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Mario González: lloré, pero nunca pensé que iba a morir

El futbolista bogotano será uno de los homenajeados en la ceremonia de El Deportista del Año de y Movistar, que se realizará mañana, desde las 10:00 a.m., en el hotel JW Marriot.

Luis Guillermo Ordóñez / Norbey Quevedo H.
01 de diciembre de 2013 - 01:04 p. m.
Luego de  tres meses, Mario González está  superando la leucemia. “Enmarque el resultado de esta biopsia, ahí no aparece la enfermedad”, le dijo su médico./ Gustavo Torrijos - El Espectador
Luego de tres meses, Mario González está superando la leucemia. “Enmarque el resultado de esta biopsia, ahí no aparece la enfermedad”, le dijo su médico./ Gustavo Torrijos - El Espectador
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El futbolista bogotano Mario Alejandro González se está jugando el partido más importante de su vida. Desde el pasado 23 de agosto se enfrenta a la leucemia, a la que le va ganando por goleada.

Su historia, sin embargo, está lejos de ser un juego. Se le vino el mundo encima cuando los médicos de la Fundación Santa Fe le confirmaron la enfermedad, un par de horas después de salir de un entrenamiento sabatino con sus compañeros de Millonarios, club al que llegó en julio pasado.

“Llevaba un par de semanas maluco, decaído, con mareos, con fiebre en las noches. Me hice un examen, pero no salió nada raro y seguí entrenando, pero ese sábado, el 24 de agosto, me tocó retirarme de la práctica de voleifútbol e irme directo para la clínica, a donde llegué y exageré todo, para que me atendieran rápido, realmente sentía que algo tenía”, recuerda Mario, con una serenidad asombrosa para alguien que acaba de escapársele a la muerte.

“Los médicos creían que era una virosis, pero luego de unos exámenes más específicos me dijeron que me iban a hospitalizar. Luego llegó el hematólogo y me explicó todo con detalles. Yo, en medio de mi confusión, le dije: ‘Listo doctor, ¿qué toca hacer?’”, dice.

Tuvo que iniciar de inmediato un agresivo tratamiento contra la leucemia. Por su edad, 30 años, biotipo e historia clínica había un 70% de posibilidades de mejoría, así que dos días después ya estaba en su primera quimioterapia.

“Lloré, pero nunca pensé que me iba a morir. Curiosamente la primera noche que estuve internado me llegó un mensaje de Camilo Vargas, el arquero de Santa Fe. Me preguntaba si mi cumpleaños era el 24 o el 25. A mí, no sé por qué, se me vino a la cabeza su suegra, Sandra Merino (que es la guía espiritual del club cardenal), así que le pedí que me contactara con ella. La llamé y le conté mi situación, desde ese momento se convirtió en un gran apoyo para mí”, explica Mario, quien “no era el más creyente, pero tampoco era ateo”.

Su optimismo y la fe lo sacaron adelante: “Nunca me he sentido enfermo. Anímicamente en ningún momento me caí”, acepta, aunque también reconoce que vivió momentos de incertidumbre: “Me comenzó una tos con sangrado, que fue creciendo poco a poco. Me llevaron a la Unidad de Cuidados Intensivos. En las radiografías de los pulmones había unas manchas que preocupaban a los doctores, pero no me podían hacer una biopsia porque estaba muy débil. Tuvieron que inducirme un coma, en el que me tuvieron 12 días”.

Cuando despertó, entre el 17 y 18 de septiembre, sintió que había vuelto a nacer. Primero porque fue consciente de que estaba vivo, aunque muy débil. “En los solos huesitos”, agrega Luz Marina, su mamá, quien acompaña al futbolista en su charla con El Espectador. Y segundo, porque “no podía comer, hablar o caminar. Ni siquiera tomar agua. Tuve que aprender nuevamente a hacer de todo”. En realidad, fue la primera vez que Mario se vio al espejo y no se reconoció.

