Libardo Mora: de atleta a guerrillero
A mediados del siglo veinte el discurso marxista-leninista torció el destino de un atleta alto, de calvicie prematura y dueño de una zancada impresionante para los de su época. De las pistas saltó a la guerrilla, donde permaneció hasta su muerte.
Por: Ricardo Ávila Palacios
Una protesta inusual rompió la tranquilidad en los VI Juegos Deportivos Nacionales, celebrados a comienzos de 1950 en Santa Marta y cuya importancia radicaba en que allí se seleccionaría al equipo colombiano que días después intervendría en los Juegos Centroamericanos de Guatemala.
Al terminar su actuación en el campeonato atlético, Libardo Mora Toro (vencedor en los 800 y 1.500 metros e integrante del cuarteto que dominó la posta larga), en un acto de rebeldía, devolvió a la Asociación Colombiana de Atletismo las tres medallas de oro que ganó, en rechazo por su exclusión de las justas centroamericanas. Debido a su polémica determinación, Mora recibió una sanción de 18 meses, durante los cuales no pudo competir.
El castigo no tenía razón de ser desde el punto de vista exclusivamente deportivo, si se tiene en cuenta que ese año Mora fue uno de los mejores atletas en Colombia, al imponer tres nuevos registros nacionales en un lapso de ocho días en la milla, los 800 y 3.000 metros. Sin embargo, un año después participó en los I Juegos Panamericanos de Argentina, donde fue eliminado en las primeras de cambio en los 1.500 metros.
Nacido en Alcalá (Valle), en 1924, hablar de Mora, un hombre alto, delgado, de calvicie prematura, poseedor de una zancada impresionante para los de su época, competidor aguerrido y valiente que siempre corrió por el departamento de Caldas, es remontarnos a un polémico personaje de los años 50, que dejó huella en su paso por la vida. Inclusive, formó parte del plantel de atletas que a finales de los años 40 corrió por la camiseta del Independiente Santa Fe, cuando esa institución era un verdadero club deportivo.
El guerrillero
En el ocaso de la década del 50, el espíritu deportivo del atleta cedió a la seducción de las ideas de izquierda que se debatían en los pasillos de la Universidad Libre —donde se graduó como abogado—. Entonces el discurso marxista-leninista, en plena vigencia de la Guerra Fría entre las flamantes superpotencias, lo absorbió y poco después de su última competencia internacional en los III Juegos Bolivarianos de Caracas-61 (allí fue subcampeón en 800 y 1.500 metros), Mora representó los intereses del Partido Comunista Colombiano (PCC) en Moscú, donde intervino en el Congreso de Juventudes Comunistas, un encuentro que marcaría su nacimiento como agitador de alto turmequé.
El 11 de marzo de 1962, meses después de su actuación en la capital soviética, “el Comité Ejecutivo Central de la Juco (Juventudes Comunistas) expulsó de sus filas a Libardo Mora Toro (cofundador del PCC-ML) y Víctor Medina Morón (cofundador del Eln)” (1). Al parecer, sus recias críticas a la dirección del partido desencadenaron la ira de los altos mandos, que tomaron la decisión de apartarlos de ese colectivo. Otras versiones no descartan que ambos participaban en un complot.
Medina, tras ser acusado por la muerte de otro guerrillero del Ejército de Liberación Nacional (Eln), acabó sus días frente a un pelotón de fusilamiento el 22 de marzo de 1968.
Al ser indagado sobre el momento en que Mora ingresó a las filas de la guerrilla, el ingeniero José Briceño —exatleta, periodista e ingeniero civil actualmente radicado en Canadá, y quizá el colombiano más erudito en temas de atletismo— señala que “no hay precisión sobre la fecha de su vinculación como miembro directivo y combatiente del Ejército Popular de Liberación (Epl), en Santander”.
