Santos goleó a Boca Juniors y jugará la final de la Libertadores
El equipo brasileño se impuso 3-0 y ahora buscará su cuarto título continental, el primero desde 2011, frente a Palmeiras.
Camilo Amaya - @CamiloGAmaya
Santos volvió a ser, como muchas veces, un hervidero. Y lo fue mucho antes de que empezara el partido entre el club local y Boca Juniors. Lo fue desde el día anterior cuando Cuca, DT del conjunto brasileño, furibundo, arremetió contra el plantel argentino y la insinuación de que ellos, la semana anterior, habían jugado en La Bombonera con futbolistas infectados de COVID-19.
“Estuve en cuidados intensivos y perdí a mi suegro por eso. No se molesta con el virus. Quizá lo hicieron para desviar la atención del penalti que no nos sancionaron”.
El puerto más importante de Brasil y de Suramérica volvió a ser un avispero este miércoles, a las afueras del Vila Belmiro, donde cientos de hinchas se reunieron para vivir más cerca la semifinal de la Copa Libertadores. Las imágenes en redes sociales delataron a las gentes sin tapabocas, a los aficionados cantando y saltando como si el coronavirus se tomara un descanso cuando rueda la pelota.
Santos, o más bien, los seguidores de Santos se hicieron sentir antes de que comenzara todo lanzando bengalas al terreno de juego en una muestra clara de apoyo, también de irresponsabilidad de algunos más que otros, de quienes no se aguantaron con ver el encuentro por televisión y llevaron radios para seguirlo al lado del mismo escenario, como si estuvieran en las tribunas.
En contexto: A River no le alcanzó y Palmiras es finalista de la Libertadores
Y puede que ese acto de rebeldía de un país que ya suma más de 200 mil muertos por COVID-19 haya causado un efecto especial en los jugadores de Santos, pues apenas inició el duelo ya había una balón en el palo de Boca, una volada insuficiente de Esteban Andrada y un descuido de Frank Fabra, que más adelante ratificaría una mala noche.
El equipo de todos en la ciudad costera, el que en 1963 fue el mejor del mundo de la mano de Pelé (ganó la Libertadores y la Copa Intercontinental), corrió de manera presurosa, organizada, y así se fue en ventaja con el gol de Diego Pituca en el 16′ y en una acción que tuvo una mano previa en el área que no fue sancionada, como debe ser cuando hay que dar la ley de ventaja.
Boca intentó reaccionar e igualó las cargas, de hecho rompió con la simetría en el ataque de Santos, pero no pudo quebrantar el orden de Luan Peres y de Lucas Verissimo, el defensor al que no le importó su humanidad con tal de no dejar pasar nada ni a nadie. Ni siquiera pidió el cambio luego de un choque de cabezas y la hemorragia en el terreno de juego. Claro, la sangre suele ser escandalosa.
Santos y lo que es aprovechar los primeros instantes
Si bien al comienzo el club local por poco se adelanta, antes del minuto, en el segundo tiempo sucedió lo mismo, solo que en esta oportunidad la pelota si entró luego de un zapatazo de Yeferson Soteldo, el venezolano que puso el 2-0. Lo curioso es que, como si se tratara de algo hilado al instante, Lucas Braga aumentó la cuenta luego de una acción de toma y dame, de tocar a primera intención con Marinho, uno de los hombres clave del partido.
Entonces, resumiendo, en cuestión de minutos Santos concretó un trabajo de calma y serenidad, de un razonamiento muy articulado y del gran planteamiento de Cuca, el entrenador colérico que gritó así sus dirigidos estuvieran goleando.
Para cerrar una noche de nerviosismo y en la que Boca lo intentó, pero no pudo, Fabra fue expulsado en el 56′, es decir, con más de media hora por delante, y desarmó cualquier plan para ir por la remontada (una tarjeta roja justa).
Ya después vino el cambio de roles, Sebastián Villa y Carlos Tévez solos contra el mundo, las manos salvadoras de Andrada y un Santos que se dedicó a administrar el tiempo y a que este se fuera apagando lentamente mientras Edwin Cardona y Mauro Zárate dejaban de calentar, resignados a no ingresar.
Santos, el club que desde su nacimiento logró reunir a la clase obrera y a las élites de la ciudad en torno de una misma pasión, volverá a una final de la Copa Libertadores luego de nueve años y con el objetivo de levantar su cuarto título continental frente a Palmeiras.
