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Fifa: La caída de un imperio mundial

Aunque las noticias sobre la aceptación de cargos del expresidente de la Federación Colombiana de Fútbol han estremecido el ambiente nacional, el Fifagate sigue teniendo réplicas.

Redacción Judicial
05 de diciembre de 2015 - 03:44 a. m.
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Desde el 2 de diciembre de 2010, cuando la FIFA anunció que los mundiales de fútbol de 2018 y 2022 se iban a realizar en Rusia y Catar, comenzaron los rumores de que detrás de esa concesión se habían movido millones de dólares en sobornos. Hoy, cinco años después, el escándalo conocido como el Fifagate involucra a 41 dirigentes y empresarios deportivos, ocho de los cuales ya aceptaron su culpabilidad. El derrumbe de este imperio orbital terminó concretándose en uno de los países que aspiraban a ser sede de esos mundiales: Estados Unidos.

Sin embargo, la primera denuncia formal no se dio en Norteamérica, sino en la Fiscalía de Suiza, donde a mediados de noviembre de 2014 se instauró una acción por presunto lavado de dinero y gestión desleal respecto a la concesión de los aludidos mundiales. Durante varios meses proliferaron las especulaciones de que algo iba a suceder. El golpe inicial se dio el 27 de mayo de 2015, cuando de forma simultánea se promovieron acciones judiciales de capturas e imputaciones en Zúrich (Suiza) y en Miami (Estados Unidos).

Al tiempo que siete altos dirigentes de la FIFA fueron detenidos en un hotel de lujo en Zúrich, en Miami fue allanada la sede de la Confederación Centroamericana de Fútbol (Concacaf). De inmediato se creyó que el escándalo se iba a concentrar en América Central, sobre todo porque los dos primeros señalados fueron el presidente de su confederación, Jefrey Webb, y el expresidente Jack Warner. Además, se conocieron los nombres de 14 de los empresarios y dirigentes que debían aclararle a la justicia norteamericana lo sucedido.

En medio del escándalo, el entonces intocable presidente de la FIFA Joseph Blatter minimizó el alcance de las pesquisas judiciales y 48 horas después logró su reelección. Entonces comenzaron las presiones contra Blatter, en la medida en que se fueron conociendo las identidades de otros dirigentes, o la forma como pagaron millonarias fianzas a cambio de su libertad condicional. El cero sobre Blatter derivó en su sorpresiva dimisión el 2 de junio, el mismo día en que se supo que también estaba en la mira del Departamento de Justicia de EE.UU.

El tiempo fue transcurriendo en medio de acciones judiciales a cuentagotas. El también poderoso ex presidente de la Confederación Suramericana de Fútbol, el paraguayo Nicolás Léoz, fue reducido a prisión domiciliaria. El secretario general de la FIFA, Jerome Valcke, fue señalado como el promotor de un pago de diez millones de dólares a través de los imputados, y luego se sumó a la lista el zar del fútbol norteamericano Chuck Blazer. Apenas había transcurrido un mes del escándalo y ya se hablaba de sobornos para otros mundiales.

A finales de junio de 2015, cuando el exfutbolista francés Michael Platini, en su calidad de presidente de la UEFA, planteó su candidatura a la presidencia de la FIFA, no demoraron en aparecerle entuertos en su gestión. Entre tanto, el exvicepresidente de la FIFA y de la Confederación Suramericana de Fútbol, el uruguayo Eugenio Figueredo, cayó también en la redada judicial. Como un castillo de naipes, uno a uno se fueron sumando otros intocables de la FIFA: el venezolano Rafael Esquivel y el costarricense Eduardo Li.

Hacia el mes de octubre, cuando ya el escándalo era notable y los medios de comunicación comenzaban a filtrar detalles del expediente en Suiza y Estados Unidos, la Comisión de Ética de la FIFA suspendió por 90 días a Joseph Blatter, Michael Platini y el secretario general de la organización Jereme Valcke. En una demostración de que el Fifagate ya no tenía fronteras, el dirigente surcoreano Chung Mong-joon fue retirado del organismo durante seis años. El dirigente adjunto a la Concacaf Costas Takkas fue requerido en extradición.

