“Al deportista colombiano solo lo apoyan cuando logra hazañas”: Juan Diego Tello
En conversación con El Espectador, el antioqueño habló de las eliminatorias al Mundial, de su legado y lo que viene para el baloncesto colombiano.
Fernando Camilo Garzón
Esta historia empieza en un bus. María Severa se sentaba, siempre que podía, en la parte trasera, pues como medía 1,85 metros de estatura no cabía entre las sillas de los colectivos. Esa tarde volvía para su casa en Bello (Antioquia) cuando un señor, alto como ella y que también se sentaba atrás en los buses, le preguntó: “Disculpe si la molesto, pero, ¿usted tiene hijos?”.
-Sí —respondió María Severa sorprendida— uno.
-¿Y cuántos años tiene, cuál es su estatura? —le insistió el desconocido.
“Tiene 11 años y ya mide 1,80”, señaló la madre. “¿Y juega baloncesto?”. No, contestó una vez más la mamá. “A él le gusta el fútbol”. A los oídos del señor, que le confesó ser un entrenador de básquet, era un desperdicio. Le dijo que no perdieran más el tiempo pateando una pelota y la invitó a que llevara a su hijo a entrenarse en su escuela. Y el niño demostró de inmediato condiciones. Era especial.
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“Dominarás el mundo, vas a ser el mejor basquetbolista colombiano de todos los tiempos”, fue la promesa que le hicieron a Juan Diego Tello cuando empezó a jugar al baloncesto en esa pequeña escuela. Esas palabras inspiraron su camino y lo ligaron a la pelota naranja para siempre.
Hoy, a sus 37 años, cuando el final de su carrera cada vez se ve más cerca, Tello puede ver en sus pasos su legado. En su trasegar proyecta la herencia que le dejará a la siguiente generación de basquetbolistas que sueñan con llegar al Mundial de Baloncesto por primera vez en la historia de Colombia.
Ese niño, que empezó jugando en las calles del barrio Buenos Aires de Medellín, viajó sin esperarlo por el mundo. Conquistando, como ningún otro basquetbolista había hecho en la historia de nuestro país, espacios para el baloncesto. Primero estudió en Estados Unidos, donde jugó a nivel universitario y soñó con llegar a la NBA, pero las lesiones lastraron su camino. Después recorrió Europa: fue a España y Francia, jugó en Lituania, donde lo escogieron mejor jugador de la liga, y pasó por Turquía, donde fue campeón con Pinar Karsiyaka.
Su mayor inspiración siempre fue la dificultad. Recuerda que lo que lo hizo escoger el baloncesto por encima del fútbol fue que le pareció más difícil. “Requería más habilidad. Para meter la pelota en el aro había que ser muy bueno, siempre tocaba mejorar el tiro. Era un deporte muy retador y eso me enamoró”. Con los años Tello nunca abandonó su disciplina ni la responsabilidad con su cuerpo. De hecho, a su método de entrenamiento lo motiva una filosofía que él reconoce como la “ética del trabajo”. Una estrategia que requiere la inversión total de la capacidad física en la preparación atlética y deportiva. “Mi dedicación y el cuidado de mi cuerpo son la razón por la que hoy en día, a mis 37 años, puedo seguir jugando al máximo nivel. Uno a veces invierte en propiedades o en otras cosas, pero lo más importante es invertir en nosotros mismos. Entonces invierto en mi cuerpo. Me cuido bastante, no tomo, no fumo y nunca paro de entrenar”.
La motivación de Tello siempre estuvo en seguir. No paró nunca. Ni siquiera en esos primeros años en los que los ojeadores de la NBA dijeron que no tenía condiciones para llegar a Estados Unidos porque era colombiano. Mucho menos después cuando les demostró que estaban equivocados y llegó a Norteamérica sin saber inglés. Estudió a pesar de la brecha idiomática y de las tardes que pasaba de largo sin comer porque le tocaba ordenar por señas al no saber las palabras.
La mayoría de los basquetbolistas colombianos que han recorrido el mundo han tenido que adaptarse, a los idiomas, al clima y a la preparación física. Y Tello, que fue de los primeros que emigró, descubrió temprano que las condiciones con las que contaban los deportistas colombianos que querían triunfar en el extranjero eran precarias.
