Lionel Messi olvidó a varios de los que le ayudaron
Capítulo del libro “Messiánico”, reedición de la biografía sobre el futbolista argentino, en el que es acusado de marginar a quienes lo pusieron en el camino del éxito. En Colombia bajo el sello Ediciones B.
Sebastián Antonio Fest y Alexandre Juillard * / ESPECIAL PARA EL ESPECTADOR
Fabián Soldini, el confidente, el “hermano mayor” de Messi, el hombre que tuvo la idea de contactar con Minguella y logró convencerlo para que organizara una prueba para la frágil Pulga, sigue viviendo en Rosario. Los años pasan, las temporadas terminan y la vida de Messi no deja de evolucionar. Desde el 16 de octubre de 2004 —fecha de su primer partido oficial con el Barça— su vida cambió mucho, su universo se fue transformando hasta situarlo en la cima del fútbol mundial, una estrella planetaria. Un multimillonario, también, que cambió la vida de su familia por muchas generaciones. Pero en el camino hacia la gloria, los actores clave de los comienzos de su carrera, los hombres que estuvieron con él en los días en los que había tanta esperanza como incertidumbre ya no están, fueron dejados de lado. Sólo Jorge Messi, su padre, y Rodrigo, su hermano, siguen ahí. Los demás han desaparecido. (Más: El impacto de la llegada de Messi a la liga profesional estadounidense).
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Fabián Soldini, el confidente, el “hermano mayor” de Messi, el hombre que tuvo la idea de contactar con Minguella y logró convencerlo para que organizara una prueba para la frágil Pulga, sigue viviendo en Rosario. Los años pasan, las temporadas terminan y la vida de Messi no deja de evolucionar. Desde el 16 de octubre de 2004 —fecha de su primer partido oficial con el Barça— su vida cambió mucho, su universo se fue transformando hasta situarlo en la cima del fútbol mundial, una estrella planetaria. Un multimillonario, también, que cambió la vida de su familia por muchas generaciones. Pero en el camino hacia la gloria, los actores clave de los comienzos de su carrera, los hombres que estuvieron con él en los días en los que había tanta esperanza como incertidumbre ya no están, fueron dejados de lado. Sólo Jorge Messi, su padre, y Rodrigo, su hermano, siguen ahí. Los demás han desaparecido. (Más: El impacto de la llegada de Messi a la liga profesional estadounidense).
Josep María Minguella, el agente que abrió las puertas del Camp Nou a Maradona y después a Messi, no sigue en contacto con ese chico enclenque transformado en hombre. No le quedan sino buenos recuerdos que compartir con sus muchos nietos. Messi jamás volvió a poner los pies en su mansión en las alturas de Barcelona, tampoco en ese jardín en el cual se quedó mudo de admiración y timidez delante de Juan Román Riquelme.
Juan Lacueva, el testarudo dirigente que se peleó para que la Pulga firmara su primer contrato con un club por entonces consumido por una grave crisis interna, vivió los últimos tiempos consumido por una grave enfermedad. Frágil, pero completamente lúcido, Lacueva no puede evitar recordar aquellos años con cierto dolor: “Lo más curioso es que si Lionel entrara en esta habitación y me viera, seguramente no me reconocería”.
Juan José Mateo Walter, el agente FIFA, el representante de Leo cuya firma aparece en sus primeros contratos, vive hoy en Porto Alegre (Brasil), a miles de kilómetros de Barcelona. Todavía se acuerda de esos días en los que llevaba a Leo al cine o al Museo de Ciencias Naturales de Barcelona. Iban con su hijo de la misma edad, Orlín, que por esas fechas entrenaba duro en la academia de Emilio Sánchez-Vicario y Sergio Casal para convertirse en el tenista que finalmente no fue. “Leo siempre fue un chico formidable, pero hace rato ya que no es un niño —recuerda Mateo—. Quizás algún día Leo le pregunte a su padre: ‘¿Papá, que pasó con Fabián Soldini, que era como un padre para mí?’. Leo ya es un adulto y quiero creer que un día tomará el teléfono para llamar a Fabián y darle una explicación.”
Horacio Gaggioli, el hombre que durante muchos meses estuvo viviendo a la sombra de los Messi, viaja de vez en cuando a la melancólica y dulce ciudad de Brujas para ver a Víctor Vázquez. Junto al ex compañero de equipo de Messi en La Masía, que en esa época era considerado una de las mayores promesas del Barça, recuerdan los buenos tiempos. Pero cuando Gaggioli se encuentra a solas en su despacho sombrío, repasa con cuidado el pasado y se pregunta cómo se llegó a esto, por qué hoy los Messi lo ignoran: “Es un enigma. Eso me entristece, porque la verdad es que estaba muy unido a Leo”.