Pero sí recuerda que “por esa época revolucionaria de los años 60 viajaba por tierra y se vestía con ruana y sombrero, camuflándose como campesino, al decir de alguien que una vez lo encontró en una fonda por los lados de Antioquia. Se desconoce también cuántas veces estuvo en Cuba, pero tenía buenos contactos con los líderes de la revolución castrista y después de su muerte (fue dado de baja en combate en diciembre de 1971), sus hijos recibieron becas para irse a ese país”.
Briceño también rememora que durante su vida en la clandestinidad Mora participó en diferentes ataques armados y “oficialmente” fue dado de baja en combate por lo menos cinco veces, hasta que sus compañeros de revolución confirmaron su deceso en diciembre de 1971. Sin embargo, su cadáver nunca fue entregado a su familia, no obstante la tramitomanía que cumplieron para obtener el certificado de defunción. Hace 40 años un reducto subversivo del Epl fue bautizado como Frente Libardo Mora Toro, en homenaje al combatiente caído.
En 1963, Mora intervino en una reunión de las Juventudes Comunistas (Juco) en Alemania. “Allí se le encomendó trasladarse a Bucaramanga para organizar el sabotaje a oleoductos e instalaciones petrolíferas, trabajo que al parecer tuvo algunos frutos, pero que, sobre todo, determinó sus estrechas conexiones con jóvenes estudiantes y dirigentes sindicales del petróleo que más tarde fundaron el Ejército de Liberación Nacional (Eln), donde militó por algún tiempo”, según un artículo del diario El Tiempo, publicado el 29 de diciembre de 1971, con ocasión de su muerte.
“(…) hasta enero de 1968 poco se volvió a saber de él públicamente. El 9 de ese mismo año y mes, una patrulla militar halló sobre el cadáver del cabo Luis Mendoza —muerto en combate— un documento firmado por Mora, en el cual aparecía como miembro de la Junta Patriótica Regional del Alto Sinú y Alto San Jorge.
Públicamente sus últimas actuaciones conocidas fueron el 20 de mayo de 1969, cuando fue designado integrante del Comité Ejecutivo Central del PCML, y la del 9 de agosto de 1971, cuando firmó un volante en que invitaba a los atletas nacionales a abstenerse de participar en los Juegos Panamericanos de Cali”, reseñó ese diario.
Esa es la historia de Libardo Mora Toro, que se perdió en el tiempo y en la ingratitud. Hoy, dice Briceño con nostalgia, “nadie lo recuerda, quizá porque no marcó un gol o porque no abrió las nubes grises del firmamento para que Dios viera una gambeta como lo hacían los famosos jugadores del momento. Lo único que hizo Mora fue correr y correr”.
La ira de Mora
El periodista José Briceño recuerda que un día Lucy, esposa de Mora, le contó esta anécdota. “Libardo entrenaba a las 5 de la mañana en el estadio de la Ciudad Universitaria en Bogotá y en una ocasión le pidió a Lucy que lo acompañara para que le sirviera de cronometrista. Libardo hizo su trote de calentamiento, su gimnasia, piques de velocidad y se quitó su buzo. Le entregó un cronómetros a su esposa y le dijo: ‘Voy a correr una vuelta a la pista a mi máxima velocidad, cuando yo arranque apriete este botoncito y cuando pase lo vuelve a apretar’.
Libardo arrancó ante la mirada solitaria de su esposa, muy a las 6 de la mañana en medio del frío de la sabana y cumplió su recorrido, a los pocos segundos se devolvió jadeante sin poder hablar todavía y le preguntó: “Cuánto ?....cuánto hice?...
Lucy se quedó mirando el cronómetro y le contestó: ‘Ayyyy, a mí se me olvidó parar esta cosa’. La respuesta de Libardo no se hizo esperar, con toda clase de términos impublicables. Lucy dijo que nunca, ni antes ni después, lo había visto tan bravo. Estaba hecho una fiera”.
