia en el fútbol argentino desde el 30 de julio de 1922, cuando se registró el primer caso: un menor de edad no identificado que se cayó de una tribuna improvisada en la vieja cancha de Sportivo Barracas.
Hay cuatro detenidos, todos identificados en esa imagen que conmovió al mundo. Dos familiares, padre e hijo, Cristian y Matías Oliva, y otros dos, Pablo Robledo y Raúl Vergara. Entre ellos, un menor que fue entregado por su propia madre. La fiscal Liliana Sánchez los imputó por el delito de tentativa de homicidio. Y una vez se anunció el fallecimiento de Emanuel, la causa se encuadró en homicidio agravado. En el marco de la Ley del Deporte se prevé una pena de 10 a 34 años y cuatro meses de prisión.
Gómez, el instigador, se encontraba prófugo. Y aunque su abogada, Mónica Picco, había dicho que Sapito no se iba a entregar, lo hizo por la tarde. Eso sí, su defensora desligó al barra. “Lo que pasó es que Balbo discutió con mi cliente por una causa anterior. Pero todo quedó ahí. Después, en el entretiempo, Balbo peleó con otros hinchas y fueron ellos quienes lo tiraron. Mi cliente no estaba”, sostuvo.
“Hay que sacarlo a este culiao”, gritaban al tiempo que Balbo descendía a toda la velocidad por las escaleras de la tribuna. “Culiao” es una expresión que se utiliza en Córdoba y significa “desubicado”. El padre de la víctima, Raúl, aclaró que su hijo no era simpatizante de Talleres ni tenía ningún tatuaje del club rival. Por el contrario, estaba vestido con una musculosa celeste en la que podía leerse “Belgrano”. Pero a la horda de forajidos poco le importó. No preguntaron. Lo castigaron. Y tan poco respeto tuvieron por la vida de Emanuel que hasta le robaron las zapatillas. Moribundo y descalzo, fue trasladado al sanatorio cordobés, donde este lunes se le terminaron las esperanzas de supervivencia.
Enzo, el tío de Balbo, escribió una carta en Facebook que sacudió las fibras de la sociedad. “A vos que miraste, lo insultaste, lo escupiste, le pegaste trompadas, patadas y hasta con tus banderas. A vos que escuchaste a un tipo decir que él es de Talleres y sin conocerlo ni preguntar sacaste toda tu violencia y actuaste, seguramente sin pensar. ¿Sabes qué? Te equivocaste, loco, te equivocaste, Emanuel ama a Belgrano tanto como vos, tu papá, tu abuelo, tu primo o tu mejor amigo. Te cuento a vos, no sabés la vida que nos estás quitando, no sabés la maravillosa persona a la que te llevás”, es uno de los párrafos salientes de su discurso.
El hecho que conmocionó a todo el país y al resto del continente ocurrió dos semanas después de la muerte de Fernando Pereira, un profesor de fútbol asesinado a golpes durante un partido de futsal. Cucusas, tal cual era su apodo, era técnico de las divisiones infantiles del Club Industrial de Munro, en la zona Norte de Buenos Aires, y fue agredido por el tío de un jugador. Todo ocurre en el marco de una escalada de violencia y agitación social que sacude al país.
Y aunque ninguno de los dos hechos se trató de un episodio vinculado estrictamente a las barras bravas —por más que Sapito y uno de los detenidos formen parte de sus filas—, las tribunas de las canchas argentinas son un caldo de cultivo. A tal punto que en 2013 se prohibió la asistencia de público visitante. Con dos excepciones, la Copa Argentina, un torneo vernáculo que se juega en el interior del país, y la Copa Sudamericana. Recién el último año hubo predisposición de la provincia de Buenos Aires para organizar partidos con ambas hinchadas. Sin embargo, hace dos semanas descontinuó la iniciativa. Está claro que el problema no distingue camiseta, si la muerte se encuentra en la tribuna compartida.