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Por eso siempre se ha mostrado crítico ante la desorganización del baloncesto colombiano y el olvido de la liga, porque considera que desde la Federación y el Estado se les deberían dar más herramientas a los basquetbolistas para salir adelante. Reconoce el trabajo dirigencial de los últimos años para revivir el torneo y estabilizarlo, pero asegura que hasta que se garanticen las condiciones básicas de los basquetbolistas colombianos los resultados se van a seguir consiguiendo con las uñas.
El Mundial, una oportunidad histórica
“Al deportista colombiano solo lo apoyan cuando logra hazañas”. Para Juan Diego Tello la importancia de que la selección clasifique al Mundial de Baloncesto, por primera vez, está en que por fin reconocerán el lugar del basquetbolista colombiano. “En este país a los deportistas solo nos miran cuando ganamos. Y solo cuando llegamos a lo más alto. Pasó en su día con Juan Pablo Montoya, pasa con los ciclistas y con los pesistas. Llegar es difícil y parece que solo valemos cuando triunfamos”.
De ahí que resalta la importancia de Jaime Echenique, porque dice que, al llegar a la NBA -el sueño de toda una generación de basquetbolistas colombianos que emigraron a Estados Unidos-, el barranquillero abrió muchas puertas. “Ahora más niños van a querer jugar baloncesto. Y van a ver en nosotros que sí se puede vivir de este deporte”.
Colombia no la tiene fácil, porque comparte grupo con México, al que enfrenta hoy de visitante, y Estados Unidos, que visitará a la selección el lunes en Barranquilla. Puerto Rico, Uruguay y Brasil completan la zona. Sin embargo, para llegar a esta ronda el combinado nacional tampoco lo tenía sencillo y clasificó gracias a una victoria agónica e inédita contra los brasileños.
La camada actual de basquetbolistas colombianos tiene una cita con la historia. Y Juan Diego Tello es uno de los máximos exponentes de la generación que les entregará la posta a los nuevos jugadores. En sus manos y en las de los más jóvenes estará la posibilidad de poner a Colombia en el panorama del básquet mundial.
Esta historia empieza en un bus. María Severa se sentaba, siempre que podía, en la parte trasera, pues como medía 1,85 metros de estatura no cabía entre las sillas de los colectivos. Esa tarde volvía para su casa en Bello (Antioquia) cuando un señor, alto como ella y que también se sentaba atrás en los buses, le preguntó: “Disculpe si la molesto, pero, ¿usted tiene hijos?”.
-Sí —respondió María Severa sorprendida— uno.
-¿Y cuántos años tiene, cuál es su estatura? —le insistió el desconocido.
“Tiene 11 años y ya mide 1,80”, señaló la madre. “¿Y juega baloncesto?”. No, contestó una vez más la mamá. “A él le gusta el fútbol”. A los oídos del señor, que le confesó ser un entrenador de básquet, era un desperdicio. Le dijo que no perdieran más el tiempo pateando una pelota y la invitó a que llevara a su hijo a entrenarse en su escuela. Y el niño demostró de inmediato condiciones. Era especial.
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“Dominarás el mundo, vas a ser el mejor basquetbolista colombiano de todos los tiempos”, fue la promesa que le hicieron a Juan Diego Tello cuando empezó a jugar al baloncesto en esa pequeña escuela. Esas palabras inspiraron su camino y lo ligaron a la pelota naranja para siempre.
Hoy, a sus 37 años, cuando el final de su carrera cada vez se ve más cerca, Tello puede ver en sus pasos su legado. En su trasegar proyecta la herencia que le dejará a la siguiente generación de basquetbolistas que sueñan con llegar al Mundial de Baloncesto por primera vez en la historia de Colombia.
Ese niño, que empezó jugando en las calles del barrio Buenos Aires de Medellín, viajó sin esperarlo por el mundo. Conquistando, como ningún otro basquetbolista había hecho en la historia de nuestro país, espacios para el baloncesto. Primero estudió en Estados Unidos, donde jugó a nivel universitario y soñó con llegar a la NBA, pero las lesiones lastraron su camino. Después recorrió Europa: fue a España y Francia, jugó en Lituania, donde lo escogieron mejor jugador de la liga, y pasó por Turquía, donde fue campeón con Pinar Karsiyaka.
