Zlatan Ibrahimovic: jugar al fútbol para no volver a ver una nevera vacía
Perfil de Zlatan Ibrahimovic, que anunció este domingo que a sus 41 años se retira del fútbol. Se va uno de los grandes.
Andrés Osorio Guillott
Medimos el tiempo también por los que se van. En la vida cotidiana nos vamos dando cuenta que los años han pasado cuando los puestos del comedor empiezan a sobrar, cuando las navidades son más silenciosas que antes. Y en el fútbol nos damos cuenta cuando los nombres que nos hicieron seguir a este deporte ya no están estampados en las camisetas y cuando los relatores ya no los mencionan.
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Medimos el tiempo también por los que se van. En la vida cotidiana nos vamos dando cuenta que los años han pasado cuando los puestos del comedor empiezan a sobrar, cuando las navidades son más silenciosas que antes. Y en el fútbol nos damos cuenta cuando los nombres que nos hicieron seguir a este deporte ya no están estampados en las camisetas y cuando los relatores ya no los mencionan.
Se va uno de los referentes del fútbol del siglo XXI. A sus 41 años, Zlatan Ibrahimovic anunció su retiro del fútbol luego de 26 años de carrera. “Es el momento de decir adiós al fútbol, no sólo a ustedes”, dijo el delantero sueco luego del triunfo de Milan 3-1 sobre el Hellas Verona, por la fecha 38 de la Serie A. “Es muy difícil, siento muchas emociones dentro de mí. Forza Milan y adiós”, y luego en rueda de prensa complementó: “Gracias a todos, a partir de mañana seré un hombre libre. Ha sido una carrera larga, de la que estoy orgulloso. Gracias”.
Ibrahimovic es uno de esos personajes que llevaba constantemente a tener discusiones sobre el ego. Y como todo, el ego tiene sus luces y sus sombras. De sus luces emergen la seguridad, la convicción, la capacidad para defender las ideas, de sus sombras la soberbia y la provocación, que para algunos es un elemento humano del deporte, que influye en la fortaleza mental que hay que tener a la hora de competir.
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Un ego que se configuró precisamente por ratos amargos, por recuerdos no tan gratos que obligaron a transformar su relación con el mundo y con sí mismo.
“En mi casa –a la que había que subir en cuatro tramos de escaleras- no nos dábamos abrazos ni ese tipo de cosas. Nadie preguntaba ‘¿qué tal te ha ido en el día, Zlatan?’. Eso no existía. No había ningún adulto que ayudara con los deberes o que preguntara por los problemas que pudiéramos tener. Había que enfrentarse a las cosas solo. Si alguien te trataba con crueldad, no valía lloriquear. Había que apretar los dientes. Reinaba el caos, peleas y recibí una buena cantidad de tortazos. Mi madre no tenía tiempo para nada. Era limpiadora en casas, una auténtica luchadora y se dejaba la piel en el trabajo y lloraba mucho y, a veces, la acompañábamos a vaciar papeleras para ganarnos una propina. Yo la quería, aunque nos solía pegar con una cuchara de madera tanto a mí como a mi hermana Sanela”, dijo en Soy Zlatan, su libro autobiográfico.
Su casa estaba ubicada en Rosengard, uno de los barrios de Malmoe, señalado siempre de ser uno de los lugares de la ciudad con mayor concentración de inmigrantes. Sefik Ibrahimovic, su padre, es bosnio-musulmán, y Jurka Gravic, su madre, es una croata católica de ascendencia albanesa. Ambos se casaron más por papeles que por amor. Zlatan tenía dos años cuando se separaron.
Una bibicleta robada, la frialdad del hogar, las burlas por su forma de hablar, una nevera vacía y un contexto hostil fueron edificando desde la adversidad al futbolista que con el paso de los años encontró en el fútbol la seguridad y la estabilidad que no tuvo en sus primeros años. Y así como se lo hicieron a él, también robó bicicletas cuando niño. Y como toda especie que se adapta a su entorno, Zlatan fue intuyendo que para vencer los miedos había que obligarse a ser más fuerte de lo que podía creer que era.
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Aunque jugaba fútbol en el colegio -y ya empezaba a mostrar coraje por su fuerza e incluso las peleas que tuvo dentro de la cancha-, el primer deporte que practicó fue el taekwondo, disciplina que dejó ver sus destellos en su flexibilidad y sus reflejos, en las jugadas acrobáticas, en los goles como el que le marcó a Inglaterra de chilena en 2012 con la selección de Suecia.
Su historia con el fútbol, ese deporte que lo hizo fuerte, que le permitió llenar la nevera y no tener que volver a preocuparse por llegar a casa y verla vacía, la empezó en el Malmo, el equipo de su ciudad. A principios del siglo XXI, y tras haberse destacado con la escuadra sueca, Ibrahimovic pasó al Ajax, donde su carrera se catapultó. Juventus, Inter, Barcelona, Milan, PSG, Manchester United, Los Ángeles Galaxy y un segundo ciclo con el cuadro rossonero fue la ruta que dejó desde 1996 hasta 2023.
En su carrera ganó 32 títulos, 29 con ligas nacionales y tres a nivel internacional: dos con el Ajax; tres con el Inter y dos con el Milan; uno con Barcelona y cuatro con PSG. Esto en cuanto a torneos nacionales. A nivel internacional ganó una Supercopa de la UEFA y un mundial de Clubes con el cuadro catalán y una Liga de Europa con el Manchester United.
En su país hizo historia también con la selección, pues se retiró como el máximo goleador con 62 goles en 122 partidos.
“Tan sólo podemos agradecerle todo lo que ha hecho por nosotros. Es triste que un campeón como él no juegue nunca más al fútbol”, dijo Stefano Pioli, técnico de Milan, el club en el que decidió retirarse como leyenda Zlatan Ibrahimovic.
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Humor, ironía y algo de soberbia. Hasta el último momento en el fútbol Ibrahimovic habló con su ego y su grandeza. “Cuando me desperté llovía, me dije a mí mismo que incluso Dios estaba triste”, dijo el sueco, que en la rueda de prensa se denominó Superman. Hay quienes crean que tenía razones para hablar desde el pedestal que construyó en repetidas ocasiones cuando se juró invencible y se autoproclamó Dios, como lo hizo en Manchester, pero más allá de las discusiones por sus provocaciones y polémicas, el delantero de 41 años supo hablar más que todo en la cancha, con sus goles, su liderazgo y su capacidad para influir con su sola presencia y lograr inspirar a miles de personas que también esperan encontrar en el fútbol las alegrías y las esperanzas que a veces cuestan encontrar en los asuntos más cotidianos.
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