Los eventos deportivos que le quedaron grandes a Colombia
El país renunció al Mundial de Fútbol de 1986, que le otorgó la FIFA, y tampoco pudo organizar la Copa América 2021. Ahora le quitan los Panamericanos de Barranquilla 2027. Esto fue lo que pasó.
Planificación es una palabra que evidentemente no se utiliza mucho en el deporte colombiano, sobre todo cuando se trata de la organización de eventos. Decenas de polémicas se presentan cada cuatro años a medida que se acerca una nueva edición de los Juegos Nacionales y los escenarios no están listos.
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Planificación es una palabra que evidentemente no se utiliza mucho en el deporte colombiano, sobre todo cuando se trata de la organización de eventos. Decenas de polémicas se presentan cada cuatro años a medida que se acerca una nueva edición de los Juegos Nacionales y los escenarios no están listos.
Irregularidades en contratos, mala utilización de recursos, retrasos en obras e incumplimientos con obligaciones financieras son el pan de cada día antes de las ceremonias de inauguración e incluso mucho tiempo después.
A pesar de que se han implementado mejores mecanismos y estrategias de control, se siguen presentando escándalos de gran magnitud, como el de las piscinas, coliseos y demás escenarios en Ibagué 2015. Nueve años después de las justas, la capital del departamento de Tolima todavía sufre las consecuencias de un desfalco de marca mayor.
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Aun así, en los últimos 20 años el país ha cumplido con lujo de detalles en la organización de Juegos Bolivarianos (Eje Cafetero 2005, Santa Marta 2017 y Valledupar 2022), Juegos Suramericanos (Medellín 2010), Juegos Centroamericanos y del Caribe (Cartagena 2006 y Barranquilla 2018) y Juegos Mundiales (Cali 2013), además de múltiples campeonatos mundiales y paradas de copas del mundo de diferentes disciplinas y categorías, tanto de deporte convencional como paralímpico.
Sin embargo, episodios como el de esta semana, cuando Panam Sports le quitó a Colombia la sede de los Juegos Panamericanos y Parapanamericanos Barranquilla 2027, empañan todas esas importantes justas en las que con esfuerzo logístico y económico el país sacó una nota destacada.
Por diferentes razones, en otras oportunidades no habíamos acogido grandes eventos que nos habían sido adjudicados, pero tal vez en ninguna se habían evidenciado tanto la negligencia, el desconocimiento y la falta de compromiso de la dirigencia política y deportiva.
El Mundial de 1986
En 1973, a Alfonso Senior Quevedo, el directivo más importante en la historia del fútbol colombiano, se le ocurrió la idea de pedir la sede de un Mundial.
Su cargo en el Comité Ejecutivo de la FIFA se había permitido darse cuenta cómo se manejaba el balompié y las implicaciones que una Copa Mundo tenía en los países organizadores.
Sin recursos, pero con astucia y voluntad, además del visto bueno del entonces presidente de la República, Misael Pastrana, Senior hizo lobby con el presidente de la rectora del balompié mundial, sir Stanley Rous, y luego con su sucesor, Joao Havelange. Con su beneplácito fue más sencillo convencer de a poco a los demás dirigentes, que le dieron el sí mientras se jugaba el Mundial de Alemania 1974. Eran otros tiempos, en los que la industria y el mercadeo del deporte no estaban tan desarrollados. Tampoco se tenían los mismos intereses políticos y comerciales ligados a los eventos como ahora.
En los gobiernos de Pastrana y Alfonso López Michelsen apenas se hicieron algunas actividades promocionales y convocatorias para los proyectos de construcción de los estadios, pero el avance fue mínimo.
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Luego llegó a la Casa de Nariño Julio César Turbay Ayala, quien aseguró que el gobierno debía bajarse del bus del Mundial porque no tenía recursos para financiarlo, pero que la empresa privada podía asumir el reto por todos los beneficios que esto podía llegar a traer para el país. Fue entonces cuando se creó la Corporación Colombia 86, liderada por el Grupo Grancolombiano, para que saliera a flote el proyecto.