No parece haber un plan infalible para terminar con el flagelo de los barrabravas, que en su mayoría son delincuentes que viven de los negocios de la tribuna y, en muchos casos, son punteros políticos. El gobierno de Mauricio Macri se propuso acabar con este mal. La semana pasada, a través del Ministerio de Seguridad de la Nación, presentó un “reglamento de prevención contra la violencia en espectáculos futbolísticos”. Será la herramienta por la cual muchos barras —también hinchas que hayan mostrado un comportamiento incorrecto en la cancha— no podrán entrar a los estadios. El derecho de admisión, que seguirá en poder del Estado, se podrá aplicar tanto a quienes tengan causas penales pendientes como también a los que hayan cometido contravenciones durante un partido de fútbol. Los hinchas, sean barras o no, serán controlados a través del programa Tribuna Segura: quienes asistan a los estadios deberán hacerlo con la cédula nacional de identidad para ser examinados por los agentes policiales.
¿Alcanzará para erradicar la violencia de los estadios? ¿Y qué papel tomará la Asociación del Fútbol Argentino? En el medio de una crisis institucional de la que busca salir con la asunción de Claudio Tapia, en el comité ejecutivo se propondrá la quita de puntos para Belgrano y hasta podría jugar sin público lo que resta del campeonato. Sería una medida ejemplar. Las autoridades del club cordobés, en tanto, lamentaron la muerte de Balbo. Pero intentaron deslindar responsabilidades. Era una fiesta para 57.000 personas. Y terminó en tragedia. Una más y van en este enfermo fútbol argentino.
Otra muerte, absurda, en el medio de una tribuna. Ocurrió en el estadio Mario Alberto Kempes, la cancha que fue bautizada con el nombre del goleador de Argentina en el Mundial-78, escenario de la derrota de Colombia ante Perú en los cuartos de final de la Copa América 2011. Fue durante el clásico de Córdoba, en la región central del país. Jugaban Belgrano y Talleres, con público local. Durante el partido, Emanuel Ezequiel Balbo se cruzó con Óscar Gómez, un barrabrava del Pirata. Sapito, como se lo conoce en la popular, había asesinado al hermano de Balbo, Agustín, durante una carrera ilegal de autos en 2012. Hubo una discusión. Y Gómez, quien afronta un juicio por este accidente, habría gritado a viva voz que había “un hincha de Talleres” infiltrado entre los fanáticos celestes. Lo que siguió fue una corrida desesperada del joven de 26, a quien golpearon salvajemente, y en la desesperación intentó saltar de la tribuna, aunque terminó arrojado por un grupo de energúmenos ante la impávida mirada de varios testigos.
Como consecuencia de la caída, Balbo sufrió un traumatismo de cráneo, un paro cardiorrespiratorio y el hundimiento parietal, lo que le provocó la muerte cerebral el domingo, 24 horas después del tradicional partido entre los cordobeses. Este lunes por la tarde, finalmente, desde el hospital de urgencias de la capital de Córdoba informaron su fallecimiento. Fue la 318ª víctima de la violencia en el fútbol argentino desde el 30 de julio de 1922, cuando se registró el primer caso: un menor de edad no identificado que se cayó de una tribuna improvisada en la vieja cancha de Sportivo Barracas.
Hay cuatro detenidos, todos identificados en esa imagen que conmovió al mundo. Dos familiares, padre e hijo, Cristian y Matías Oliva, y otros dos, Pablo Robledo y Raúl Vergara. Entre ellos, un menor que fue entregado por su propia madre. La fiscal Liliana Sánchez los imputó por el delito de tentativa de homicidio. Y una vez se anunció el fallecimiento de Emanuel, la causa se encuadró en homicidio agravado. En el marco de la Ley del Deporte se prevé una pena de 10 a 34 años y cuatro meses de prisión.
Gómez, el instigador, se encontraba prófugo. Y aunque su abogada, Mónica Picco, había dicho que Sapito no se iba a entregar, lo hizo por la tarde. Eso sí, su defensora desligó al barra. “Lo que pasó es que Balbo discutió con mi cliente por una causa anterior. Pero todo quedó ahí. Después, en el entretiempo, Balbo peleó con otros hinchas y fueron ellos quienes lo tiraron. Mi cliente no estaba”, sostuvo.
