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Hay quienes creen que existen vidas que están predeterminadas. Que ni los avatares del azar ni los infortunios pueden trastocar lo que ya está escrito. Quienes han conocido su camino siempre dijeron lo mismo: “Será una jugadora de élite”. Otros, los que le siguen los pasos desde que era una niña, por allá en el barrio Torices de Cartagena, creen fielmente que su mejor tiempo está por venir. Con el número 19 en la espalda, Amanda Coneo es figura y digna representante de una generación dorada del voleibol femenino colombiano. La misma que hoy enfrenta a Perú, por la segunda fecha del Preolímpico. El fin no es otro: ganar el torneo, empacar maletas y fijar destino rumbo a Tokio 2020.
Pararse frente a la malla del coliseo El Salitre en Bogotá, lugar en el que se disputó el torneo que entregó un cupo a la cita olímpica de Japón (Argentina se quedó con el tiquete), no pone nerviosa a Amanda, quien ya ha jugado profesionalmente para cinco clubes en tres países distintos, a pesar de que apenas tiene 22 años.
Su mayor inspiración para comenzar en el voleibol fue su hermana Gabriela, quien luego prefirió el estudio y le heredó a Amanda la adrenalina de los bloqueos y los remates.
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Su historia deportiva es como muchas en nuestro país. Inició en el colegio, José de la Vega, en su caso. A sus 13 años comenzó a representar a Bolívar, en medio de un país sin una liga profesional ni oportunidades de crecimiento y con unos Juegos Nacionales en decadencia. Ese entorno la obligó a mirar afuera.
Su talento la puso en Perú, un país apasionado por el voleibol. Su Liga profesional, buscando crecimiento, se llevó a las mejores del continente para fortalecer el nivel local. En esa camada llegó Amanda.
En Lima vivió en un apartamento en Miraflores, un distrito exclusivo y con una inigualable vista al Océano Pacífico. Llegó a jugar con el club CV Túpac Amaru y su rutina era entrenar y descansar, y en ese descanso estaba el idilio con el mar, del acostumbrado surf limeño y de disfrutar de la playa, pero eso terminó pronto. Dos meses después de su llegada las cosas se tornaron más serias. Si quería llegar alto tenía que entrenar a doble jornada. Fue entonces cuando pasó a vivir al distrito de San Juan de Lugirancho. Lejos, apartada del centro y con poco por hacer, pero cerca del coliseo donde jugaba.
“Esos fueron meses duros”, resume con nostalgia Amanda, ya sentada en una de las graderías del coliseo El Salitre, en el que ha pasado las últimas dos semanas preparándose para este Preolímpico junto con sus 15 compañeras, quienes coinciden en que su talento es inagotable, al igual que su potencia en el brazo.
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Esa virtud adquirida es una suma de condición natural y de una disciplina excesiva. Esa determinación y sus buenas actuaciones en Perú le dieron la oportunidad de migrar a Europa. Terminó en Italia, según Amanda, el país donde mejor voleibol juegan y con la mejor liga de todas.
En 2015 comenzó en el Lardini Filottrano, en el que estuvo un año. Luego jugó para el SAB Volley Legnano, para comenzar 2018 haciéndolo para el CUS Torino. Tres equipos en los que siempre se destacó por algo en específico: el salto.
Sus 1,77 metros la hacen pasar inadvertida entre sus compañeras, incluso en la selección nacional. Pero su corta estatura para esa disciplina la compensa con un salto que resulta un espectáculo.
Cuando Amanda ataca y remata con su brazo extendido desde un costado de la red, alcanza los 3,15 metros de altura, un movimiento que realiza estando separada 77 centímetros del suelo. Un sostenido único, un par de segundos que le permiten ser distinta, de esos pincelazos de virtud que solamente tienen los deportistas de élite.
Ese salto y esa fuerza del golpe son los que podrán ver las más de 7.000 personas que agotaron la boletería para apoyar y disfrutar de un equipo que sueña en grande. Una ambición que comienza por ella misma. Por querer ser mejor buscó nuevos aires.
Desde julio del año pasado, y luego de la histórica figuración en los Panamericanos de Lima, en los que Colombia se quedó con la medalla de plata después de derrotar en semifinales al siempre favorito Brasil, Amanda se fue a vivir a Francia. Lo hizo para jugar con el Racing Cannes, con el que disputó por primera vez la Champions League.
“El año pasado en los Panamericanos fue un placer ganarles en su cancha, porque tener al público en contra me motiva más”. Hoy las gradas estarán a su favor, anunciándole que el momento es ahora, que los esfuerzos pasados la han traído para que sea la líder de un equipo que demostró tener talento y garra para ir a los Oímpicos, y que por su edad seguramente obtendrá el tiquete para París en 2024.
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