Fabián Soldini, el confidente, el “hermano mayor” de Messi, el hombre que tuvo la idea de contactar con Minguella y logró convencerlo para que organizara una prueba para la frágil Pulga, sigue viviendo en Rosario. Afirma que la ruptura con Leo lo hundió en una profunda depresión, pues ni él ni su socio, Martín Montero, comprenden la reacción de los Messi. ¿Qué sucedió? “Quieren borrarnos de la historia como si jamás hubiéramos existido. ¿Por qué ignorar a quienes los ayudaron y les permitieron instalarse en Barcelona?”
El 9 de enero de 2012, en el confortable salón de un hotel de Zurich repleto de barceloneses eufóricos de alegría, el rostro de Jorge Messi se pone serio: “Todos los libros que se escribieron sobre Leo están mal, todos tienen errores. Y, además, nunca fueron autorizados”. La razón del encuentro era verse con él para informarle en persona que estaba en proceso de escritura un libro sobre su hijo. “Estamos preparando una biografía oficial de Leo. Ahí se va a saber toda la verdad, ésa será la historia real”, se apresuró a decir.
Gentil, Jorge Messi escucha la propuesta de verse para hablar en detalle de tantos aspectos detallados en el futuro libro y acepta “con mucho gusto” una reunión para febrero de 2012 en Barcelona. La idea es tener su versión de los hechos. Algunos minutos después ya estaba atento a otras cosas. Sentado en primera fila no se perdía ni un detalle del espectáculo ni de la entrega, por parte del brasileño Ronaldo, de un tercer Balón de Oro consecutivo a su hijo. Toda una consagración.
Tras aquella breve conversación invernal, el padre de Leo recibió una, cinco, diez, veinte llamadas de los autores de este libro, así como SMS enviados con copia a Rodrigo Messi. Nunca hubo respuesta. Nunca, hasta el 1° de abril de 2012 a la hora de la comida. El SMS en el cual se mencionaban seis nombres —Minguella, Lacueva, Gaggioli, Mateo, Montero y Soldini— tuvo un efecto inesperado, porque el teléfono sonó dos veces en menos de media hora. Al otro lado del hilo telefónico, primero Rodrigo Messi y luego Jorge Messi.
Decir que ni Rodrigo ni Jorge sienten ninguna simpatía por los seis hombres mencionados más arriba es un eufemismo elegante. Algunos de ellos fueron objeto, incluso, de una ristra de insultos. ¿Conclusión? “Respeto el deseo de ustedes de escribir un libro —aseguró Jorge—, pero si esas personas hablan en él, yo no quiero aparecer en el libro.” Nada que hacer.
O sí. Viernes Santo de 2017, uno de los autores de este libro inicia una conversación con Jorge Messi en sus oficinas de Rosario. La charla es sumamente interesante y amable, además de larga. Es una charla agradable, en buen tono y con comprensión mutua. Se habla de muchos temas, y no necesariamente siempre de fútbol. Se repasan algunos asuntos mencionados en el libro y se llega a la conclusión compartida de que siempre es bueno hablar.
En los años siguientes sigue habiendo contactos puntuales, diversos idas y vueltas sobre temas de interés. La reiterada oferta de una entrevista fue descartada con amabilidad. Tampoco fue posible hacerla con el gran protagonista, Lionel, aunque los autores de este libro tomaron por años sus recaudos: muchas preguntas que era necesario hacer de cara a historias mencionadas en el libro fueron planteadas en incontables conferencias de prensa y zonas mixtas con la presencia del jugador.
Tras los contactos con Jorge Messi algo quedó muy claro: Lionel puede estar tranquilo de contar con su padre, un verdadero león a la hora de proteger a su hijo. Lo refleja también una anécdota de hace dos décadas. “Entre vos y mi papá, me quedo con mi papá.” Futbolista poco hablador, Leo Messi no necesitó más que sus dedos, un celular y un SMS para poner fin a una relación de cinco años. O al menos eso es lo que asegura el destinatario del mensaje. “Me mató —afirma Fabián Soldini—. Pero quería seguir creyendo. Estaba convencido de que Leo iba a cambiar de idea y que nos volveríamos a encontrar, porque teníamos muchos sueños en común, como que participara en un mundial e incluso vivir juntos algún día en Cataluña.”