(1) Medina Gallego, Carlos. ‘Farc-EP y Eln, una historia política comparada (1958- 2006)’. El documento puede consultarse en http://www.bdigital.unal.edu.co/3556/1/469029.2010.pdf
Una protesta inusual rompió la tranquilidad en los VI Juegos Deportivos Nacionales, celebrados a comienzos de 1950 en Santa Marta y cuya importancia radicaba en que allí se seleccionaría al equipo colombiano que días después intervendría en los Juegos Centroamericanos de Guatemala.
Al terminar su actuación en el campeonato atlético, Libardo Mora Toro (vencedor en los 800 y 1.500 metros e integrante del cuarteto que dominó la posta larga), en un acto de rebeldía, devolvió a la Asociación Colombiana de Atletismo las tres medallas de oro que ganó, en rechazo por su exclusión de las justas centroamericanas. Debido a su polémica determinación, Mora recibió una sanción de 18 meses, durante los cuales no pudo competir.
El castigo no tenía razón de ser desde el punto de vista exclusivamente deportivo, si se tiene en cuenta que ese año Mora fue uno de los mejores atletas en Colombia, al imponer tres nuevos registros nacionales en un lapso de ocho días en la milla, los 800 y 3.000 metros. Sin embargo, un año después participó en los I Juegos Panamericanos de Argentina, donde fue eliminado en las primeras de cambio en los 1.500 metros.
Nacido en Alcalá (Valle), en 1924, hablar de Mora, un hombre alto, delgado, de calvicie prematura, poseedor de una zancada impresionante para los de su época, competidor aguerrido y valiente que siempre corrió por el departamento de Caldas, es remontarnos a un polémico personaje de los años 50, que dejó huella en su paso por la vida. Inclusive, formó parte del plantel de atletas que a finales de los años 40 corrió por la camiseta del Independiente Santa Fe, cuando esa institución era un verdadero club deportivo.
El guerrillero
En el ocaso de la década del 50, el espíritu deportivo del atleta cedió a la seducción de las ideas de izquierda que se debatían en los pasillos de la Universidad Libre —donde se graduó como abogado—. Entonces el discurso marxista-leninista, en plena vigencia de la Guerra Fría entre las flamantes superpotencias, lo absorbió y poco después de su última competencia internacional en los III Juegos Bolivarianos de Caracas-61 (allí fue subcampeón en 800 y 1.500 metros), Mora representó los intereses del Partido Comunista Colombiano (PCC) en Moscú, donde intervino en el Congreso de Juventudes Comunistas, un encuentro que marcaría su nacimiento como agitador de alto turmequé.
El 11 de marzo de 1962, meses después de su actuación en la capital soviética, “el Comité Ejecutivo Central de la Juco (Juventudes Comunistas) expulsó de sus filas a Libardo Mora Toro (cofundador del PCC-ML) y Víctor Medina Morón (cofundador del Eln)” (1). Al parecer, sus recias críticas a la dirección del partido desencadenaron la ira de los altos mandos, que tomaron la decisión de apartarlos de ese colectivo. Otras versiones no descartan que ambos participaban en un complot.
Medina, tras ser acusado por la muerte de otro guerrillero del Ejército de Liberación Nacional (Eln), acabó sus días frente a un pelotón de fusilamiento el 22 de marzo de 1968.
Al ser indagado sobre el momento en que Mora ingresó a las filas de la guerrilla, el ingeniero José Briceño —exatleta, periodista e ingeniero civil actualmente radicado en Canadá, y quizá el colombiano más erudito en temas de atletismo— señala que “no hay precisión sobre la fecha de su vinculación como miembro directivo y combatiente del Ejército Popular de Liberación (Epl), en Santander”.
Pero sí recuerda que “por esa época revolucionaria de los años 60 viajaba por tierra y se vestía con ruana y sombrero, camuflándose como campesino, al decir de alguien que una vez lo encontró en una fonda por los lados de Antioquia. Se desconoce también cuántas veces estuvo en Cuba, pero tenía buenos contactos con los líderes de la revolución castrista y después de su muerte (fue dado de baja en combate en diciembre de 1971), sus hijos recibieron becas para irse a ese país”.
