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                                                                                                                                Yo, Mané Garrincha

                                                                                                                                Evocación del astro del fútbol de Brasil, en momentos en que su país es nuevamente anfitrión de un campeonato mundial de fútbol.

                                                                                                                                Óscar Dominguez G.

                                                                                                                                Garrincha en compañía de Óscar Restrepo Pérez, Trapito, (derecha) y de su hermano Orlando, en épocas en que el periodista deportivo era aún recogebolas del estadio Atanasio Girardot, de Medellín. /Cortesía.
                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Jugábamos con balones proletarios, de trapo, o hechos con periódicos de ayer y amarrados con pita, para que no se desperdigaran los goles.
                                                                                                                                Los sofisticados balones de hoy son un tanto afeminados: tienen de todo, solo les falta sauna y manicurista.

                                                                                                                                Pensando en mí, sospecho, Passolini escribió que “el goleador de un campeonato es siempre el mejor poeta del año”. Javier Marías, escritor y académico, dice que “el fútbol es la recuperación semanal de la infancia”. Falso: es la recuperación diaria.

                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                Vinicius también me dedicó un soneto: El ángel de las piernas tortas. (traducción, al final). Sí, afortunadamente, nací con las piernas desobedientes: que la una para acá, que la otra para allá; que la derecha seis centímetros más corta que la izquierda. Todo gracias a una madrugadora poliomielitis.

                                                                                                                                Como venía con el chip para jugar exquisito fútbol, convertí la poliomielitis en arte. De ambas piernas me serví para mi oficio. Los zurdos, incluido Maradona, también son gente. Muchos ven algo de Chaplin en mi forma de interpretar ese deporte. Lo mío era samba con balón.

                                                                                                                                Cuando sigo el fútbol desde mi hábitat entre las estrellas, evoco la fugaz inmortalidad que nos depara el gol. Yo los hice durante 19 años en equipos de mi país, y en el Júnior, de Barranquilla, cuando mi fútbol empezaba a ocultarse, como el sol de los venados.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Los de mi generación casi ni aprendimos a leer. Preferíamos vivir, y practicar el “jogo bonito”. Poco supimos de lidiar la fugaz fama.

                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                Aprovechándose de mi nobleza, me obligaban a firmar contratos en blanco con mi primer gran empleador, el Botafogo. ¡Cristo Redentor de Corcovado si me explotaron!

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Por esa y otras razones que solo a mí conciernen, llegué escaso de metal al ocaso de la andadura. Y ciego, convertido en Borges del gol. Lo que no deja de ser una ironía, porque el gaucho memorioso pocón de fútbol.

                                                                                                                                En la película “Garrincha, estrella solitaria”, de Milton Alencar Jr., privilegian este aspecto de mi vida, privado de la luz. La película que a veces es documental, me pareció bella, a pesar de que la crítica no ha sido benévola con ella. Hay más leyenda que realidad, pero así fue mi vida. A veces ni yo mismo sabía si estaba viviendo mi propia leyenda. Gajes del oficio de ser Garrincha.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Me parece que a la película le ha hecho falta público. Y mejores teatros. Mis agradecimientos a André Goncalves, quien me encarnó en la cinta. ¡Qué garotas te tocó llevar a la cama en la película, viejo!

                                                                                                                                Los colegas que me dieron el codazo generacional, sí saben de negocios. Han convertido el fútbol en una máquina de hacer plata. Al lado de compañeros de rumba y mujeres de viento, sacadas de la pasarela, tienen asesores económicos políglotas, fugados de Harvard. Los que me han sucedido en el campo de juego se defienden lo mismo en la mesa, el spa, el turco, la junta de negocios, que en el campo de juego.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Que lo disfruten. Se lo merecen. Ellos, como yo, somos payasos que tenemos el encargo de distraer a los hinchas que “son cosa vana, variable y ondeante”.

                                                                                                                                Antes se hablaba de pan y circo. El circo de ahora lo ponemos los futbolistas. Menos mal, la torta económica está mejor repartida. No en todas partes, por supuesto. Los de abajo siguen siendo los de abajo. Los Garrinchas.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Messi, Ronaldo, Neymar,mi paisano, la nueva joya de la corona brasileña, ganan y gastan. Pero no se enloquecen con el billete. Y hacen bien. Me quedo con Neymar, ahora en el Barcelona, quien juega con la alegría, las ganas y la picardía que exhibía yo en Pau Grande. Espero que con él ganaremos la sexta copa.

                                                                                                                                Quienes nos dieron el codazo generacional hicieron su master en los potreros, la mejor universidad. Ellos tienen más de Garrincha, el pájaro pobre y veloz que me prestó su nombre y en el cual reencarnaba cada vez que hacía un gol, así fuera en Pau Grande, en Suecia o en Santiago, donde fuimos campeones del mundo.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Al final de mis cincuenta años me goleó el alcoholismo. No pude resistir su dribling endiablado. Lo digo yo que enloquecía a mis marcadores con mi prestidigitación. Gallego, mi marcador cuando enfrentamos a Millonarios, en Bogotá, todavía me está buscando.

                                                                                                                                Como se lo dije a manera de epitafio a Cepeda Samudio, un periodista barranquillero: “Yo viví la vida, la vida no me vivió a mi”. Con el gorrión de París, Edith Piaf - Garrincha de la voz- aprendí que “uno tiene que merecerse la muerte”. Pensando en nosotros, creo, otro paisano, Geraldino Brasil, escribí. “Las personas no mueren, quedan encantadas”. En fin, hice mi tarea. Ahí les dejo el cuero. Y la menina, como le decimos al balón en mi país.

