Sebastián Rincón, en el nombre del padre
Freddy, uno de los jugadores más importantes de la historia del fútbol colombiano, y su hijo, que hace parte de Tigre, se reunieron con El Espectador en Buenos Aires y compartieron sus experiencias.
Daniel Avellaneda
Anochece en Vicente López y, sobre la costa del Río de la Plata, la luna acompaña un desfile de carros, atletas y patinadores. El plantel de Godoy Cruz de Mendoza, de pretemporada en Buenos Aires, se toma un recreo. Hay ruido de pelota en ese suburbio de la zona norte del Gran Buenos Aires. Pero muy cerca, en el hotel Ramada, los pases cortos están a cargo de la familia Rincón. Ahí está Freddy, con su figura inconfundible y la juventud perenne, burlando al fútbol como si fuera un retrato de Dorian Grey. A los 49 años luce igual a aquellos tiempos en los que vestía la camiseta tricolor. Llegó a Argentina para visitar a Sebastián, su heredero, el delantero de Tigre, de flamantes 22 años, que busca pegar el salto en el fútbol de estas tierras.
Se están poniendo al día padre e hijo, afirmando ese vínculo que es fuerte a pesar de la distancia. Y basta pasar un rato con los dos colombianos para comprobar que no mienten cuando dicen que son amigos. Queda claro en la entrevista exclusiva con El Espectador. Sonrisas, bromas, recuerdos de partidos en barrios vallecaucanos, anécdotas que fluyen en un ida y vuelta imperdible.
“Todavía estoy esperando que Sebastián me prepare el asado que hacen los argentinos. Él me manda fotos de la parrilla y me dice que le salen de maravilla. La carne se ve linda. Pero yo no sé si está capacitado, ja ja”, dispara Freddy, ocurrente, y despierta las carcajadas de Sebastián, que se asoman debajo de una gorra que parece indeleble.
¿Y aprendió a jugar su hijo, Freddy?
Creo que ha aprendido mucho. Y lo más importante es que vino muy joven a Argentina. Mientras más chico es uno, más aprende. Por lo que veo y siento, está adaptado al país y al fútbol argentino.
¿Es un padre de aconsejar mucho?
Consejos siempre hay porque uno rodó mucho. Si les cuento mis experiencias a personas que no son parte de mi familia, imagínese a mi hijo. De todos modos, yo le puedo hablar mucho, pero el que resuelve dentro de la cancha es él.
Sebastián, ¿cómo es Freddy como padre?
Más que un padre es un amigo. Compartimos mucho, nos reímos... Eso sí, cuando me tiene que jalar las orejas, lo hace. Y me da esos consejos que siempre hay que escuchar. Soy un beneficiado de tenerlo como padre.
¿Y cómo es Sebastián como hijo, Freddy?
Sebastián es tranquilo. Nosotros conversamos mucho, charlamos de todo, no sólo de fútbol. Yo creo que uno tiene que respaldar a su hijo. Y se le brinda la experiencia porque el amigo está para eso, para aconsejar y ayudar.
¿Qué tiene Sebastián de usted?
El apellido, ja ja… De pronto tiene mi malicia. Y muchas condiciones que son propias y que le dan su estilo.
¿En qué se ve parecido a su papá?
Si bien juego en una posición diferente, heredé su velocidad. Ojalá pueda crecer como futbolista y parecerme a él.
Usted fue un futbolista consagrado en Colombia. ¿Es un peso para su hijo la inevitable comparación?
En cierto momento es complicado y depende de como se tome. Él sabe que siempre va a escuchar que es “el hijo de”, pero tiene que hacer su propia historia, es su turno de triunfar. Y estoy seguro de que lo hará.
¿Es difícil llevar el apellido Rincón, Sebastián?
Tengo claro que siempre van a decir que soy el hijo de Freddy. Pero yo trato de hacer lo que aprendí. Hace dos años que juego en el fútbol argentino y aproveché cada oportunidad que me dieron para tener mi nombre propio aquí.
¿Cuál fue el mejor consejo que le dio su padre?
Que uno como futbolista siempre tiene que mantener la humildad y tener las metas bien claras para luchar por ellas.