Muchos hablaron de un encuentro decisivo entre clubes argentinos, pero lo cierto es que serán los brasileños los que jueguen en Río de Janeiro el próximo 30 de enero.
Por: Camilo Amaya
Santos volvió a ser, como muchas veces, un hervidero. Y lo fue mucho antes de que empezara el partido entre el club local y Boca Juniors. Lo fue desde el día anterior cuando Cuca, DT del conjunto brasileño, furibundo, arremetió contra el plantel argentino y la insinuación de que ellos, la semana anterior, habían jugado en La Bombonera con futbolistas infectados de COVID-19.
“Estuve en cuidados intensivos y perdí a mi suegro por eso. No se molesta con el virus. Quizá lo hicieron para desviar la atención del penalti que no nos sancionaron”.
El puerto más importante de Brasil y de Suramérica volvió a ser un avispero este miércoles, a las afueras del Vila Belmiro, donde cientos de hinchas se reunieron para vivir más cerca la semifinal de la Copa Libertadores. Las imágenes en redes sociales delataron a las gentes sin tapabocas, a los aficionados cantando y saltando como si el coronavirus se tomara un descanso cuando rueda la pelota.
Santos, o más bien, los seguidores de Santos se hicieron sentir antes de que comenzara todo lanzando bengalas al terreno de juego en una muestra clara de apoyo, también de irresponsabilidad de algunos más que otros, de quienes no se aguantaron con ver el encuentro por televisión y llevaron radios para seguirlo al lado del mismo escenario, como si estuvieran en las tribunas.
En contexto: A River no le alcanzó y Palmiras es finalista de la Libertadores
Y puede que ese acto de rebeldía de un país que ya suma más de 200 mil muertos por COVID-19 haya causado un efecto especial en los jugadores de Santos, pues apenas inició el duelo ya había una balón en el palo de Boca, una volada insuficiente de Esteban Andrada y un descuido de Frank Fabra, que más adelante ratificaría una mala noche.
El equipo de todos en la ciudad costera, el que en 1963 fue el mejor del mundo de la mano de Pelé (ganó la Libertadores y la Copa Intercontinental), corrió de manera presurosa, organizada, y así se fue en ventaja con el gol de Diego Pituca en el 16′ y en una acción que tuvo una mano previa en el área que no fue sancionada, como debe ser cuando hay que dar la ley de ventaja.
Boca intentó reaccionar e igualó las cargas, de hecho rompió con la simetría en el ataque de Santos, pero no pudo quebrantar el orden de Luan Peres y de Lucas Verissimo, el defensor al que no le importó su humanidad con tal de no dejar pasar nada ni a nadie. Ni siquiera pidió el cambio luego de un choque de cabezas y la hemorragia en el terreno de juego. Claro, la sangre suele ser escandalosa.
Santos y lo que es aprovechar los primeros instantes
Si bien al comienzo el club local por poco se adelanta, antes del minuto, en el segundo tiempo sucedió lo mismo, solo que en esta oportunidad la pelota si entró luego de un zapatazo de Yeferson Soteldo, el venezolano que puso el 2-0. Lo curioso es que, como si se tratara de algo hilado al instante, Lucas Braga aumentó la cuenta luego de una acción de toma y dame, de tocar a primera intención con Marinho, uno de los hombres clave del partido.
Entonces, resumiendo, en cuestión de minutos Santos concretó un trabajo de calma y serenidad, de un razonamiento muy articulado y del gran planteamiento de Cuca, el entrenador colérico que gritó así sus dirigidos estuvieran goleando.
Para cerrar una noche de nerviosismo y en la que Boca lo intentó, pero no pudo, Fabra fue expulsado en el 56′, es decir, con más de media hora por delante, y desarmó cualquier plan para ir por la remontada (una tarjeta roja justa).
Ya después vino el cambio de roles, Sebastián Villa y Carlos Tévez solos contra el mundo, las manos salvadoras de Andrada y un Santos que se dedicó a administrar el tiempo y a que este se fuera apagando lentamente mientras Edwin Cardona y Mauro Zárate dejaban de calentar, resignados a no ingresar.
Santos, el club que desde su nacimiento logró reunir a la clase obrera y a las élites de la ciudad en torno de una misma pasión, volverá a una final de la Copa Libertadores luego de nueve años y con el objetivo de levantar su cuarto título continental frente a Palmeiras.
Muchos hablaron de un encuentro decisivo entre clubes argentinos, pero lo cierto es que serán los brasileños los que jueguen en Río de Janeiro el próximo 30 de enero.
Por: Camilo Amaya