Hacía, sin embargo, ya un buen tiempo que Soldini intuía que de esos sueños poco quedaría. Fue a comienzos de diciembre de 2004, semanas después del gran debut de Leo con la camiseta del Barça. Soldini fue convocado a Las Cuartetas, el restaurante argentino de las milanesas que apasionaban a Messi. “Cuando llegué, Leo, Jorge y Rodrigo ya estaban sentados a la mesa. Jorge estaba más nervioso de lo normal. Me explicó que estaba harto de Minguella, que Rosell, por entonces vicepresidente del club, le había contado que no tenía buena imagen en el club.
Jorge tenía miedo de que Leo sufriera las consecuencias. Me dijo que deseaba separarse de Minguella y los demás y me propuso que los dos representáramos a su hijo. Le hice comprender que era imposible y que no podía traicionar a mi socio, Martín Montero. Nuestra empresa había invertido bastante dinero en traer a Messi a Barcelona. Le dije entonces que si se quería separar de nosotros, bien, pero que era necesario un acuerdo.
A priori mis argumentos no convencieron a Jorge. A partir de ese momento no volví a dormir en casa de los Messi y nuestra relación se fue deteriorando poco a poco hasta interrumpirse por completo.” Años después de los hechos, Soldini sigue sin digerirlos: “Porque Jorge miente. Para él es como si nunca hubiéramos existido. Sin embargo, fuimos nosotros quienes le encontramos un club a Leo y si hoy está allí es gracias a Martín y a mí. ¿Por qué no lo reconocen?”.
En el Camp Nou el ambiente raras veces hierve. Los catalanes, sencillamente, no son así. El estadio, de hecho, muchísimas veces no se llena, y muchos espectadores ingresan a las gradas con el partido ya iniciado y las dejan antes de su finalización. No es lo que se encontrará Messi el día que llegue a Newell’s, donde la hinchada seguramente será capaz de crear un “cantito” ingenioso y con ritmo, algo que supere —no sería nada difícil— al monocorde “Messi, Messi, Messi” con que los aficionados del Barça honran al mejor jugador que jamás tuvieron.
Y, sin embargo, hay tardes o noches en las que el espectáculo es excepcional y merece la pena sentarse en las gradas de esa especie de nave espacial catalana. Sucedió, por ejemplo, el 19 de mayo de 2013, la noche en que el Barcelona batió 2-1 al Valladolid para completar 100 puntos como campeón de la Liga española que ya era desde hacía días.
Esa noche se comprobó que con los jóvenes y recientes padres casi podía armarse un equipo completo: entre ellos estaban Cesc, Piqué, Villa, Pedro… y Messi, que se robó la noche. A Thiago, su hijo de apenas seis meses, se lo veía claramente asustado, intimidado ante el bramido del estadio, la música, los fuegos artificiales.
Messi tuvo entonces un gesto instintivo, criticado por algunos por inconveniente en términos de salud para el bebé, pero definitivamente tierno: se puso en la boca el chupete de Thiago. En ese breve instante muchos entendieron el salto de Messi; también en uno posterior en el que su hijo miraba con aterrados ojos oscuros lo que sucedía mientras rodeaba con sus frágiles manos el cuello del mejor futbolista del mundo y, de tanto en tanto, estiraba los brazos hasta rozar el mítico “10″ amarillo en su espalda.
Messi, que se tatuó las manos de su hijo en el gemelo izquierdo, había dado un salto que iba más allá de lo futbolístico. Messi era más incluso que el de catorce meses antes, el de aquel 31 de marzo de 2012 en el que casi cien mil espectadores vivieron dos horas de éxtasis.
La velada prometía ser espectacular, pues delante estaba al Athletic de Bilbao de Marcelo Bielsa, el romántico del fútbol que sólo juega al ataque. Una filosofía compartida por Guardiola, un fan incondicional de su adversario de ese día: “Bielsa es un regalo para el fútbol”, dijo. En el partido de ida ambos equipos habían firmado un vibrante homenaje al deporte bajo una lluvia torrencial con un 2-2 para sellar el electrizante encuentro en San Mamés.