En el Mundial de España 1982 se publicitó el nuestro con pancartas en las afueras de los estadios y obsequios para los aficionados. “Nos vemos en Colombia 86”, decían.
Pero las irregularidades en el Grupo Grancolombiano, que salieron a la luz en el escándalo de los “autopréstamos”, rompieron el vínculo de confianza entre la empresa privada y el Mundial. Para completar, la FIFA, que sospechaba de la falta de preparación de la nación, envió un “Cuaderno de cargos” con exigencias para el evento, entre ellas 12 estadios con capacidad mínima para 40.000 espectadores, otros cuatros para 60.000 y dos más para 80.000, además de una flota de limusinas para el transporte de los directivos de la entidad, un decreto que permitiera la exención de impuestos, aeropuertos con posibilidad de recibir jets privados e infraestructura férrea y vial que hoy, casi 40 años después, Colombia todavía no tiene.
Por eso, en octubre de ese año, el presidente Belisario Betancur notificó a millones de compatriotas que siguieron su alocución por televisión pública, que “el Mundial de Fútbol de 1986 no se hará en Colombia, previa consulta democrática sobre cuáles son nuestras necesidades reales. En este caso no se cumplió la regla de oro: el Mundial debería servir a Colombia y no Colombia al servicio de la multinacional del Mundial. Aquí tenemos muchas otras cosas que hacer y no hay ni siquiera tiempo para atender las extravagancias de la FIFA y de sus socios. García Márquez -premio nobel de literatura ese año- nos compensa totalmente lo que perdamos de vitrina”.
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Las “otras cosas que hacer” a las que se refería Betancur eran escuelas, hospitales o vías para el país, pero nunca llegaron. Tal y como dijo Senior: “El Mundial pudo haber sido una puerta para el desarrollo que traería con las escuelas, hospitales y vías que el país quería o necesitaba”.
La Copa América 2021
En una decisión sin precedentes, en marzo de 2019, la Conmebol determinó adjudicarles la sede compartida de la Copa América a los dos países más lejanos en el continente, Argentina y Colombia.
La idea era unificar el calendario con la Eurocopa y, en adelante, jugarla cada cuatro años. Los directivos de la entidad justificaron involucrar a las dos naciones para dividir gastos y mandar un mensaje de integración y unidad, más allá de las dificultades que representaban las fases finales y los retos logísticos por largos viajes y ciudades anfitrionas en diferentes alturas.
A pesar de las críticas comenzó la preparación del evento y, en el caso de Colombia, el Gobierno Nacional destinó $12.500 millones para la adecuación de los estadios de Barranquilla, Medellín, Cali y Bogotá, y los gastos de la organización como tal.
El torneo estaba programado del 11 de junio al 11 de julio de 2020. Se inauguraría en Buenos Aires y la final se jugaría en Barranquilla. Las selecciones invitadas, además de las suramericanas, eran las de Australia y Catar.
Pero llegó el covid-19 y cambiaron los planes. Cuando se evidenció el alcance de la emergencia sanitaria, la alternativa fue aplazar el campeonato un año, como lo hizo también la Uefa.
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El inicio de las eliminatorias suramericanas al Mundial de Catar a finales de 2020 fue un importante espaldarazo. El fútbol estaba de vuelta. Pero el tercer pico de la pandemia, que comenzó en abril de 2021, con nuevos confinamientos parciales, complicó otra vez la situación, que se agravó en Colombia en mayo como consecuencia de las protestas sociales generadas por el anuncio del proyecto de reforma tributaria propuesta por el gobierno de Iván Duque.
Realmente las condiciones del país no estaban dadas para acoger el campeonato, así el Gobierno defendiera su organización con el argumento de que era “fundamental para la necesaria reactivación económica”.
