Andy Murray, leyenda a pesar de las lesiones
Lea el texto que escribió en exclusiva para El Espectador uno de los mejores tenistas de los últimos años a propósito del Día de la Mujer.
Redacción deportes
El británico Andy Murray ha sido el único tenista capaz de desbancar a Roger Federer, Novak Djokovic y Rafael Nadal del número uno del mundo. Fue él quien rompió la sequía de 76 años sin un título de Grand Slam para los británicos. Y es el único jugador que ha ganado dos oros olímpicos en sencillos: en Londres 2012 y Río 2016.
Él es el sucesor del legendario Fred Perry y el hijo de una madre entregada que, aunque trabajó sin descanso para formarlo como deportista, jamás pensó verlo llegar tan lejos.
Andy supo cargar sobre sus hombros el peso de ser el símbolo del renacimiento del tenis británico, que, a pesar de su tradición, no sonaba con fuerza desde los años 30.
Su madre lo mandó a Barcelona, con apenas quince años de edad, para que aprendiera a jugar en polvo de ladrillo, superficie impracticable en el Reino Unido. Terminó convertido en un jugador exquisito, con uno de los mejores reveses de todos los tiempos. Considerado un perdedor en sus inicios, porque cayó en sus cuatro primeras finales de Grand Slam, se impuso en el US Open 2012, apenas un par de meses después de vencer a Roger Federer en el All England Club, en la final de los Juegos Olímpicos de Londres.
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En 2013 alcanzó la gloria. Djokovic mandó un revés a la red y Murray dejó caer la raqueta al suelo, se quitó la gorra y con los brazos en alto aplaudió. Una imagen para la historia, las lágrimas de su madre en la grada, la impasibilidad de su técnico Ivan Lendl y él llorando sobre la hierba de la Catedral, su Catedral. Por fin un británico volvía a ganar Wimbledon.
Otras tres derrotas en finales precedieron a su mejor año en la élite. Un 2016 en el que sumó nueve títulos, entre ellos su segundo Wimbledon y la Copa de Maestros, además del oro olímpico en Río.
El último día del calendario ATP, firmó el número uno del mundo. También había logrado en 2015 la ensaladera de la Copa Davis con Gran Bretaña. Tocó el techo y cayó de la manera más injusta para un deportista: derrotado por las lesiones. Hasta que se cansó de sufrir y anunció su retiro en 2019. Con apenas 32 años y 49 títulos ATP, es una leyenda del deporte.
El británico Andy Murray ha sido el único tenista capaz de desbancar a Roger Federer, Novak Djokovic y Rafael Nadal del número uno del mundo. Fue él quien rompió la sequía de 76 años sin un título de Grand Slam para los británicos. Y es el único jugador que ha ganado dos oros olímpicos en sencillos: en Londres 2012 y Río 2016.
Él es el sucesor del legendario Fred Perry y el hijo de una madre entregada que, aunque trabajó sin descanso para formarlo como deportista, jamás pensó verlo llegar tan lejos.
Andy supo cargar sobre sus hombros el peso de ser el símbolo del renacimiento del tenis británico, que, a pesar de su tradición, no sonaba con fuerza desde los años 30.
Su madre lo mandó a Barcelona, con apenas quince años de edad, para que aprendiera a jugar en polvo de ladrillo, superficie impracticable en el Reino Unido. Terminó convertido en un jugador exquisito, con uno de los mejores reveses de todos los tiempos. Considerado un perdedor en sus inicios, porque cayó en sus cuatro primeras finales de Grand Slam, se impuso en el US Open 2012, apenas un par de meses después de vencer a Roger Federer en el All England Club, en la final de los Juegos Olímpicos de Londres.
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En 2013 alcanzó la gloria. Djokovic mandó un revés a la red y Murray dejó caer la raqueta al suelo, se quitó la gorra y con los brazos en alto aplaudió. Una imagen para la historia, las lágrimas de su madre en la grada, la impasibilidad de su técnico Ivan Lendl y él llorando sobre la hierba de la Catedral, su Catedral. Por fin un británico volvía a ganar Wimbledon.
Otras tres derrotas en finales precedieron a su mejor año en la élite. Un 2016 en el que sumó nueve títulos, entre ellos su segundo Wimbledon y la Copa de Maestros, además del oro olímpico en Río.
El último día del calendario ATP, firmó el número uno del mundo. También había logrado en 2015 la ensaladera de la Copa Davis con Gran Bretaña. Tocó el techo y cayó de la manera más injusta para un deportista: derrotado por las lesiones. Hasta que se cansó de sufrir y anunció su retiro en 2019. Con apenas 32 años y 49 títulos ATP, es una leyenda del deporte.