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Mi primer ciclo como entrenador de River Plate fue en 1989, cuando Osvaldo Di Carlo era el presidente del club. Pero perdió las elecciones y decidí renunciar por una cuestión de códigos. Mi segunda etapa como técnico de los millonarios se produjo en 2005. Llegué el 28 de agosto, después de que Leonardo Astrada había renunciado. River no andaba bien y había que cambiar la imagen porque se trata de un equipo grande, el más importante de todo el país. Entonces, conocí a Radamel Falcao García. Y aunque siempre supe que iba a ser un gran futbolista, lo que está consiguiendo en Europa es todo un síntoma de que su rendimiento no tiene techo.
Tenía el pelo corto como lo luce ahora en Europa. Jugaba en la Reserva y casi no había tenido oportunidades en Primera. Lo había hecho debutar Astrada, en el torneo Clausura. Entró faltando cinco minutos en un partido que River le ganó a Instituto. Tenía la camiseta número 33. Después, jugó tres encuentros más, siempre entrando desde el banco. Pero el que lo bautizó desde el comienzo de un partido fui yo. Es que lo había visto tres o cuatro partidos en los preliminares. Entonces le dije a mi ayudante, mi amigo y mano derecha, El Polaco René Daulte: “Este pibe tiene que jugar en Primera. Ya mismo. Te aseguro que la va a romper”.
Por eso, de un día para el otro, lo subí a Primera y lo hice entrenar con los profesionales. Ya habíamos perdido tres partidos consecutivos y se venía un clásico con Independiente. No había forma de seguir resignando puntos para nosotros. Por eso me decidí por ponerlo de titular. Era el 2 de octubre y ese mismo domingo, en la concentración, pasé por la pieza del colombiano. Yo tenía claro que lo iba a hacer jugar todo el partido. Pero, igualmente, le pregunté: “Pibe, ¿está bien para jugar 20 minutos?”. Y él me contestó: “Profe, yo estoy para jugar los 90”. Ahí me di cuenta de que había hecho bien en incluirlo entre los titulares. Porque su respuesta fue un testimonio del hambre de gloria que debe tener un jugador en esa circunstancia, cuando está ante la primera gran posibilidad de su carrera. Era lo que yo quería escuchar.
Y ese día, con su presencia, sorprendí a todos. Porque me había guardado el as en la manga. Falcao la rompió. Hizo dos goles, uno mejor que el otro. Y le ganamos 3 a 1 al Independiente que dirigía Julio César Falcioni. Yo sabía que me iba a responder por la confianza que le di. Ya le veía condiciones en Reserva. Y no me equivoqué, claro. Porque sólo había visto a un jugador con sus características: Marco Van Basten.
Sí, Falcao tiene cosas de ese brillante goleador holandés. Por la capacidad que tiene para definir, por cómo para la pelota con el pecho,porque es un jugador de área, técnico, impredecible. Dentro del cuadro es fulminante, tiene medio gol asegurado. Con la pelota dominada, te mata. Y como dijo El Cholo Simeone, es un depredador del área, tiene un instinto asesino cada vez que enfrenta al arquero. No abundan en el mundo muchos jugadores como él.
Es de esos número 9 que nos gustan a los argentinos, a los que tenemos buen ojo para el fútbol: gambetea, se tira atrás para recibir el pase, descargar y mostrarse como referencia en los metros finales.Pica a los espacios vacíos con toda naturalidad. Es potente, goleador, contundente. Tiene muchas virtudes. Y lo mejor de todo es que no ha mostrado todo su potencial. Porque desde que empezó a tener continuidad conmigo, en River, ha ido evolucionando permanentemente. No es el mismo jugador que entonces. Tampoco es igual a aquel que jugó en el Porto o en el Atlético de Madrid. Cada vez está mejor, más completo, más maduro. Por eso ganó dos Europa League y fue su pichichi.
Simeone le agregó al sacrificio que siempre tuvo un elemento que lo hizo ser más determinante: la intensidad y el compromiso en la búsqueda. Se nota que El Cholo sabe cómo exprimirle el jugo a su máxima figura. Hoy a Falcao se le ve más metedor. Porque en el fútbol, jugador se nace y después se hace. Y aunque Radamel estaba predestinado a ser un gran protagonista de este deporte, por la herencia paterna y por su talento innato, el aprendizaje que tuvo en la cantera de River y que fue tomando de todos los técnicos que lo dirigieron, hoy lo hace ser un futbolista de otro planeta.
Yo también tuve la oportunidad de dirigir a Diego Milito en Racing Club. Y, como Falcao, él era un gran proyecto de delantero. Pero a diferencia de este extraordinario atacante, Radamel es más 9. Milito jugaba por la raya, era desborde y gol. Y todo lo que lleva a cabo en los entrenamientos, lo repite sobre el verde césped. Gracias a él, con River pegamos una levantada bárbara. Lástima que después me tuve que ir por una cuestión interna. Entonces me reemplazó Daniel Passarella. Y con él también rindió, por supuesto.
Falcao es una solución inmediata para los técnicos. Y en ese sentido, yo creo que José Pékerman tiene mucha suerte. Es fundamental para la selección de Colombia. Con él dentro del campo de juego, es imposible que la tricolor se quede afuera del Mundial de Rusia 2018. Y como persona es un gran pibe, un profesional bárbaro, con todas las letras. Siempre respetuoso. Cuando lo dirigí o cuando me lo crucé hace poco tiempo, me demostró cariño y gratitud. Ese es otro de los atributos que a Falcao lo hacen muy grande entre los grandes del fútbol.
*Texto recuperado el 2 de octubre de 2018. Reinaldo Carlos Merlo, alias ‘Mostaza’, fue el técnico que hizo debutar como titular a Falcao en River Plate, el 2 de octubre de 2005.