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El infarto en los futbolistas

¿Por qué la muerte súbita acaba con la vida de jugadores profesionales? Análisis médico a propósito de la muerte del goleador ecuatoriano Chucho Benítez.

Nelson Fredy Padilla Castro
31 de julio de 2013 - 02:51 p. m.
John Freddy Tierradentro, Leonel Álvarez./ Archivo
John Freddy Tierradentro, Leonel Álvarez./ Archivo
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Héctor Fabio Cruz es uno de los médicos deportólogos más reconocidos del país. Por años fue responsable de la salud de los futbolistas de la Selección Colombia y del club América de Cali. En estos equipos vivió dos emergencias que marcaron su vida profesional y que lo llevaron hace un mes a Cancún, México, a un congreso mundial donde la Federación Internacional de Fútbol Asociado (Fifa) discutió soluciones para la muerte súbita de jugadores de alto nivel.

La primera vez que se enfrentó a la muerte con un futbolista fue con John Freddy Tierradentro del América. Durante un clásico contra el Cali, este defensa central recibió un golpe en la cabeza que lo dejó inconciente y le produjo un paro cardiorespiratorio. Cruz le hizo un masaje y logró devolverle la respiración mientras llegaba al Hospital Universitario de la capital del Valle. Tierradentro cuenta que "fue un susto bravo" pero que se salvó de milagro “gracias a que el doctor Cruz sabe mucho” y no porque exista infraestructura médica en los estadios para atender casos de este tipo.

Todo lo contrario le sucedió a Cruz en junio de 2003 cuando en pleno partido Colombia-Camerún, durante la semifinal de la Copa de las Confederaciones en Francia, el jugador africano Mark Vivien Foé, de 28 años, se desplomó en la mitad de la cancha, sus ojos se volvieron en blanco y de nada sirvieron los intentos de reanimación del médico colombiano ni los que le practicaron en el hospital de Lyon en el que fue declarado muerto.

Con la impresionante muerte de Foé empezó una racha a la que se sumaron seis casos similares. El 22 de octubre del 2003 murió en pleno entrenamiento el arquero de la selección juvenil de Chile, Manuel Moncada. El 25 de enero del 2004 el delantero húngaro Miklos Feher, de 24 años y del Club Benfica, durante un partido de la Liga Portuguesa. El 27 de octubre la víctima fue Serginho, defensor de 30 años del Sao Caetano de Brasil. El 28 de noviembre fue el arquero suplente del Independiente y seleccionado sub 20 de Argentina, Lucas Molina.

El 5 de diciembre la imagen se repitió en la India después de que el delantero brasileño Cristiano Júnior, de 24 años, marcó el segundo gol con el que su equipo, Dempo, se coronó campeón de copa. Cuando todo mundo esperaba su celebración cayó al césped y nunca se levantó. Otro caso dramático fue el de Carlos Serrano, jugador de 22 años del club Río Maipo, que falleció en un estadio de Santiago de Chile.

Según los archivos de la Fifa, todos los partes médicos reportaron lo mismo: "muerte súbita por cardiopatía hipertrófica". El fenómeno había sido desestimado en un caso por cada 200 mil futbolistas. Por eso ha sido el tema de discusión en congresos médicos de la Fifa a los que han asistido médicos colombianos como Héctor Fabio Cruz, Carlos Uribe Vélez y Fernando Pastrana.

Desde hace diez años, al menos, hubo una voz de alerta mundial y un campanazo para Colombia. Cerca de 500 asistentes reconocieron que el aparato multimillonario del fútbol profesional le da más importancia al dinero que a la salud de los deportistas. Apenas desde 1996 es obligatoria la presencia de un médico en el estadio. Además, el médico colombiano, insistió en que “se está sobrecargando al deportista de alto rendimiento con demasiados torneos y eso conduce a problemas de salud o a que el profesional acuda a fármacos para superar la fatiga y todo puede terminar en un paro cardiaco”.

Michell de Ceunik, cardiólogo belga, demostró que el riesgo de sufrir muerte súbita es dos veces mayor en atletas porque el ejercicio sistemático aumenta el grosor de las paredes del corazón y lo predispone a arritmias.

Otro mea culpa fue la falta de infraestructura médica especializada en clubes y estadios. Varias de las víctimas hubieran podido sobrevivir si las federaciones de fútbol obligaran a los clubes a contar con un departamento médico y a los estadios a disponer de equipo de emergencias, incluido un desfibrilador que puede reactivar un corazón con choques eléctricos. La supervivencia depende de la atención que se preste durante los cinco minutos siguientes al ataque. No hay tiempo para improvisar.

En Colombia se admite que a excepción de Bogotá, Cali y Medellín, la mayoría de los equipos y estadios del país no cuentan con médico ni con asistencia especializada. “No hay conciencia del riesgo en que estamos y tampoco hay recursos para asumir los costos que significa hacerle el seguimiento médico permanente a plantillas de más de 20 jugadores”, dice un médico que conoce la infraestructura. Lo ideal sería un control como el que se les hace a los jugadores de la Selección Colombia en el Centro de Servicios Biomédicos de Coldeportes.

Sin embargo, el presupuesto de los clubes es muy reducido para pagarlo. Primero hay que solucionar la atención de emergencias y luego crear un esquema preventivo del que los dirigentes del fútbol colombiano no se han sentado a hablar. Cruz trabajó en la creación de un plan piloto en Cali.

Lo vivió en su época de futbolista profesional el hoy técnico del Cali Leonel Álvarez, quien durante un partido en Bogotá tuvo que ser atendido por el médico del Independiente Santafé porque su club, el Deportes Quindío no tenía. La Dimayor, entidad rectora del fútbol nacional, cuenta con un comité médico pero sus atribuciones no llegan hasta verificar el estado de salud de cada futbolista antes y después de un partido. La deficiente atención médica es uno de los tantos reclamos que ha hecho a nivel local y ante la Fifa la Asociación Colombiana de Futbolistas Profesionales, que representa a los cerca de 800 jugadores de 36 equipos de la primera y segunda división y que estos días ha reclamado, en huelga de jugadores sentados, mejores condiciones de seguridad social.

En Brasil el presidente y el médico del club Sao Caetano enfrentaron un proceso por homicidio porque sabían de una arritmia cardiaca de Serginho y a pesar de eso le permitieron jugar porque de ello dependía el sustento de su familia. Después de la tragedia, dos jugadores profesionales del Paysandú y del Gremio fueron separados de sus equipos por problemas coronarios.

En Colombia todo parece seguir igual. Cuando no hay ángeles salvadores como el médico Cruz, la única opción para la mayoría de los futbolistas profesionales sigue siendo encomendarse a Dios.

Por Nelson Fredy Padilla Castro

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