                                                                                                                                Garrincha en compañía de Óscar Restrepo Pérez, Trapito, (derecha) y de su hermano Orlando, en épocas en que el periodista deportivo era aún recogebolas del estadio Atanasio Girardot, de Medellín. /Cortesía.
                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Jugábamos con balones proletarios, de trapo, o hechos con periódicos de ayer y amarrados con pita, para que no se desperdigaran los goles.
                                                                                                                                Los sofisticados balones de hoy son un tanto afeminados: tienen de todo, solo les falta sauna y manicurista.

                                                                                                                                Pensando en mí, sospecho, Passolini escribió que “el goleador de un campeonato es siempre el mejor poeta del año”. Javier Marías, escritor y académico, dice que “el fútbol es la recuperación semanal de la infancia”. Falso: es la recuperación diaria.

                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                Vinicius también me dedicó un soneto: El ángel de las piernas tortas. (traducción, al final). Sí, afortunadamente, nací con las piernas desobedientes: que la una para acá, que la otra para allá; que la derecha seis centímetros más corta que la izquierda. Todo gracias a una madrugadora poliomielitis.

                                                                                                                                Como venía con el chip para jugar exquisito fútbol, convertí la poliomielitis en arte. De ambas piernas me serví para mi oficio. Los zurdos, incluido Maradona, también son gente. Muchos ven algo de Chaplin en mi forma de interpretar ese deporte. Lo mío era samba con balón.

                                                                                                                                Cuando sigo el fútbol desde mi hábitat entre las estrellas, evoco la fugaz inmortalidad que nos depara el gol. Yo los hice durante 19 años en equipos de mi país, y en el Júnior, de Barranquilla, cuando mi fútbol empezaba a ocultarse, como el sol de los venados.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Los de mi generación casi ni aprendimos a leer. Preferíamos vivir, y practicar el “jogo bonito”. Poco supimos de lidiar la fugaz fama.

                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                Read more!

                                                                                                                                Siempre creí que el dinero no hace la felicidad, pero ¡cuánto ayuda! Es mejor ser rico que ser pobre, como dicen que decía un boxeador.

                                                                                                                                Aprovechándose de mi nobleza, me obligaban a firmar contratos en blanco con mi primer gran empleador, el Botafogo. ¡Cristo Redentor de Corcovado si me explotaron!

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Por esa y otras razones que solo a mí conciernen, llegué escaso de metal al ocaso de la andadura. Y ciego, convertido en Borges del gol. Lo que no deja de ser una ironía, porque el gaucho memorioso pocón de fútbol.

                                                                                                                                En la película “Garrincha, estrella solitaria”, de Milton Alencar Jr., privilegian este aspecto de mi vida, privado de la luz. La película que a veces es documental, me pareció bella, a pesar de que la crítica no ha sido benévola con ella. Hay más leyenda que realidad, pero así fue mi vida. A veces ni yo mismo sabía si estaba viviendo mi propia leyenda. Gajes del oficio de ser Garrincha.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Me parece que a la película le ha hecho falta público. Y mejores teatros. Mis agradecimientos a André Goncalves, quien me encarnó en la cinta. ¡Qué garotas te tocó llevar a la cama en la película, viejo!

                                                                                                                                Los colegas que me dieron el codazo generacional, sí saben de negocios. Han convertido el fútbol en una máquina de hacer plata. Al lado de compañeros de rumba y mujeres de viento, sacadas de la pasarela, tienen asesores económicos políglotas, fugados de Harvard. Los que me han sucedido en el campo de juego se defienden lo mismo en la mesa, el spa, el turco, la junta de negocios, que en el campo de juego.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Que lo disfruten. Se lo merecen. Ellos, como yo, somos payasos que tenemos el encargo de distraer a los hinchas que “son cosa vana, variable y ondeante”.

                                                                                                                                Antes se hablaba de pan y circo. El circo de ahora lo ponemos los futbolistas. Menos mal, la torta económica está mejor repartida. No en todas partes, por supuesto. Los de abajo siguen siendo los de abajo. Los Garrinchas.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Messi, Ronaldo, Neymar,mi paisano, la nueva joya de la corona brasileña, ganan y gastan. Pero no se enloquecen con el billete. Y hacen bien. Me quedo con Neymar, ahora en el Barcelona, quien juega con la alegría, las ganas y la picardía que exhibía yo en Pau Grande. Espero que con él ganaremos la sexta copa.

                                                                                                                                Quienes nos dieron el codazo generacional hicieron su master en los potreros, la mejor universidad. Ellos tienen más de Garrincha, el pájaro pobre y veloz que me prestó su nombre y en el cual reencarnaba cada vez que hacía un gol, así fuera en Pau Grande, en Suecia o en Santiago, donde fuimos campeones del mundo.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Al final de mis cincuenta años me goleó el alcoholismo. No pude resistir su dribling endiablado. Lo digo yo que enloquecía a mis marcadores con mi prestidigitación. Gallego, mi marcador cuando enfrentamos a Millonarios, en Bogotá, todavía me está buscando.

                                                                                                                                Como se lo dije a manera de epitafio a Cepeda Samudio, un periodista barranquillero: “Yo viví la vida, la vida no me vivió a mi”. Con el gorrión de París, Edith Piaf - Garrincha de la voz- aprendí que “uno tiene que merecerse la muerte”. Pensando en nosotros, creo, otro paisano, Geraldino Brasil, escribí. “Las personas no mueren, quedan encantadas”. En fin, hice mi tarea. Ahí les dejo el cuero. Y la menina, como le decimos al balón en mi país.

                                                                                                                                Por Óscar Dominguez G.

                                                                                                                                Ver todas las noticias
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