El círculo se seguía estrechando y tuvo un momento determinante en la primera semana de noviembre, cuando el expresidente de la Confederación de Fútbol de Brasil José María Marín fue extraditado de Suiza a estados Unidos. Su traslado a Nueva York encendió el ventilador que iba a arrastrar a otro grupo de dirigentes del fútbol suramericano hacia la misma ruta. Entonces, sorpresivamente, el 9 de noviembre se conoció la escueta renuncia del presidente de la Federación Colombiana de Fútbol, Luis Bedoya.

Aunque en su momento Bedoya había dicho que no había nada oculto en sus cuentas ni en las de la Federación, de nuevo los rumores apuntaban a que en compañía de un abogado norteamericano había buscado acercamientos con la justicia de ese país, porque de alguna manera tenía que ver con el escándalo. En adelante, mientras seguían llegando noticias de nuevas capturas, se esperaba en Colombia que se determinara cuál era la responsabilidad de Bedoya. En medio de las especulaciones, Ramón Jesurún ocupó su cargo.

Con el lío de Platini y las dificultades que también afectaron al presidente de la Federación Española, Ángel María Villar, y el alemán Franz Beckenbauer, la lista de aspirantes a suceder a Joseph Blatter en la presidencia de la FIFA se fue decantando. Hoy, el nuevo zar del fútbol, previsto para ser elegido el próximo 26 de febrero, se restringe a Ali Al Hussein, de Jordania; Salman Bin Ebrahim, de Baréin; Jerome Champagne, de Francia; Gianni Infantino, de Suiza, y Tokyo Sexwale, de Sudáfrica.

Las apuestas dicen que el más opcionado es el suizo Infantino, lo cual de alguna manera representa la continuidad de Blatter, aunque los entendidos afirman que también sería un gesto de apoyo a la justicia suiza, que junto a la norteamericana lidera las pesquisas. Entre tanto, la situación del presidente de la UEFA Michael Platini se ha venido complicando al punto que la Cámara de Instrucción del Comité de Ética de la FIFA quiere solicitar su expulsión definitiva, por actos de corrupción relacionados con concesiones deportivas.

Los cálculos de que se veía un nuevo remezón en la FIFA comenzaron el pasado 26 de noviembre, cuando dio un paso al costado el poderoso expresidente de la Confederación Brasileña de Fútbol, Marco Polo Del Nero. Este dirigente, además de integrar el Comité Ejecutivo de la FIFA, había asumido las riendas del organismo en Brasil tras los apremios judiciales de José María Marín y Ricardo Teixeira. Su dimisión, junto a la del dirigente chileno Sergio Jadue, fue el abrebocas del nuevo capítulo judicial del Fifagate.

Este 3 de diciembre el turno le tocó a Luis Bedoya, junto a 15 exdirectivos más de la FIFA, entre ellos el ecuatoriano Luis Chiriboga, los argentinos Eduardo Deluca y José Luis Meiszner, los bolivianos Romer Osuna y Carlos Chávez, el peruano Manuel Burga, el paraguayo Juan Ángel Napout, los guatemaltecos Héctor Trujillo, Rafael Salguero y Bryan Jiménez, el salvadoreño Reinaldo Vásquez, los hondureños Rafael Callejas y Alfredo Hawit, el panameño Ariel Alvarado y los brasileños Ricardo Teixeira y el citado Marco Polo Del Nero.

Según la fiscal general de Estados Unidos, Loretta Lynch, los dirigente del fútbol trataron de institucionalizar su corrupción para asegurarse de que podían vivir de ella. En particular, sobre Luis Bedoya trascendió que admitió su responsabilidad en los delitos de fraude en transferencia bancaria y conspiración de soborno. En otras palabras, que Bedoya, junto a otros dirigentes de la Conmebol, solicitaron y recibieron sobornos de empresas de marketing deportivo para asegurar derechos de televisión en diferentes torneos. La justicia aclaró que todos se ayudaron en la empresa.

Con la caída de 16 dirigentes del fútbol suramericano y centroamericano, y el hecho de que ya son 41 los implicados en Estados Unidos, al margen de las pesquisas de la justicia suiza o de la Comisión de Ética de la FIFA, no cabe duda de que el imperio que montaron los actuales dirigentes, a la cabeza de Joseph Blatter, se ha derrumbado del todo. El reto inmediato es la elección de dignatarios prevista para el 26 de febrero. Las caras nos son muy conocidas, pero al menos plantean una vuelta de tuerca entre quienes venían regentando el fútbol. La pregunta sigue siendo: ¿Qué pasará con los mundiales de 2018 y 2022?

Por Redacción Judicial

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