Real Madrid, campeón de la Copa del Rey: no hubo sorpresa en la Cartuja
Sevilla fue testigo de un nuevo título del conjunto blanco, que ahora se concentrará en alcanzar la final de la Champions League, su gran objetivo.
Real Madrid representa la fuerza de la costumbre. Es la tradición, el poder hegemónico y casi omnipotente en el fútbol. La historia, casi siempre, se cuenta como quieren los merengues, ganadores como ningún otro club en el mundo.
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Pero, como es fútbol precisamente, hay veces en las que el poder encuentra trabas. Giros en la historia, inesperados la mayoría, en los que el pequeño golpea al grande. Osasuna, en la final de la Copa del Rey que se jugó este sábado en Sevilla en el Estadio de la Cartuja, quería ser parte de ese pequeño porcentaje de sorpresas.
Y logró pelear con dignidad, tuvo aplomo, empató un partido que empezó pronto cuesta abajo. Sin embargo, Real Madrid apeló, una vez más, a la jerarquía. A esa casta que aparece cuando el juego no es suficiente. La especialidad de los blancos, lo que los hace diferentes y que otra vez bastó este sábado para que se alzaran con un nuevo título: la Copa del Rey.
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El resultado fue reflejo del partido: 2-1. Sin muchas distancias, un encuentro parco.
El campeón se fue adelante rápido, al minuto dos, gracias al brasileño Rodrygo, uno de sus “mágicos”, el mismo que en el 70 desequilibró nuevamente el encuentro, después de que Osasuna había empatado el 1-1 gracias a Lucas Torró en el 58.
No era loco suponer que, con el resultado a su favor tan temprano, Real Madrid sería un vendaval. Osasuna, un cuadro pequeño, que apenas llegaba a su segunda final desde que es club, retaba al más grande de la historia. Y a los dos minutos ya perdía. Podía presentirse una debacle, una goleada abultada que nunca llegó. Todo lo contrario.
Este Real Madrid, en especial este de Carlo Ancelotti, no suele ganar apabullando al rival. No es común que exhiba sus condiciones, más bien, suele ganar con lo justo. Curiosamente, eso sí, con la suficiente contundencia para hacer creer, muchas veces, que merecía el triunfo. Más allá de los resultados cortos, del juego rácano o poco vistoso, en Madrid tienen un mantra: ganar. Y en eso no tienen rival.
También: Luis Díaz tuvo minutos con Liverpool, que sigue ilusionado con la Champions
Pasó en esta final de Copa, que se llevó, aparentemente, con poco, pero que fue un triunfo con categoría para sumar una nueva estrella en el palmarés, que ya casi llega a 70 títulos, toda una marca, entre ellos (ahora) 20 Copas del Rey, lejos de las 31 que tiene Barcelona.
Ahora, Real Madrid, coronado el primer objetivo de la temporada, se concentrará en la Champions League (LaLiga es del Barça), en la que se mide con Manchester City en las semifinales este martes. Va por la 15, es el favorito.
Esa pasa a ser la prioridad número uno de los merengues, aunque siempre lo ha sido. Por eso, parece que siempre ganan, porque, por costumbre, no paran de demostrar que son el mejor equipo del mundo. Y ante el poderío, solo queda hacer silencio y admirar la hegemonía de un equipo que, en instancias definitivas, suele parecer invencible.
🚴🏻⚽🏀 ¿Lo último en deportes?: Todo lo que debe saber del deporte mundial está en El Espectador
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Y logró pelear con dignidad, tuvo aplomo, empató un partido que empezó pronto cuesta abajo. Sin embargo, Real Madrid apeló, una vez más, a la jerarquía. A esa casta que aparece cuando el juego no es suficiente. La especialidad de los blancos, lo que los hace diferentes y que otra vez bastó este sábado para que se alzaran con un nuevo título: la Copa del Rey.
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Este Real Madrid, en especial este de Carlo Ancelotti, no suele ganar apabullando al rival. No es común que exhiba sus condiciones, más bien, suele ganar con lo justo. Curiosamente, eso sí, con la suficiente contundencia para hacer creer, muchas veces, que merecía el triunfo. Más allá de los resultados cortos, del juego rácano o poco vistoso, en Madrid tienen un mantra: ganar. Y en eso no tienen rival.
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Esa pasa a ser la prioridad número uno de los merengues, aunque siempre lo ha sido. Por eso, parece que siempre ganan, porque, por costumbre, no paran de demostrar que son el mejor equipo del mundo. Y ante el poderío, solo queda hacer silencio y admirar la hegemonía de un equipo que, en instancias definitivas, suele parecer invencible.
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