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Al minuto 76 todo era alegría en el Santiago Bernabéu. Cristiano Ronaldo había empatado un partido complicado para el Real Madrid contra el Bayern Múnich. De cabeza, el portugués puso el 1-1 parcial que le daba tranquilidad al equipo de Zidane y lo dejaba a 14 minutos de clasificar a las semifinales de la Liga de Campeones.
Pero en el fútbol, como en todos los deportes, "el partido no se acaba hasta que se termina", como bien lo dijo el beisbolista Yogi Berra. En este caso, hasta que no se cumpla el tiempo reglamentario. Y dos minutos después de la algarabía y la celebración por el gol de Ronaldo, Sergio Ramos se enredó con un balón que bajó Thomas Müller con el pecho y lo terminó metiendo en la portería defendida por Keylor Navas.
El arquero costarricense se lanzó desesperadamente para cortar el recorrido del balón. Voló para intentar sacar el esférico con sus brazos, pero fue imposible. El camino que había tomado el balón ya no tenía desvío, iba directamente a encontrarse con la red y nada ni nadie se iba interponer en su camino.
Los aficionados no lo podían creer: unos se tomaron la cabeza, otros taparon su cara. La serie se igualaba ante un rival, que hasta ese minuto, parecía muy superior al conjunto merengue. La preocupación se tomó el Bernabéu. El estadio que dos minutos antes parecía celebrar la clasificación estaba mudo, por el enredo de uno de sus jugadores icónicos.
El 2-1 en el marcador y el 2-2 en el global obligó a que el encuentro se definiera en tiempo extra. Cristiano Ronaldo se encargó de devolverle la alegría al Santiago Bernabéu. Con dos goles en el tiempo suplementario sentenció el partido a favor del Madrid, que terminó con un jugador más por la expulsión de Arturo Vidal antes de finalizar los 90 minutos.