Su mayor inspiración siempre fue la dificultad. Recuerda que lo que lo hizo escoger el baloncesto por encima del fútbol fue que le pareció más difícil. “Requería más habilidad. Para meter la pelota en el aro había que ser muy bueno, siempre tocaba mejorar el tiro. Era un deporte muy retador y eso me enamoró”. Con los años Tello nunca abandonó su disciplina ni la responsabilidad con su cuerpo. De hecho, a su método de entrenamiento lo motiva una filosofía que él reconoce como la “ética del trabajo”. Una estrategia que requiere la inversión total de la capacidad física en la preparación atlética y deportiva. “Mi dedicación y el cuidado de mi cuerpo son la razón por la que hoy en día, a mis 37 años, puedo seguir jugando al máximo nivel. Uno a veces invierte en propiedades o en otras cosas, pero lo más importante es invertir en nosotros mismos. Entonces invierto en mi cuerpo. Me cuido bastante, no tomo, no fumo y nunca paro de entrenar”.
La motivación de Tello siempre estuvo en seguir. No paró nunca. Ni siquiera en esos primeros años en los que los ojeadores de la NBA dijeron que no tenía condiciones para llegar a Estados Unidos porque era colombiano. Mucho menos después cuando les demostró que estaban equivocados y llegó a Norteamérica sin saber inglés. Estudió a pesar de la brecha idiomática y de las tardes que pasaba de largo sin comer porque le tocaba ordenar por señas al no saber las palabras.
La mayoría de los basquetbolistas colombianos que han recorrido el mundo han tenido que adaptarse, a los idiomas, al clima y a la preparación física. Y Tello, que fue de los primeros que emigró, descubrió temprano que las condiciones con las que contaban los deportistas colombianos que querían triunfar en el extranjero eran precarias.
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Por eso siempre se ha mostrado crítico ante la desorganización del baloncesto colombiano y el olvido de la liga, porque considera que desde la Federación y el Estado se les deberían dar más herramientas a los basquetbolistas para salir adelante. Reconoce el trabajo dirigencial de los últimos años para revivir el torneo y estabilizarlo, pero asegura que hasta que se garanticen las condiciones básicas de los basquetbolistas colombianos los resultados se van a seguir consiguiendo con las uñas.
El Mundial, una oportunidad histórica
“Al deportista colombiano solo lo apoyan cuando logra hazañas”. Para Juan Diego Tello la importancia de que la selección clasifique al Mundial de Baloncesto, por primera vez, está en que por fin reconocerán el lugar del basquetbolista colombiano. “En este país a los deportistas solo nos miran cuando ganamos. Y solo cuando llegamos a lo más alto. Pasó en su día con Juan Pablo Montoya, pasa con los ciclistas y con los pesistas. Llegar es difícil y parece que solo valemos cuando triunfamos”.
De ahí que resalta la importancia de Jaime Echenique, porque dice que, al llegar a la NBA -el sueño de toda una generación de basquetbolistas colombianos que emigraron a Estados Unidos-, el barranquillero abrió muchas puertas. “Ahora más niños van a querer jugar baloncesto. Y van a ver en nosotros que sí se puede vivir de este deporte”.
Colombia no la tiene fácil, porque comparte grupo con México, al que enfrenta hoy de visitante, y Estados Unidos, que visitará a la selección el lunes en Barranquilla. Puerto Rico, Uruguay y Brasil completan la zona. Sin embargo, para llegar a esta ronda el combinado nacional tampoco lo tenía sencillo y clasificó gracias a una victoria agónica e inédita contra los brasileños.
La camada actual de basquetbolistas colombianos tiene una cita con la historia. Y Juan Diego Tello es uno de los máximos exponentes de la generación que les entregará la posta a los nuevos jugadores. En sus manos y en las de los más jóvenes estará la posibilidad de poner a Colombia en el panorama del básquet mundial.