Durante el partido de vuelta el espectáculo comenzó antes incluso de que el árbitro señalara el comienzo del encuentro, ya que una parte de las tribunas quedó cubierta por una inmensa pancarta de 2.162 metros cuadrados: “¡Leo ets únic! ¡Sos grande!”. El homenaje, escrito simbólicamente en catalán y “argentino”, estaba destinado al que era ya el máximo goleador de la historia del club: Leo Messi.
Una vez más, el argentino no defraudó y, como si tanto cariño lo hubiera emocionado, empezó el partido pisando a fondo el acelerador. Cada uno de sus movimientos era registrado por un pequeño chip colocado en el interior de sus botines. La cantidad de kilómetros recorridos, su velocidad, su aceleración, todo quedó en la memoria para analizarlo después con más detalle. En el minuto 58 de juego Leo marcó el segundo gol de su equipo para poner el 2-0 y selló la suerte de los vascos.
Mientras que en la zona reservada a los invitados de honor Emma Revillo, la viuda de César Rodríguez —ese goleador histórico al que Messi había sobrepasado algunos días antes—, era cumplimentada por un ramillete de dirigentes del club, un espectador anónimo, sentado en la octava fila, vivía el partido con intensidad y emoción. “Me habían dado asientos demasiado cerca del terreno de juego para mi gusto, porque cuando uno ama y conoce el fútbol es mucho mejor estar situado un poco más arriba para poder ver la organización de los equipos. Y más todavía cuando el Barça se enfrenta al Bilbao de Bielsa.”
El que habla es Fabián Soldini, de visita en Barcelona. “Soy un gran admirador de Marcelo Bielsa, que también es de Rosario, y tenía muchas ganas de ver cómo jugaba su equipo contra el Barça. Yo estaba con un amigo, así que nos fuimos algo más arriba, a la fila quince. Pero apenas nos habíamos sentado cuando unos tipos de seguridad nos pidieron amablemente que regresáramos a nuestros sitios. Probamos de vuelta, algo más abajo, pero tampoco funcionó, así que nos volvimos a la octava fila.”
El destino se le cruzó entonces a Soldini. Y a Messi. “Justo delante de mí había cinco asientos libres. Apenas me había sentado cuando cuatro chicas se ubicaron delante de nosotros. No lo podía creer, porque entre ellas estaba la novia de Leo. La llamé: ‘¡Antonela!’. Se dio vuelta, pero vi por sus ojos que no me reconocía, de modo que insistí: ‘Te conozco desde que tenías doce años, Antonela. Soy Fabián. Fabián Soldini. ¿Podrías decirle a Leo que estoy en Barcelona?’.”
Antonela estaba embarazada ya de Thiago, aunque nadie lo sabía. Y Soldini estaba emocionado, en shock: el pasado lo acababa de golpear de lleno. Durante unos instantes se olvidó de Bielsa, del partido y del Camp Nou. Sacó un bolígrafo del bolsillo y un trozo de papel. “Entonces escribí una carta y le pedí a Antonela que se la entregara a Leo. Recuerdo exactamente cada palabra que escribí: ‘Leo, lo único que te pido es que te tomés un café conmigo y que me hablés. No sé qué historias te habrán contado, pero para mí nada cambió. La vida nos hace jugarretas de vez en cuando’. Después le puse mi teléfono español y argentino y me despedí. Quizás me equivoque, pero estoy convencido de que no me llamará nunca.”
* Se publica con autorización de Penguin Random House Grupo Editorial. Sebastián Fest (Buenos Aires, 1971) fue jefe de Deportes de la agencia DPA de 2000 a 2015 y secretario de Redacción y jefe de Deportes de La Nación entre 2015 y 2018. Hoy es corresponsal del diario español El Mundo para el Cono Sur y fundador del sitio claytenis.com. Ha escrito y escribe en medios como Infobae, La Vanguardia, Clarín, Forbes, Rolling Stone, Vanity Fair, Newsweek, Brando, Bild, Blick, Frankfurter Allgemeine Zeitung y Weltwoche, entre otros. Cubrió todos los mundiales de fútbol y juegos olímpicos desde 1996. Alexandre Juillard (París, 1977) es autor, realizador, productor, y actualmente vive en París. Fue corresponsal durante seis años de L’Equipe, L’Equipe Magazine, France Football, Europe 1, RFI y RSR para América Latina desde Buenos Aires, lo que le permitió seguir en detalle la relación de Lionel Messi con sus compatriotas e incontables partidos de la selección argentina en Sudamérica. Es autor de una biografía sobre Diego Maradona (Maradona, París, 2010 y 2021).