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Scaloni y su Argentina: entre las islas del idealismo y el pragmatismo

En sus cuatro enganches reposó el éxito de Argentina en su camino a Catar, en la humanidad de su entrenador para anteponer el sentir del grupo sobre su propio ego. Una ruta que no tomó ante Arabia Saudita en medio de los clamores de Messi de volver a las raíces.

Thomas Blanco
25 de noviembre de 2022 - 09:33 p. m.
La unión de grupo es una de las principales fortalezas de Argentina.
La unión de grupo es una de las principales fortalezas de Argentina.
Foto: AFA
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“Me gusta el fútbol vertical”, fue uno de los titulares de los noticieros el 21 de agosto de 2018 tras la primera rueda de prensa de Lionel Scaloni como técnico de la selección de Argentina. Bajo perfil, hablaba poco. Venía de ser ayudante de Jorge Sampaoli, un purasangre del juego de posición, en el vestuario con más polución de Rusia 2018.

En el transcurso de la Copa América 2019, en la que se quedaron en semifinales ante Brasil, hubo un punto de encuentro, se orquestó una revolución: poner a los buenos juntos. “Mejoramos como cuerpo técnico porque arrancamos con otra idea y nos dimos cuenta de que nuestros futbolistas querían jugar a otra cosa. Era acomodar las cosas, ver quiénes juegan bien y juntarlos. Darles la posibilidad de que disfruten adentro de la cancha”, reveló Scaloni tras la victoria ante Italia en Wembley.

Que en otras palabras se tradujo en jugar con cuatro enganches de nacimiento en la mitad de la cancha: Leandro Paredes, Rodrigo de Paul, Gio Lo Celso y Lionel Messi. Ellos cuatro son el fuego interior del equipo. Fue en ese juego de pases cortos, paredes y movimientos libres sin ataduras posicionales que Argentina se descubrió a sí misma. Y así, con esa bandera de juego funcional tan sudamericana, sin tener el mejor plantel del mundo jugó con el pecho inflado como si lo fuera. La tecla emocional de un grupo con una mística especial.

Para los más puristas se reencontró con la identidad más noble del fútbol argentino, con La Nuestra, que desde la tragedia de Helsinborg, en el Mundial de Suecia 1958, cuando fue goleada 6-1 ante Checoslovaquia, ha trotado en la eterna dicotomía entre idealismo y pragmatismo, entre romanticismo y cinismo, entre Menottismo y Bilardismo.

(Lea también: El exilio de Rodrigo, Leandro y Giovani)

Scaloni casi que saltó de una vereda a otra por la voluntad de sus jugadores. En eso reposa su éxito como entrenador: en la humildad para desprenderse de su ego y escuchar a los jugadores. Al final, en estos días de fútbol informático en el que los entrenadores quieren controlar cada mínimo detalle del juego, el seleccionador de Argentina sabe que el fútbol es de los futbolistas.

“El otro día leía una entrevista de Ancelotti en un medio italiano y el tipo dice que el año pasado, antes de la Champions, hubo una reunión con los jugadores y se pusieron a hablar de cómo buscar la mejor solución para atacar, cómo mejorar al Real Madrid. Y se juntó con los jugadores y charló y sacaron para adelante la situación. Yo me veo reflejado en eso. Hay pocos entrenadores, que son los top, que se hace lo que ellos dicen y si no, vas para afuera. Pero hay otros que lo buscan de otra manera, tener el jugador de su lado y explicarle los porqués. Si lo hace Ancelotti por qué no lo voy a hacer yo”, destacó Scaloni en una entrevista con Star +. Esa es la escuela en la que está matriculado: la de dejar ser.

Pasando por la zona mixta internacional, Messi, cara larga, no se escondió tras la derrota. Y una de las frases más contundentes que soltó fue la de “tenemos que recuperar las raíces”. ¿A qué se refería? ¿A la predisposición del equipo? La coreografía del turbulento estreno de Argentina ante los saudíes tuvo rasgos de un fútbol posicional, directo y con el mediocampo vacío. Un traje que no había vestido la selección que estaba jugando el mejor fútbol del mundo. Y con ello un ramillete de preguntas quedaron en el ambiente.

¿La última línea adelantada y presionante de los saudíes que redujo el campo de Argentina forzó el cambio de predisposición? ¿O Scaloni cambió su credo en el Mundial? ¿Y qué tanto peso tiene la lesión de Gio Lo Celso, el futbolista que mejor se complementó con Messi? Perder el primer partido de un Mundial, con lo que eso representa, es un terremoto para la confianza y funcionamiento de una selección. Y una granada para la certeza más grande que tenía el equipo: los roles y nombres propios.

Antes del Mundial del 74, en el que la Naranja Mecánica cambió el fútbol, Johan Neeskens, motor de ese equipo subcampeón del mundo, dio una declaración sincera ante la prensa del mundo. “No somos tan buenos”. Aterrizaron a Alemania perdiendo partidos amistosos frente a equipos alemanes de segunda división. ¿Cuál fue el puente entre un mundo y otro? El primer partido.

“Nosotros empezamos a entrenar unas cinco semanas antes del Mundial. El míster probaba mucho el equipo buscando mejorar el balance y varias veces no funcionó. Era pensar qué hacer con el otro central. Probamos y probamos y no estaba convencido. Tuvimos cuatro o cinco partidos en los que nos fue muy mal. El último fue contra Austria, con Arie Haan en el centro de la defensa. Y como Haan es normalmente mediocampista, con él podías subir el balón al medio y jugar a partir de allí, esa fue la cosa. Empezamos el Mundial contra Uruguay con el mismo equipo, pero necesitas suerte de ganar ese partido, porque si no lo haces a lo mejor vas a tener que cambiarlo otra vez. Lo hicimos y las cosas mejoraron. Llegó Suecia, un equipo muy fuerte, sacamos un empate, pero ya teníamos cuatro puntos. Ya después contra Bulgaria goleamos 4-1 y cogimos mucha confianza, todo empezó desde ahí”, dijo Neeskens en entrevista con El Espectador.

Desde un experimento, desde un accidente y desde el azar de que el resultado haya sido favorable. Y Argentina parece que jugará ante México con cuatro variantes en su equipo titular: los dos laterales, un central y uno de sus interiores.

Un ensayo y error lleno de dudas para la que llegó como la selección favorita del torneo, que jugó el partido ante Arabia por el amor a la gloria y no con el secreto que la trajo con esa aura de campeón del mundo a los desiertos de Catar: la gloria al amor.

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