Pero justo entonces comenzó una recuperación impresionante, casi milagrosa, en la que su fortaleza mental fue clave. “Cada vez que a la habitación entraba un médico o una enfermera sentía que era para darme buenas noticias, para decirme que estaba mejor, no para pedirme más exámenes ni nada de eso”.

Dos semanas después ya estaba en su casa, aunque el tratamientos apenas iniciaba. Tuvo luego varias quimioterapias que, lógicamente, le generaban dolor y le bajaban las defensas.

Hasta que a mediados de noviembre su médico tratante, Guillermo Quintero, le dio la buena noticia: “Enmarque el resultado de esta biopsia, ahí no aparece la enfermedad”, le dijo al futbolista, padre de un niño de cuatro años, Matías.

“Lógicamente el proceso no ha terminado. Esa es una lucha constante. Los protocolos indican que hay que hacer unas quimios de consolidación, nueve en total, de las que llevo tres. Luego de eso ya puedo volver a entrenar”, explica el número 20 embajador, quien recibió el apoyo de toda la familia del fútbol.

Precisamente la campaña #FuerzaMario en las redes sociales fue una de las iniciativas que más motivó al volante bogotano durante sus tres meses de convalecencia.

Él dice que “fue una gran alegría sentir tanto apoyo y solidaridad. Pensaba que era normal de aficiones como las de Santa Fe, Once Caldas y Millonarios, pero me sorprendieron tantos mensajes de todo lado, de entrenadores, de jugadores, incluso de equipos del exterior. La gente de Huila, Nacional y Equidad siempre estuvo muy pendiente. Me emocionaba que nadie se fijara en el color de la camiseta y que con sus oraciones y buenas intenciones me ayudaran a salir adelante”.

Con un poco de timidez, pero para explicar la manera como afrontó esta batalla, Mario explica que “siempre le decía a mi esposa Catherine que quería ser famoso, pero no de esta manera”, porque reconoce que debido a ese incidente “ahora todo mundo me conoce”.

Y precisamente eso quiere aprovechar. “El Señor hizo un milagro en mí y me dio una segunda oportunidad de vivir. Quiero ser un ejemplo, una motivación para la gente que está pasando dificultades”, aunque advierte que su lucha “no es nada” en comparación con la de otros pacientes que conoció, unos niños y otros mayores, quienes “verdaderamente sí son guerreros”.

Acepta que nunca pensó que tuviera que pasar por una situación así. De hecho, reconoce que “muchas veces uno se cree más que otra gente”. Por eso invita a sus colegas futbolistas, a los que espera ver pronto dentro de las canchas, a que se preocupen por su salud, su futuro y el de sus familias. “Por fortuna, desde que debuté en Santa Fe, siempre pagué mi medicina prepagada. En Coomeva me han atendido muy bien y me han apoyado en todo este proceso”.

Y con respecto a su futuro asegura que “físicamente todavía estoy lejos. Debo trabajar en mi masa muscular y terminar las quimioterapias. Si Dios quiere en febrero podré volver a entrenar con Millonarios, club con el que tengo contrato hasta finales de 2014. Sueño con volver a debutar en El Campín y darle una estrella a esa afición que se ha potado tan bien conmigo”.

Mientras eso ocurre, Mario González trata de llevar una vida normal. Hace mercado, va a pagar los servicios públicos y sale a almorzar o a cine con su familia. “Trato de no darle demasiada importancia a la enfermedad, aunque lógicamente tomo todas las precauciones necesarias”, sentencia antes de contar su última anécdota: “La noche previa a la primera quimio, dormí tranquilo y soñé con el número 1406. Al otro día le comenté a la doctora Sandra y ella me pidió leer la Biblia, en Juan 14-6: Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí”.

Mario hizo caso a esas palabras y se puso en las manos del Señor. Hoy está a punto de ganar su partido más importante, el de la vida.

 

 

 

lordonez@elespectador.com

nquevedo@elespectador.com

Por Luis Guillermo Ordóñez / Norbey Quevedo H.

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