El camino
Los Rincón se divierten cuando Freddy cuenta que a un pequeño Sebastián le tiraba túneles en el patio de la casa. “Se enojaba mucho. Siempre ha sido bravo”, dice el exmediocampista de la selección, Santa Fe, América, Palmeiras, Nápoli, Real Madrid, Corinthians, Santos y Cruzeiro. “Eso hacía cuando era pequeño; me hacía calentar un poco. Más cuando venía del hombre, porque me hacía bromas. Cuando nos enfrentamos, tengo que ir con las piernas cerradas. Pero él se tiene que cuidar de alguna patada, je”, devuelve Sebastián, risueño como su papá. Eran tiempos en los que Freddy proyectaba un futuro de futbolista para su propia sangre, por lo que lo inscribió en la escuela de Hernán Darío Herrera, exjugador de la tricolor. Allí fueron los primeros pasos de Rinconcito antes de integrar las filas de las divisiones menores de Deportivo Cali y, luego de un paso fugaz por Santa Fe y Portland Timbers de EE. UU., recalar en el fútbol de Argentina.
¿Se tiene confianza para integrar la selección, como lo hizo su padre?
Para cualquier futbolista, el sueño es representar al país. Tengo muchas ganas de ser parte de la selección. Hoy está complicado porque hay delanteros de primer nivel y muchos juegan en Europa. Pero yo no pierdo la fe.
¿Ve en la selección a su hijo?
Sí, claro. Pero yo creo que tiene mucho que aprender y madurar todavía. Y en la medida que tenga continuidad y vaya rindiendo en Tigre, va a llamar la atención del técnico de la selección.
A propósito de Tigre, ¿qué se puede esperar del “Matador” en el campeonato argentino, Sebastián?
Cuando llega un técnico nuevo, como es el caso de Mauro Camoranesi, la esperanza se les renueva a todos los jugadores. Tigre, sin hacer ruido, ha hecho una gran pretemporada. Esperemos que se nos den los resultados.
¿Le tiene fe al equipo de su hijo, Freddy?
Claro. Lo he visto el año pasado y tiene buenos jugadores. Y ahora tienen a un exjugador que ha triunfado en el ámbito mundial. Es una oportunidad muy grande la que tiene Tigre: poder aprovechar a Camoranesi, que si hace carrera como técnico como la hizo como futbolista, será muy importante.
Anochece en Vicente López y, sobre la costa del Río de la Plata, la luna acompaña un desfile de carros, atletas y patinadores. El plantel de Godoy Cruz de Mendoza, de pretemporada en Buenos Aires, se toma un recreo. Hay ruido de pelota en ese suburbio de la zona norte del Gran Buenos Aires. Pero muy cerca, en el hotel Ramada, los pases cortos están a cargo de la familia Rincón. Ahí está Freddy, con su figura inconfundible y la juventud perenne, burlando al fútbol como si fuera un retrato de Dorian Grey. A los 49 años luce igual a aquellos tiempos en los que vestía la camiseta tricolor. Llegó a Argentina para visitar a Sebastián, su heredero, el delantero de Tigre, de flamantes 22 años, que busca pegar el salto en el fútbol de estas tierras.
Se están poniendo al día padre e hijo, afirmando ese vínculo que es fuerte a pesar de la distancia. Y basta pasar un rato con los dos colombianos para comprobar que no mienten cuando dicen que son amigos. Queda claro en la entrevista exclusiva con El Espectador. Sonrisas, bromas, recuerdos de partidos en barrios vallecaucanos, anécdotas que fluyen en un ida y vuelta imperdible.
“Todavía estoy esperando que Sebastián me prepare el asado que hacen los argentinos. Él me manda fotos de la parrilla y me dice que le salen de maravilla. La carne se ve linda. Pero yo no sé si está capacitado, ja ja”, dispara Freddy, ocurrente, y despierta las carcajadas de Sebastián, que se asoman debajo de una gorra que parece indeleble.
¿Y aprendió a jugar su hijo, Freddy?
Creo que ha aprendido mucho. Y lo más importante es que vino muy joven a Argentina. Mientras más chico es uno, más aprende. Por lo que veo y siento, está adaptado al país y al fútbol argentino.
¿Es un padre de aconsejar mucho?
