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Los héroes son vistos como personas eternas, que nada los puede vencer y que con su fuerza son capaces de llenar de tranquilidad a quienes los ven como una persona especial. Marcos Danilo Padilha, arquero titular del Chapecoense, ídolo del equipo y artífice de la clasificación a la gran final de la Copa Sudamericana, tras tapar una oportunidad clara de gol en los últimos minutos del juego de la semifinal ante San Lorenzo de Argentina, intentó sobrevivir, luchar hasta el final por no morir, pero fue imposible.
Los héroes son vistos como personas eternas, que nada los puede vencer y que con su fuerza son capaces de llenar de tranquilidad a quienes los ven como una persona especial. Marcos Danilo Padilha, arquero titular del Chapecoense, ídolo del equipo y artífice de la clasificación a la gran final de la Copa Sudamericana, tras tapar una oportunidad clara de gol en los últimos minutos del juego de la semifinal ante San Lorenzo de Argentina, intentó sobrevivir, luchar hasta el final por no morir, pero fue imposible.
Sus gemidos de auxilio fueron oídos por los bomberos de La Ceja, Antioquia, y por eso fue una de las personas que salió con vida del lugar del accidente, sin embargo, en el trayecto hacia la clínica perdió la vida. Y de todas las tragedias que se han oído producto de aquella tragedia, ha resonado su historia, la de un hombre familiar, quien consideraba a su hijo Lorenzo el mayor regalo que había recibido en su vida, y de hecho, ya le estaba enseñando sus técnicas para atajar (ver foto adjunta).
El guardameta llegó en septiembre de 2013 a Chapecoense, primero mediante préstamo del Londrina. No fue mucha la participación que tuvo en aquella temporada, pero sólo necesitó un partido para convencer a los directivos del equipo de Chapecó para que lo contrataran de manera definitiva, haciendo uso de la opción de compra que tenían acordada con su anterior club. No obstante, los planes iniciales eran tenerlo como alternativa, pues el dueño de la titular era Nivaldo, uno de los mayores ídolos del equipo verde. Pero poco a poco se supo ganar su espacio, pues cada vez que le dieron la oportunidad de tapar, cumplió. En un principio fue gracias a una lesión de Nivaldo, pero luego se quedó con el puesto.
Danilo había confesado en más de una ocasión que él nunca quiso ser arquero. Desde muy pequeño, sus grandes ídolos fueron Romario y Bebeto, a los que comenzó a seguir en el Mundial de Estados Unidos 1994. Así, en sus primeros años como futbolista, comenzó a ejercer como delantero, hasta que un entrenador le pidió que cambiara de posición para probar. Una vez se puso los guantes y se paró debajo de los tres palos, fue evidente que su capacidad era suficiente como para seguir jugando allí.
Con brillantes noches en la cancha del estadio Arena Condá, su nombre comenzó a ser coreado por los torcedores del club. En esta edición de la Copa Sudamericana había sido de los jugadores más destacados. Ante Independiente de Avellaneda, Danilo detuvo cuatro penaltis en la definición desde los 12 pasos, actuación que le valió a su equipo para avanzar a los cuartos de final. Mientras que frente al San Lorenzo realizó una gran atajada en el último minuto del partido, para mantener el empate con el que avanzaron a la final.
“Es una sensación inexplicable por la magnitud del logro deportivo. San Lorenzo es uno de los equipos más grandes de Argentina. Sabíamos que era muy difícil, pero los jugadores dieron lo máximo para conseguir esta clasificación histórica”, fueron las palabras de Danilo, quien creyente en Dios, le dio créditos de lo que vivió esa noche. “Gracias a Dios por haberme puesto en el lugar indicado durante la última jugada”.
El ser héroe de Chapecó no le quedó grande, de hecho cuando recibió ofertas para irse a otro club, prefirió quedarse junto a su esposa e hijo viviendo en la ciudad en la que más feliz se sentía. Y otra de sus virtudes fue la humildad, no se creyó jamás el cuento de ser ídolo de multitudes y más bien cada vez que podía hacerlo les daba las gracias a sus compañeros, quienes al fin y al cabo eran los que se encargaban de anotar los goles que le daban a Chapecoense para seguir dejando huella en el fútbol suramericano. “Nada de héroe. Nadie vence una guerra solo. La unión del equipo demostró una vez más que es la responsable del triunfo. Daría la vida por el título de la Copa Sudamericana”, confesó días previos al viaje Colombia. Y las palabras tienen poder, perdió la vida, pero será recordado por el resto de los años como la leyenda del arco en Chapecó.