Briceño también rememora que durante su vida en la clandestinidad Mora participó en diferentes ataques armados y “oficialmente” fue dado de baja en combate por lo menos cinco veces, hasta que sus compañeros de revolución confirmaron su deceso en diciembre de 1971. Sin embargo, su cadáver nunca fue entregado a su familia, no obstante la tramitomanía que cumplieron para obtener el certificado de defunción. Hace 40 años un reducto subversivo del Epl fue bautizado como Frente Libardo Mora Toro, en homenaje al combatiente caído.
En 1963, Mora intervino en una reunión de las Juventudes Comunistas (Juco) en Alemania. “Allí se le encomendó trasladarse a Bucaramanga para organizar el sabotaje a oleoductos e instalaciones petrolíferas, trabajo que al parecer tuvo algunos frutos, pero que, sobre todo, determinó sus estrechas conexiones con jóvenes estudiantes y dirigentes sindicales del petróleo que más tarde fundaron el Ejército de Liberación Nacional (Eln), donde militó por algún tiempo”, según un artículo del diario El Tiempo, publicado el 29 de diciembre de 1971, con ocasión de su muerte.
“(…) hasta enero de 1968 poco se volvió a saber de él públicamente. El 9 de ese mismo año y mes, una patrulla militar halló sobre el cadáver del cabo Luis Mendoza —muerto en combate— un documento firmado por Mora, en el cual aparecía como miembro de la Junta Patriótica Regional del Alto Sinú y Alto San Jorge.
Públicamente sus últimas actuaciones conocidas fueron el 20 de mayo de 1969, cuando fue designado integrante del Comité Ejecutivo Central del PCML, y la del 9 de agosto de 1971, cuando firmó un volante en que invitaba a los atletas nacionales a abstenerse de participar en los Juegos Panamericanos de Cali”, reseñó ese diario.
Esa es la historia de Libardo Mora Toro, que se perdió en el tiempo y en la ingratitud. Hoy, dice Briceño con nostalgia, “nadie lo recuerda, quizá porque no marcó un gol o porque no abrió las nubes grises del firmamento para que Dios viera una gambeta como lo hacían los famosos jugadores del momento. Lo único que hizo Mora fue correr y correr”.
La ira de Mora
El periodista José Briceño recuerda que un día Lucy, esposa de Mora, le contó esta anécdota. “Libardo entrenaba a las 5 de la mañana en el estadio de la Ciudad Universitaria en Bogotá y en una ocasión le pidió a Lucy que lo acompañara para que le sirviera de cronometrista. Libardo hizo su trote de calentamiento, su gimnasia, piques de velocidad y se quitó su buzo. Le entregó un cronómetros a su esposa y le dijo: ‘Voy a correr una vuelta a la pista a mi máxima velocidad, cuando yo arranque apriete este botoncito y cuando pase lo vuelve a apretar’.
Libardo arrancó ante la mirada solitaria de su esposa, muy a las 6 de la mañana en medio del frío de la sabana y cumplió su recorrido, a los pocos segundos se devolvió jadeante sin poder hablar todavía y le preguntó: “Cuánto ?....cuánto hice?...
Lucy se quedó mirando el cronómetro y le contestó: ‘Ayyyy, a mí se me olvidó parar esta cosa’. La respuesta de Libardo no se hizo esperar, con toda clase de términos impublicables. Lucy dijo que nunca, ni antes ni después, lo había visto tan bravo. Estaba hecho una fiera”.
(1) Medina Gallego, Carlos. ‘Farc-EP y Eln, una historia política comparada (1958- 2006)’. El documento puede consultarse en http://www.bdigital.unal.edu.co/3556/1/469029.2010.pdf