“A los Olímpicos de México llegué reventado”: Álvaro Mejía

Testimonio del atleta antioqueño, considerado en 1966 como uno de los mejores fondistas del mundo.

Ricardo ávila Palacios
16 de octubre de 2018 - 03:00 a. m.
Álvaro Mejía en  una sesión de preparación a finales de  la década del 60, en el siglo pasado. A la izquierda, el entrenador Carlos Ávila.  / Archivo El Espectador
Álvaro Mejía en una sesión de preparación a finales de la década del 60, en el siglo pasado. A la izquierda, el entrenador Carlos Ávila. / Archivo El Espectador
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En octubre de 1966, dos años antes de los Juegos Olímpicos de México, el atleta antioqueño Álvaro Mejía Flórez ingresó al club de los mejores atletas del mundo por su bicampeonato en la micro olimpiada de México, donde —en apenas 48 horas— ganó los 5.000 (14,20 minutos) y los 10.000 metros (30:10.8 minutos), imponiéndose a rivales de la talla del tunecino Mohamed Gammoudi (plata en 10.000 metros, Olímpicos Tokio 64) y el belga Gaston Roelants, oro en Tokio (3.000 metros con obstáculos). El eco de su triunfo retumbó en América, Europa y África.

Previo a la carrera de los 10.000 metros un periodista del diario Excelsior entrevistó al campeón olímpico Roelants sobre sus posibilidades y respondió: “Yo a Gammoudi le gano”. Y el periodista volvió a la carga: “¿Y a Mejía?”. Y el fondista contestó: “A ese no lo conozco, pero también le gano”. Después del triunfo de Mejía, el Excelsior publicó a ocho columnas: “¿Me conoce ahora señor Roelants”.

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Tras el triunfo del colombiano, médicos deportólogos de Europa hicieron un comparativo entre Abebe Bikila, Neftalí Temuo, Kipchoge Keino y Álvaro Mejía, a quien llamaron la vedette suramericana. Todos, nacidos a más de 2.000 metros sobre el nivel del mar, entrenan en altura, su composición de la sangre tiene mayor cantidad de glóbulos rojos y, concluyeron, siempre van a ganar en altitud y también a nivel del mar, porque la altura no transforma a un atleta mediocre en campeón.

La figura de Mejía se magnificó el último día de 1966: fue el primer colombiano en ganar la legendaria carrera de San Silvestre, en São Paulo (Brasil), donde derrotó nuevamente al bicampeón de esa prueba, el belga Roelants, a quien aventajó por 53 segundos y le cortó su seguidilla de triunfos.

Su actuación del último trimestre del 66 le dio la vuelta al mundo, pues había superado a los mejores fondistas del momento. Fuera del país no faltaron los comentarios que afirmaban que el colombiano había tenido mucha suerte; no aceptaban lo que había ocurrido. La noticia produjo júbilo en Colombia, y en Bogotá la gente se volcó a las calles para recibirlo como a un héroe. El presidente Carlos Lleras Restrepo se reunió con él y le prometió la puesta en marcha de un plan para impulsar el deporte nacional en todas las esferas, como respuesta a los reclamos del campeón.

Aquel año lo arrancó con su victoria en el medio maratón de Coamo (Puerto Rico). Su brillante temporada hizo que la prensa internacional consagrara a Mejía como el mejor deportista del 66 en América, y en Europa fue elegido el mejor fondista del planeta.

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Precedido de esa fama, en una época en la que el Estado colombiano no tenía recursos para contratar entrenadores, Mejía no soportó el triunfalismo desmedido. Todo el mundo lo daba como candidato al oro en los Juegos Olímpicos de México 68. “En Colombia, yo salía de la casa y en la calle me decían ‘vas a ganar’, en los periódicos salía todos los días ‘Mejía va a ganar’, en la televisión que ‘voy a ganar’, y en la radio lo mismo. No aguanté esa presión tan increíble. Todos me daban como ganador pero nadie me ayudaba”.

El colombiano también era el favorito de la crítica mundial, que lo postuló para dirimir superioridades por la conquista de galardones. Entre otros, el comentarista de World Sport, de Inglaterra, le vaticinaba el primer lugar, y Robert Parienté, de L’Equipe, de París —el mejor diario deportivo del mundo—, lo daba como candidato al tercer puesto. Otros especialistas de Europa consideraban a Mejía como serio enemigo de quienes aspirasen a una medalla. Pese a todo, el décimo lugar se mantiene aún como la mejor actuación de un atleta colombiano en pruebas de fondo.