“Hay que sacarlo a este culiao”, gritaban al tiempo que Balbo descendía a toda la velocidad por las escaleras de la tribuna. “Culiao” es una expresión que se utiliza en Córdoba y significa “desubicado”. El padre de la víctima, Raúl, aclaró que su hijo no era simpatizante de Talleres ni tenía ningún tatuaje del club rival. Por el contrario, estaba vestido con una musculosa celeste en la que podía leerse “Belgrano”. Pero a la horda de forajidos poco le importó. No preguntaron. Lo castigaron. Y tan poco respeto tuvieron por la vida de Emanuel que hasta le robaron las zapatillas. Moribundo y descalzo, fue trasladado al sanatorio cordobés, donde este lunes se le terminaron las esperanzas de supervivencia.
Enzo, el tío de Balbo, escribió una carta en Facebook que sacudió las fibras de la sociedad. “A vos que miraste, lo insultaste, lo escupiste, le pegaste trompadas, patadas y hasta con tus banderas. A vos que escuchaste a un tipo decir que él es de Talleres y sin conocerlo ni preguntar sacaste toda tu violencia y actuaste, seguramente sin pensar. ¿Sabes qué? Te equivocaste, loco, te equivocaste, Emanuel ama a Belgrano tanto como vos, tu papá, tu abuelo, tu primo o tu mejor amigo. Te cuento a vos, no sabés la vida que nos estás quitando, no sabés la maravillosa persona a la que te llevás”, es uno de los párrafos salientes de su discurso.
El hecho que conmocionó a todo el país y al resto del continente ocurrió dos semanas después de la muerte de Fernando Pereira, un profesor de fútbol asesinado a golpes durante un partido de futsal. Cucusas, tal cual era su apodo, era técnico de las divisiones infantiles del Club Industrial de Munro, en la zona Norte de Buenos Aires, y fue agredido por el tío de un jugador. Todo ocurre en el marco de una escalada de violencia y agitación social que sacude al país.
Y aunque ninguno de los dos hechos se trató de un episodio vinculado estrictamente a las barras bravas —por más que Sapito y uno de los detenidos formen parte de sus filas—, las tribunas de las canchas argentinas son un caldo de cultivo. A tal punto que en 2013 se prohibió la asistencia de público visitante. Con dos excepciones, la Copa Argentina, un torneo vernáculo que se juega en el interior del país, y la Copa Sudamericana. Recién el último año hubo predisposición de la provincia de Buenos Aires para organizar partidos con ambas hinchadas. Sin embargo, hace dos semanas descontinuó la iniciativa. Está claro que el problema no distingue camiseta, si la muerte se encuentra en la tribuna compartida.
No parece haber un plan infalible para terminar con el flagelo de los barrabravas, que en su mayoría son delincuentes que viven de los negocios de la tribuna y, en muchos casos, son punteros políticos. El gobierno de Mauricio Macri se propuso acabar con este mal. La semana pasada, a través del Ministerio de Seguridad de la Nación, presentó un “reglamento de prevención contra la violencia en espectáculos futbolísticos”. Será la herramienta por la cual muchos barras —también hinchas que hayan mostrado un comportamiento incorrecto en la cancha— no podrán entrar a los estadios. El derecho de admisión, que seguirá en poder del Estado, se podrá aplicar tanto a quienes tengan causas penales pendientes como también a los que hayan cometido contravenciones durante un partido de fútbol. Los hinchas, sean barras o no, serán controlados a través del programa Tribuna Segura: quienes asistan a los estadios deberán hacerlo con la cédula nacional de identidad para ser examinados por los agentes policiales.
¿Alcanzará para erradicar la violencia de los estadios? ¿Y qué papel tomará la Asociación del Fútbol Argentino? En el medio de una crisis institucional de la que busca salir con la asunción de Claudio Tapia, en el comité ejecutivo se propondrá la quita de puntos para Belgrano y hasta podría jugar sin público lo que resta del campeonato. Sería una medida ejemplar. Las autoridades del club cordobés, en tanto, lamentaron la muerte de Balbo. Pero intentaron deslindar responsabilidades. Era una fiesta para 57.000 personas. Y terminó en tragedia. Una más y van en este enfermo fútbol argentino.