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Sebastián Abreu: los colores de la errancia

Vistió 31 camisetas en sus 27 años de carrera como futbolista. El delantero uruguayo jugó ayer su último partido como profesional y dejó una historia difícil de olvidar en el balompié sudamericano.

Andrés Osorio Guillott
12 de junio de 2021 - 02:00 a. m.
Sebastián Abreu jugó 70 partidos con la selección de Uruguay. En 2011 fue campeón de la Copa América. / AP
Sebastián Abreu jugó 70 partidos con la selección de Uruguay. En 2011 fue campeón de la Copa América. / AP
Foto: AP - Bernat Armangue
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“Después de 26 años tomé una decisión con convicción obviamente, entendiendo que es el momento justo, estando activo, jugando en primera, vigente; creo que es la forma. El equipo está bien, es el momento indicado”, dijo Washington Sebastián Abreu, quien hasta ayer era el único futbolista activo que había jugado con Diego Armando Maradona.

Todo terminó como empezó. De nuevo un relato cíclico de la vida. Debutó en 1994 en un partido de Defensor Sporting contra Liverpool, de Uruguay; y ayer, vistiendo la camiseta de Sud América, enfrentó también al mismo equipo que lo vio del otro lado cuando tenía 17 años.

Casi tres décadas cuyas anécdotas no caben en esta página, en las que no solo fue Maradona, sino también otros referentes del fútbol mundial como Diego Forlán, con quien compartió vestuario en la selección de Uruguay, o Pep Guardiola, con quien jugó en México.

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“El Loco” que asumió su derecho al delirio, como lo dijo su compatriota Eduardo Galeano cuando afirmó que “en este mundo chambón y jodido seremos capaces de vivir cada día como si fuera el primero y cada noche como si fuera la última”. Y así realizó su carrera en el fútbol, con una vida nómada, con una frialdad que se demostró, entre tantos otros momentos, en la clasificación de Uruguay a las semifinales del Mundial de Sudáfrica 2010 contra Ghana, cuando emuló, como también lo hizo en varias ocasiones, el cobro de Panenka desde el punto penal.

Defensor Sporting (Uruguay), San Lorenzo (Argentina), Deportivo de La Coruña (España), Gremio (Brasil), Tecos (México), volvió a San Lorenzo y pasó a Nacional (Uruguay), Cruz Azul, América, volvió a Tecos, volvió a Nacional y luego fue al Dorados de Sinaloa, Monterrey, San Luis, Tigres (México), River Plate (Argentina), Beitar Jerusalén (Israel), Real Sociedad (España); Aris Salónica (Grecia), Botafogo, Figueirense (Brasil), retornó una vez más a Nacional, pasó a Rosario Central (Argentina), Aucas (Ecuador), una vez más estuvo en Nacional, se fue a Sol de América (Paraguay), Santa Tecla (El Salvador), Bangu (Brasil), Central Español (Uruguay), Puerto Montt, Audax Italiano, Deportes Magallanes (Chile), Río Branco (Brasil), retornó a Santa Tecla para ser técnico y jugador; fue a Boston River (Uruguay), donde también fue entrenador y jugador; fue al Athletic Club de Brasil, pero el coronavirus le impidió competir con esta camiseta y volvió, ya para quedarse, en Uruguay y al Sud América, equipo que tuvo el honor de hacerle su despedida como futbolista profesional. En orden, estos fueron los 31 equipos por los que pasó “El Loco” Abreu en 27 años de carrera; los blancos, rojos, azules, verdes, amarillos y sus tonalidades, esos son los colores de la errancia.

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Es normal ver que los jugadores van de un club a otro, que todos sueñan con vestir la camiseta de un club grande, que las oportunidades y el nivel de competencia llaman a cualquiera a dejar un puerto para buscar uno mejor y sentir que pasa el tiempo y en él todos se superan y cumplen sus sueños. Abreu jugó en varios equipos históricos, pero su ir y venir por el mundo se debió a algo más que el dinero o la incomodidad de no hallarse en alguno de los lugares a los que perteneció momentáneamente.

“Estar en un grande, es donde siempre estuve. Allí sos una pieza importante en el vestuario, ya no vas a generar algo diferente porque hay cuatro o cinco más que también tuvieron trayectoria. Al poder ir a equipos que no tienen la posibilidad, vas al vestuario a aportar, sin querer llegar con la voz de mando sino a predicar con el ejemplo. Empecé con esa dinámica. Busco la felicidad plena: jugar. Y en esos lugares ibas a jugar porque se necesitan esas características en esos equipos que no tienen tantos atributos económicos para contratar”, aseguró el uruguayo.

El lado amable del ego, el que busca predicar con el ejemplo. Saber cuando retirarse y entender que el ejemplo también se da al marcharse. Más locura que terquedad lo ancló al césped por casi tres décadas. Fueron más de 400 goles en cerca de 800 partidos en clubes y setenta compromisos con la selección de Uruguay, en los que anotó 26 tantos, jugó dos mundiales y ganó la Copa América 2011.

El récord de los 31 equipos puede ser, con dificultad, superado, pero el mensaje que quiso dejar en cada club es lo que no se borra, lo cuantificable es indispensable, pero no siempre es lo trascendental. Lo intangible es lo que suele quedar y detrás de las cifras, queda su historia, esa historia que desde hace un par de años también se empezó a escribir. Desde ayer se habla en pasado de su carrera como futbolista, y a partir de ahora se hablará en presente de su legado como director técnico.

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