Pero unos incidentes de violencia en partidos de Copa Libertadores y las protestas contra el torneo en diferentes ciudades tuvieron eco en la dirigencia internacional, que, respaldada por una alerta de seguridad del gobierno estadounidense, le pidió al presiente Iván Duque que renunciara a la sede.
El primer mandatario trató de salvar el evento sugiriendo su aplazamiento para diciembre, pero la Conmebol no lo consideró y el 20 de mayo, a pocos días del pitazo inicial, Colombia se quedó sin Copa, como le ocurrió una semana después a Argentina por el covid-19. El campeonato finalmente se disputó en Brasil.
Juegos Panamericanos Barranquilla 2027
La tapa, sin embargo, parece ser lo que ocurrió esta semana. Panam Sports anunció que le quitó la sede de los Juegos Panamericanos y Parapanamericanos a la capital del Atlántico por incumplir reiteradamente con los términos económicos del contrato firmado desde mediados de 2021, cuando le adjudicaron a Colombia las justas.
Generalmente, el país sede, además de una considerable inversión en escenarios e infraestructura para el evento, debe cubrir una costosa póliza de seguros y pagar derechos de organización a Panam Sports. Los primeros desembolsos los hizo la Alcaldía de Barranquilla, por un monto cercano a los US$2’250.000 y el Gobierno Nacional asumía US$8 millones más por concepto de cuotas de concesión de derechos de medios, venta de productos oficiales y de patrocinios.
El primer plazo era el 30 de junio de 2022, pero no se cumplió. Luego, con el cambio de gobierno en Colombia, de la administración de Iván Duque a la de Gustavo Petro, el asunto se dilató y los funcionarios salientes y entrantes no gestionaron bien la situación. De hecho, se siguen acusando unos a otros.
La primera ministra del Deporte de este gobierno, María Isabel Urrutia, dice que no hubo empalme y que no recibió instrucciones con respecto a los Juegos, mientras que Víctor Muñoz, secretario general de la presidencia anterior, presentó un documento firmado por ella con las respuestas a sus inquietudes.
Los dirigentes locales, Elsa Noguera, gobernadora del Atlántico, y Jaime Pumarejo, alcalde de Barranquilla, tampoco se apersonaron del tema y en agosto del año pasado Panam Sports les mandó una carta al Comité Olímpico Colombiano (COC), al Mindeporte y al presidente Gustavo Petro en la que “amenazaba” con quitarle la sede a Barranquilla.
Los dirigentes nacionales reaccionaron. Lograron un acuerdo de pago y ratificaron la intención de sacar adelante el evento, incluyendo otras poblaciones y departamentos de la región Caribe, un detalle que, no obstante, no les gustó mucho a los directivos continentales, que prefieren congregar la mayoría de las disciplinas en una sola ciudad.
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Colombia tenía que pagar US$4 millones antes de 31 de diciembre y otros US$4 millones a finales de enero. Y según todas las versiones, el dinero estaba aprobado por el Gobierno y disponible, pero no se transfirió a tiempo. Mindeporte explica que “existía una dificultad para hacerlo durante la vigencia 2023” y que por eso pidió en la segunda semana de 2024, lo que colmó la paciencia de los dirigentes de Panam Sports, entre quienes se encuentra Camilo Pérez, un directivo paraguayo, presidente de la Organización Deportiva Suramericana, Odesur, quien presiona desde hace rato para que la sede de los Panamericanos le sea readjudicada a Asunción.
“Dimos papaya y nos partieron la papaya”, dijo con razón Ciro Solano, presidente del Comité Olímpico Colombiano, quien al igual que el nuevo alcalde de Barranquilla, Alejandro Char, no pierde las esperanzas de revertir la situación y organizar los Panamericanos de 2027, que todavía no se sabe dónde van a ser.
Aunque apenas hasta febrero, en una asamblea extraordinaria de Panam Sports se dirá la última palabra, en verdad, la misión parece imposible, pues las evidencias demuestran que, como ocurrió con el Mundial de Fútbol de 1986 y la Copa América de 2021, a Colombia los Juegos le quedaron grandes.
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