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La eterna crisis de Millonarios, la opinión de un seguidor azul cansado de sufrir

Con el paréntesis del 2012 donde parecía recobrarse el rumbo del equipo con el campeonato que otorgó la estrella 14, los últimos cuatro años han sido de errores crasos y de total desatino para sortear momentos similares al que hoy se vive.

Redacción Deportes
06 de agosto de 2016 - 01:04 p. m.
Millonarios quedó eliminado de la Copa Águila el pasado jueves tras perder 0-3 contra el Deportes Tolima. Foto: Cristian Garavito - El Espectador
Millonarios quedó eliminado de la Copa Águila el pasado jueves tras perder 0-3 contra el Deportes Tolima. Foto: Cristian Garavito - El Espectador
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No es la solución, pero si se concreta la salida de Rubén Israel como técnico de Millonarios tras la aparatosa derrota del equipo con Tolima, lo único sensato para los dirigentes del club debería ser no entregarle el equipo a Neys Nieto o a Óscar Cortés porque ambos son igualmente responsables de la crisis. Tampoco a Norberto Peluffo que no resultó estratégico a la hora de integrar la nómina de la institución. Es preferible dar un vuelco total antes que apelar a los asesores deportivos de los últimos tiempos.

Es claro que, como ocurre siempre, lo más fácil ahora es prescindir del entrenador y calmar las aguas revueltas entre los hinchas, pero en Millonarios está probado que buena parte del fracaso actual está centrado en la pésima conducción de sus dirigentes. Con el paréntesis del 2012 donde parecía recobrarse el rumbo del equipo con el campeonato que otorgó la estrella 14 a la divisa del club, los últimos cuatro años han sido de errores crasos y de total desatino para sortear momentos similares al que hoy se vive.

Sin que todavía se entienda por qué se hizo, todo empezó con la abrupta salida del técnico Hernán Torres en diciembre de 2013 para traer de España al entrenador Juan Manuel Lillo. Aunque el técnico español tuvo una buena temporada en el primer semestre de 2014 y estuvo a punto de disputar la final del campeonato, todo se puso al revés en el segundo torneo de ese año. El periodismo deportivo lo cogió por su cuenta, los hinchas no soportaron el mal comienzo de su segundo torneo y Lillo llegó hasta septiembre.

Entonces, de afán y sin pensarlo mucho, después de abortar el proceso que la propia dirigencia había impulsado, llegó como técnico el exjugador argentino Ricardo Lunari, quien carecía de  experiencia en el tema. Como era de esperarse, el equipo quedó eliminado, pero se le dio continuidad para el primer semestre de 2015. Era claro que le faltaba tiempo en el oficio, pero aun así tuvo  buena temporada en su segundo campeonato al frente de Millonarios. La historia se repitió. El equipo volvió a perder por definición de penales la opción de la final.

Con el periodismo en contra y también la hinchada, Ricardo Lunari emprendió el segundo torneo de 2015 y a finales de agosto ya estaba cesante. Así que la dirigencia importó al recorrido técnico uruguayo Rubén Israel, que volvió a protagonizar el itinerario de su antecesor. Quedó por fuera en las finales del segundo torneo de 2015, cumplió una aceptable labor en el primer campeonato de 2016 y ahora que recién empieza el segundo torneo del año, es el protagonista de la nueva crisis.

Lo que también salta a la vista en este largo recorrido de improvisaciones es que se van los técnicos y vuelven a aparecer Neys Nieto y Óscar Cortés a cumplir con una interinidad que no se merecen. Llevan más de una década a cargo de las divisiones inferiores del club y, con la excepción de Pedro Franco, no han producido un jugador determinante para el equipo. Y ahí queda en evidencia la mayor falencia de la institución en los últimos tiempos: el mediocre manejo de la cantera.