Consejos siempre hay porque uno rodó mucho. Si les cuento mis experiencias a personas que no son parte de mi familia, imagínese a mi hijo. De todos modos, yo le puedo hablar mucho, pero el que resuelve dentro de la cancha es él.
Sebastián, ¿cómo es Freddy como padre?
Más que un padre es un amigo. Compartimos mucho, nos reímos... Eso sí, cuando me tiene que jalar las orejas, lo hace. Y me da esos consejos que siempre hay que escuchar. Soy un beneficiado de tenerlo como padre.
¿Y cómo es Sebastián como hijo, Freddy?
Sebastián es tranquilo. Nosotros conversamos mucho, charlamos de todo, no sólo de fútbol. Yo creo que uno tiene que respaldar a su hijo. Y se le brinda la experiencia porque el amigo está para eso, para aconsejar y ayudar.
¿Qué tiene Sebastián de usted?
El apellido, ja ja… De pronto tiene mi malicia. Y muchas condiciones que son propias y que le dan su estilo.
¿En qué se ve parecido a su papá?
Si bien juego en una posición diferente, heredé su velocidad. Ojalá pueda crecer como futbolista y parecerme a él.
Usted fue un futbolista consagrado en Colombia. ¿Es un peso para su hijo la inevitable comparación?
En cierto momento es complicado y depende de como se tome. Él sabe que siempre va a escuchar que es “el hijo de”, pero tiene que hacer su propia historia, es su turno de triunfar. Y estoy seguro de que lo hará.
¿Es difícil llevar el apellido Rincón, Sebastián?
Tengo claro que siempre van a decir que soy el hijo de Freddy. Pero yo trato de hacer lo que aprendí. Hace dos años que juego en el fútbol argentino y aproveché cada oportunidad que me dieron para tener mi nombre propio aquí.
¿Cuál fue el mejor consejo que le dio su padre?
Que uno como futbolista siempre tiene que mantener la humildad y tener las metas bien claras para luchar por ellas.
El camino
Los Rincón se divierten cuando Freddy cuenta que a un pequeño Sebastián le tiraba túneles en el patio de la casa. “Se enojaba mucho. Siempre ha sido bravo”, dice el exmediocampista de la selección, Santa Fe, América, Palmeiras, Nápoli, Real Madrid, Corinthians, Santos y Cruzeiro. “Eso hacía cuando era pequeño; me hacía calentar un poco. Más cuando venía del hombre, porque me hacía bromas. Cuando nos enfrentamos, tengo que ir con las piernas cerradas. Pero él se tiene que cuidar de alguna patada, je”, devuelve Sebastián, risueño como su papá. Eran tiempos en los que Freddy proyectaba un futuro de futbolista para su propia sangre, por lo que lo inscribió en la escuela de Hernán Darío Herrera, exjugador de la tricolor. Allí fueron los primeros pasos de Rinconcito antes de integrar las filas de las divisiones menores de Deportivo Cali y, luego de un paso fugaz por Santa Fe y Portland Timbers de EE. UU., recalar en el fútbol de Argentina.
¿Se tiene confianza para integrar la selección, como lo hizo su padre?
Para cualquier futbolista, el sueño es representar al país. Tengo muchas ganas de ser parte de la selección. Hoy está complicado porque hay delanteros de primer nivel y muchos juegan en Europa. Pero yo no pierdo la fe.
¿Ve en la selección a su hijo?
Sí, claro. Pero yo creo que tiene mucho que aprender y madurar todavía. Y en la medida que tenga continuidad y vaya rindiendo en Tigre, va a llamar la atención del técnico de la selección.
A propósito de Tigre, ¿qué se puede esperar del “Matador” en el campeonato argentino, Sebastián?
Cuando llega un técnico nuevo, como es el caso de Mauro Camoranesi, la esperanza se les renueva a todos los jugadores. Tigre, sin hacer ruido, ha hecho una gran pretemporada. Esperemos que se nos den los resultados.
¿Le tiene fe al equipo de su hijo, Freddy?
Claro. Lo he visto el año pasado y tiene buenos jugadores. Y ahora tienen a un exjugador que ha triunfado en el ámbito mundial. Es una oportunidad muy grande la que tiene Tigre: poder aprovechar a Camoranesi, que si hace carrera como técnico como la hizo como futbolista, será muy importante.