Jugar de falso nueve tras un desprendimiento de retina, y convertirse en leyenda
Eduardo Gonçalves de Andrade, el eterno Tostão, celebra este martes 75 años de una existencia colmada de zurdazos geniales, literatura y medicina.
“No tengo ni un tostão”, se dice en Brasil cuando se atraviesa una situación económica difícil, porque así se le llamaba antes a la moneda de menor valor en ese futbolero país, donde nació Eduardo Gonçalves de Andrade el 25 de enero de 1947, hace exactamente 75 años. En Belo Horizonte, capital del estado de Mina Gerais, el protagonista de estas letras escuchó a través de la radio, junto a su madre Osvaldina, las maravillas de un tal Pelé en el Mundial de Suecia 58.
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“No tengo ni un tostão”, se dice en Brasil cuando se atraviesa una situación económica difícil, porque así se le llamaba antes a la moneda de menor valor en ese futbolero país, donde nació Eduardo Gonçalves de Andrade el 25 de enero de 1947, hace exactamente 75 años. En Belo Horizonte, capital del estado de Mina Gerais, el protagonista de estas letras escuchó a través de la radio, junto a su madre Osvaldina, las maravillas de un tal Pelé en el Mundial de Suecia 58.
(Ángel Cappa: “El fútbol está agonizando”)
El apodo de “Tostão”, que se haría eterno en la historia del fútbol, se lo dieron sus compañeros de juego años después, porque lo veían muy pequeño en comparación a los demás. Pero el talento no tiene tamaño. Es de unos privilegiados como Eduardo, que después de deleitar con su zurda en el América Mineiro se convirtió en ídolo de Cruzeiro, con el que ganó siete títulos y vivió un partido que marcó su existencia.
El 24 de septiembre de 1969, en el Pacaembú ante Corinthians, en una jugada que pintaba como normal, Ditao, obviamente sin la intención de las consecuencias posteriores, le pegó un pelotazo en el ojo izquierdo a Tostão. ¿El diagnóstico? Desprendimiento de un 20 % de la retina izquierda. El médico Roberto Moura lo trató en Houston (Estados Unidos) y el hombre que tenía una gran visión de juego pudo volver al verde césped.
Con menos de 20 años había estado en el fracaso brasileño en Inglaterra 66 y ya había sido parte de la clasificación de su país para México 70, donde se hizo legendario gracias a su rendimiento individual y el colectivo de un equipo que será infinito y recordado por las maravillas que bordaron Gerson, Clodoaldo, Jairzinho, Pelé y Rivelino.
“Antes del Mundial del 66 yo tenía 19 años y me llevaban a los amistosos como el relevo de Pelé. Todos consideraban que yo debía ser su relevo porque ocupaba la misma posición: bajaba al mediocampo para recibir, como hacía Pelé... No era un futbolista para estar cerca de la portería. Durante años fui el suplente de Pelé. Hasta que, en las eliminatorias del 69, el seleccionador Joao Saldanha me dijo: ‘Usted va a jugar al lado de Pelé’. Esas eliminatorias fueron mi mejor momento en toda mi carrera con la selección. Nos entendíamos muy bien, porque Pelé, antes de que la pelota le llegara, cuando la recibía Gerson o Rivelino, él empezaba a moverse y me miraba. Como diciendo: ‘Presta atención a lo que voy a hacer’. Exigía concentración máxima. Antes de que le llegara la pelota él ya te estaba incitando. Era de una inteligencia tal, que para acompañar su raciocinio había que ser muy rápido. Cuando Zagallo nos vio cambió de opinión y decidió que jugaríamos juntos el Mundial”, explicó en una entrevista con El País de España el histórico Tostão.
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Ese legendario equipo de Brasil de 70 ha sido estudiado, alabado, catalogado… Aunque algunos sostienen que su sistema era un 4-2-4, Tostão considera que era un 4-3-3, “porque Rivelino, Gerson y Clodoaldo formaban una línea de tres medios. Jairzinho, Pelé y yo nos movíamos arriba, pero intercambiando mucho las posiciones. Jairzinho conseguía ser extremo y delantero centro. Pelé bajaba para armar, pero muchas veces se tiraba a la izquierda como extremo. Rivelino intercambiaba el extremo izquierdo con el mediocampo. La movilidad era muy grande a partir de una referencia táctica”.
Jugando como falso nueve, Tostão facilitó el desempeño de Pelé. Y es que para el zurdo esa debe ser la función en esa posición, en la que hay que “jugar a un toque. Dos como máximo. Cuando la pelota le llega ya la tiene que tener dominada y tiene que saber dónde están los compañeros. Rápidamente. El juego no se puede parar. Si controlas la pelota y la frenas, la jugada se detiene y la defensa te cierra los espacios. Esa era una de mis características. En el Cruzeiro yo jugaba mucho a un toque. Cuando llegué a la selección un día durante un partido vino Gerson y me dijo: ‘Oye, juega con dos toques en vez de uno, ¡que así me dará tiempo de llegar!’. Yo le dije: ‘Vale, con Pelé y Jairzinho jugaré a un toque, y contigo a dos’”.
Antes de eso, Zagallo pensaba que Tostão, quien también es conocido como “el Pelé blanco”, sería el reemplazante natural de Edson Arantes do Nascimento y no podían jugar juntos. Veía a Dadá acompañando a Pelé. Pero en México el histórico técnico le dijo a Tostão: “¿Tú podrías jugar por delante de Pelé, sin bajar mucho, como hacías en el Cruzeiro?”. Y el crack respondió: “No hay problema. Voy a jugar como Evaldo en el Cruzeiro. Él es un facilitador que se mueve en el área. Él me ayuda a llegar con claridad. Yo haré lo mismo para Pelé y Jairzinho en la selección”. Y fueron campeones, con exhibiciones antológicas.
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El ojo izquierdo que había utilizado Tostão para observar todo en el campo volvió a pedir atención. En 1973 se le inflamó, regresó a Houston, se sometió a cinco cirugías y la sentencia del médico Moura fue clara: si seguía jugando, corría el riesgo “de perder totalmente la visión del ojo izquierdo”. El 10 de febrero anotó su gol 300 y se retiró con apenas 26 años. Abandonó el fútbol, pero no a sus amados libros. Por su fervor a la literatura ya era fanático de Vinicius de Moraes, Jorge Amado, Truman Capote y Ernest Hemingway, cuyas letras combinó con las del estudio de la medicina especializada en oftalmología.
El astro que tenía en su cabeza un radar de lo que sucedió en la cancha ha ayudado a otros seres humanos con sus problemas de visión. No obstante, como dice Ángel Cappa, el amor por la pelota es “una pasión que solamente termina con la vida”. Por eso aceptó la invitación para ejercer como comentarista en el Mundial de Estados Unidos 94, cuando Brasil volvió a ser campeón después de la maravillosa obra de la que él hizo parte en México 70. En la cafetería del Cotton Bowl de Dallas, en el marco del Holanda 2-3 Brasil de cuartos de final, conoció a Alfredo Di Stéfano, quien le expresó su admiración y le dijo: “Permiso, ¿puedo hablarle un momento”. Desde entonces Tostão se convenció de que no se podía volver a alejar del fútbol y no ha dejado de comentar y escribir sobre el deporte que él ayudó a revolucionar.