A falta de jugadores hechos en casa, la constante de Millonarios es la conformación de equipos con futbolistas ajenos y normales. Como recientemente lo comentó Fabián Vargas, profesionales baratos en el mercado nacional o internacional. O repatriados en lamentable nivel como Jonathan Estrada, que fracasó en dos temporadas con el plantel y ahora vuelve a hacer lo mismo que antes, un volante dedicado a plantear globitos, taquitos, preciosuras y escasas jugadas de fondo para agilizar a los delanteros.

En esa tónica, para nadie es un secreto que las contrataciones han sido desatinadas. A principios del año llegaron doce refuerzos, de los cuales escasamente el central Carlos Henao ha demostrado aportes significativos. Los demás son suplentes o forzosos titulares porque no hay otros y, como ya es repetitivo, no aparece alguien de las divisiones inferiores a cambiar el rumbo. Si se examina el equipo actual, la base está constituida por los mismos de siempre porque los que llegan se han quedado en expectativas.

A pesar de los vaivenes del equipo, Vikonis salva su papel. Andrés Cadavid, tan criticado, a la hora de la verdad ha demostrado mejor nivel que quienes tratan de reemplazarlo. Empezando por el propio Pedro Franco, a quien se le nota que la banca en Argentina y algo más, lo tienen lejos del nivel al que acostumbró a los hinchas azules. En cuanto a Lewis Ochoa, ya no es el jugador de los tiempos del título de 2012 y con Deiver Machado en la selección Colombia, no hay quien lo sustituya con criterio.

En la mitad sigue Rafael Robayo. Con un breve lapso en Estados Unidos, lleva una década ahí, más por su tesón que por cualquier otro factor. Ahora acompañado por Harrison Henao o de pronto por Rafael Carrascal, pero sin que resulten determinantes. Y ahí empieza el drama mayor, el apremio que tiene a Millonarios en permanente crisis. La falta de poder ofensivo que obviamente empieza en quienes tienen la misión de llevar el balón hasta los delanteros para marcar los goles.

De Estrada, ya ni siquiera los periodistas que suelen defenderlo y exaltan sus virtudes lo hacen porque los hechos son superiores a las expectativas. Y Silva sigue en sus ciclos intermitentes. A ratos talentoso y por momentos inefectivo. Con otro agravante, no hay un tercero que llegue a dar una mano. Y con esa pobreza de ideas, no hay delantero que valga. Hace un semestre, aparecía Rangel a salvar la tarde o la noche, ahora la sequía de Ayron del Valle, Dayron Asprilla o Enzo Gutiérrez es agobiante.

En esas condiciones, con 14 fechas por disputar en el actual torneo, si se va el técnico cuál es la solución? ¿Dejar una vez más a Nieto o a Cortés de encargados y que siga la improductividad para lo que es prioridad de cualquier club de fútbol, producir jugadores?  Peluffo ha dicho que no va a coger el equipo y habrá que creerle, pero debería intervenir en algo más que traer refuerzos de segunda ahora que el barco se va a pique. En cuanto a los dirigentes, es difícil pensar que tomen determinaciones de fondo.

Lo único cierto es que los equipos ganadores siempre surgen de procesos estables y canteras productivas y no de permanentes cambios al vaivén del periodismo deportivo o las emociones de los hinchas. Ahora se elogia a Alberto Gamero por su campaña en el Tolima, pero pocos recuerdan que su semestre anterior fue para olvidar. Sin embargo, los directivos lo respaldaron y ahora ven los resultados. Pero en Bogotá es difícil que eso suceda porque las presiones son enormes.

Por historia, tamaño de su afición, y el hecho de jugar en la capital, a cualquier técnico que llegue a Millonarios le queda difícil ser estable sino está ganando de principio a fin. Cualquier altibajo es suficiente para caer estruendosamente. El turno parece llegarle ahora al entrenador uruguayo Rubén Israel y, como siempre, si se va, los dirigentes calman las aguas, la galería se aquieta y vuelve y juega, llegará un reemplazo a montarse en el potro del tormento. A no ser que aparezca algún dirigente sensato. Soñar no cuesta nada, como diría Calderón de la Barca.

Por Redacción Deportes

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