“Por temor a defraudar me reventaba en los entrenamientos pensando en la Olimpiada, pero la novatada me costó. A México llegué reventado, sin reservas en mi organismo, mis piernas estaban partidas por exceso de kilometraje, no tenía mucho para dar el día del juicio final. Los resultados hubieran podido ser mejores. No fue así por inexperiencia mía y de los dirigentes”. Mejía quedó décimo en la final de los 10.000 metros (30.10.6), mientras su rival Gammoudi fue tercero (29:34.2) y se colgó el bronce. “Con este resultado quedé más contento que el berraco. Nadie supo de mis sacrificios, por eso calificaron mi actuación de decepcionante, pero una cosa es correr y otra ver los toros desde la barrera”.

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“En esa temporada, y hasta San Silvestre, Mejía entrenó 20 meses seguidos sin descansar un día y en enero de 1967 se puso a empujar un camión y se le desvió un disco de la columna. En el 67 no tuvo carreras sino lesiones y llegó a la Olimpiada mexicana sin puntos de referencia”, me explicó antes de su muerte el exatleta y periodista deportivo José Briceño.

Múnich, en septiembre de 1972, marcó su despedida en Juegos Olímpicos: culminó 48 en el maratón (2:31:56.). Esa fue su frustración: no ganar una medalla olímpica. “Me dejaron solo y un campeón olímpico no se hace solo”, se lamenta Mejía, quien a sus 78 años ya siente que las piernas le flaquean, aunque luce fuerte. Hoy vive tranquilo en su apartamento del barrio La Soledad, en Bogotá.

Grajales y Arrechea

En su segunda y última participación olímpica, Pedro Grajales se confirmó como el mejor colombiano de pruebas de velocidad. En México, superó la primera ronda eliminatoria en 200 y 400 metros planos, logro que ya había realizado cuatro años antes en los Juegos Olímpicos de Tokio 64.

En la primera eliminatoria de la modalidad, el vallecaucano se encasilló cuarto (21.0) y en la segunda ronda cayó al séptimo puesto con el mismo tiempo. El ganador en esta distancia fue el estadounidense Tommie Smith (19,8). Entre tanto, en la serie eliminatoria de los 400 metros Grajales terminó segundo (46,7) y le respiró en la nunca al alemán Martin Jellinghaus (46,4). Su despedida fue en cuartos de final al cruzar la raya de meta en el octavo puesto (46,5). Lee Evans tuvo el privilegio de lucir la medalla de oro sobre su pecho, con registro de 43,8 segundos.

Hernando Arrechea estuvo sobre su mejor marca e igualó con 14 segundos el registro suramericano de los 110 metros con vallas, en poder del argentino Alberto Triulzi desde 1947. Arrechea cayó eliminado en las primeras de cambio lo mismo que Jimmy Sierra, un novato que pagó caro su viaje a unos olímpicos, pues estaba bajo de forma y quedó de último en su serie de los 100 metros (10,8). Hernán Barreneche no pudo competir en el maratón por un accidente.

Cochise fue noveno

En ciclismo, el antioqueño Martín Emilio Rodríguez, Cochise, también figuró entre los favoritos para subirse al podio. Sin embargo, el destino determinó que el sorteo lo sembrara en su serie con el italiano Cipriano Chemello, quien no solo derrotó al colombiano sino que batió las marcas mundial y olímpica del momento, con 4.43.58, frente a 4.45.38 del escarabajo, quien finalizó en la novena casilla.

Hubo un detalle técnico que le significó a Cochise una pequeña desventaja y que le fue endosada a su entrenador suizo Walter Diggelmann: compitió con gomas de 120 gramos, mientras los demás lo hicieron con 110.

Una alegría fugaz, en cambio, produjo el relevo 4 x 200 metros en natación. Allí, Tomás Becerra, Federico Sicard, Ricardo González y Julio Arango lograron avanzar hasta la segunda ronda, donde fueron eliminados.

Por Ricardo ávila Palacios

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