Ángel Barajas, un ángel de plata
Deportista del Año de El Espectador y Movistar. El cucuteño se ha ganado a pulso cada uno de los logros que ha conquistado, con disciplina y constancia, pero también el apoyo irrestricto de su madre y su entrenador. Sueña con llegar a lo más alto del podio en Los Ángeles.
Laura Tatiana Vargas Lizarazo
Cuando Ángel Gabriel Barajas Vivas conoció la gimnasia se sintió como un pez fuera del agua. No fue amor a primera vista. No experimentó la sensación de tener mariposas en el estómago. Tenía cinco años, era un niño inquieto y le gustaban las acrobacias, pero también era tímido, inseguro y temeroso. Ese miedo se apoderó de él y creyó no pertenecer a ese mundo. Sin embargo, el tiempo y la vida le demostrarían lo contrario.
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Cuando Ángel Gabriel Barajas Vivas conoció la gimnasia se sintió como un pez fuera del agua. No fue amor a primera vista. No experimentó la sensación de tener mariposas en el estómago. Tenía cinco años, era un niño inquieto y le gustaban las acrobacias, pero también era tímido, inseguro y temeroso. Ese miedo se apoderó de él y creyó no pertenecer a ese mundo. Sin embargo, el tiempo y la vida le demostrarían lo contrario.
Poseía un talento innato. Pasaba horas imitando las acrobacias de Sportacus, el personaje principal de la serie infantil LazyTown. Copiaba todo lo que él hacía: medialunas, volteretas, saltos, giros en el aire. Cosas que los demás niños no podían hacer. “Hasta me decía que le comprara una manzana verde, porque Sportacus comía manzana y eso era lo que le daba energía”, recuerda Angélica Vivas, la mamá de Ángel, y se ríe.
Fue ella quien le insistió a su hijo para que le diera una segunda oportunidad a la gimnasia. Tiempo después de aquella primera experiencia fallida, llevó a Ángel al Coliseo Eustorgio Colmenares Baptista, en Cúcuta, y le dio la confianza y la motivación para que empezara a entrenar, esta vez de verdad. Allí comenzó ese camino que lo llevaría a convertirse en un campeón. Un recorrido que no ha sido fácil, pero que le ha dado recompensas.
Los primeros años de vida de Ángel fueron retadores. Los ingresos de su familia eran escasos y sus dos hermanos mayores, Jeison y Youri, empezaron a trabajar desde muy jóvenes para traer un sustento económico al hogar. Durante la época más difícil, cuando el dinero no alcanzaba para casi nada, la ilusión de ver a Ángel campeón fue mayor. La familia hizo de todo para apoyar su carrera, para que no dejara de entrenar.
Ese esfuerzo, poco a poco, empezó a dar frutos. Su primera gran actuación internacional fue en los Juegos Sudamericanos de la Juventud de Rosario 2022, cuando se convirtió en la figura del certamen al sumar siete oros. En julio de ese mismo año compitió en el Campeonato Panamericano en Río de Janeiro, en la categoría juvenil, en el que ganó la medalla de oro en barra fija.
En 2023, el joven deportista continuó con sus triunfos al conseguir dos medallas de oro, una de plata y una de bronce en el Campeonato Mundial Juvenil de Antalya, en Turquía, resultado que lo confirmó como la gran promesa colombiana en esa disciplina. Pero, el vuelo más alto de Ángel fue el lunes 5 de agosto de 2024, cuando a los 17 años y 359 días se consagró al ganar la medalla de plata en los Juegos Olímpicos de París.
Antes de ese momento eran pocas las personas que conocían su nombre. Había llegado a Francia de forma discreta, con un perfil bajo, pero con mucha seguridad. La gimnasia artística masculina no estaba en las cuentas para sumar en el medallero de Colombia. Para muchos, la presea de Ángel fue toda una sorpresa. Pero, su familia y las personas que lo han apoyado durante años sabían de su potencial y nunca dejaron de creer en él.
Cuando se subió a la barra fija la presión desapareció y lo único que quedó fue esa sed de victoria. Ahí, en el aire, mientras “volaba”, el tiempo pasó más lento y el corazón latió más rápido. En su mente solo había espacio para un pensamiento: hacer bien la rutina. Y lo logró.
Con una calificación de 14.533, con una dificultad de 6.600 y una ejecución de 7.933, el gimnasta cucuteño terminó segundo en la final de la barra fija, consiguiendo un logro histórico: ganar para Colombia la primera medalla olímpica en gimnasia artística, una de las disciplinas más antiguas y prestigiosas de las olimpiadas.
Ángel nació para sorprender, para romper récords. Se convirtió en el colombiano y el suramericano más joven en ganar una medalla en la historia de los Juegos Olímpicos. Ese día quedó guardado para siempre no solo en la memoria de Ángel y su familia, sino en la de miles de colombianos que siguieron cada uno de sus movimientos a través del televisor, que hicieron fuerza, lloraron y se emocionaron con él. También en la de mentores y referentes como Jairo Ruiz, su entrenador desde hace 13 años, y Jossimar Calvo, reconocido gimnasta colombiano, compañero en la liga de Norte de Santander y su modelo a seguir desde que se adentró a este mundo.
A los 18 años, Ángel ya consiguió lo que todo deportista sueña tener algún día. Y, aun así, sabe que todavía le faltan muchas más cosas por lograr. Es joven y tiene un futuro prometedor en el deporte. Por eso, sigue entrenando con pasión para mejorar cada día.
Su vida es muy diferente a la de otros muchachos de su edad. No sale de fiesta, no se la pasa en la calle ni se desvela. Se levanta a las 5:00 a.m., ora, desayuna, se alista, lee la Biblia y sale antes de las 6:00 a.m. a terapia. A las 7:00 a.m. inicia el entrenamiento, que se prolonga hasta las 11:00 u 11:30 a.m. Después almuerza, ahí mismo en el coliseo, y a la 1:00 p.m. retoma el entrenamiento hasta las 3:00 p.m. Sale para terapia de nuevo y llega a la casa a las 4:30 p.m. Algunos días va a la iglesia, la misma a la que ha asistido durante más de una década, y cuando está en temporada escolar, se dedica a estudiar el resto de la tarde de forma virtual. A las 6:00 p.m. cena y a las 8:00 p.m. ya está durmiendo.
La dedicación y la disciplina están impregnadas en el ADN de Ángel. Su mamá lo describe como un ser humano sencillo, un hijo cariñoso y un deportista obediente. Pero él es mucho más que eso. Admite que también es frágil, inseguro y sensible. Cuando pierde, llora; cuando no le va bien en un entrenamiento, se frustra. Tiene días grises de tristeza y cansancio. Comete errores y se cae de la barra de vez en cuando. Es un campeón, pero también ha tenido que enfrentar la derrota y aprender de ella.
En esos momentos desafiantes, siempre ha tenido el apoyo de su mamá, quien, a pesar de los años, sigue poniéndose nerviosa cada vez que lo ve competir. “Nunca dejo de orar por él, de pedirle a Dios que lo cuide y le dé tranquilidad”, dice Angélica.
Ángel fue premiado por El Espectador como el mejor deportista de 2024. A pesar de los múltiples reconocimientos, a tan temprana edad, él, con la humildad que lo caracteriza, está lejos de creerse superior. “Todos trabajamos para ser los mejores, no puedo decir si soy el mejor o no, porque todos trabajamos por lo mismo”, asegura con sonrisa tímida.
Ahora, Ángel sueña con llegar más preparado a Los Ángeles 2028. Su objetivo es la presea dorada. Cuando se imagina su futuro se ve exitoso y, lo más importante, se ve feliz.