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Por su invasión a Ucrania, Rusia ha sido privada de acoger varios eventos deportivos y sus representantes de participar en ellos. El caso más sonado de la última semana fue la decisión de la FIFA de eliminar a la selección rusa del mundial, a pesar de que tenía que jugar el repechaje. Situaciones como esta en el mundo del deporte no son nuevas, a Sudáfrica le ocurrió un castigo similar durante muchos años, aunque fue por una razón diferente.
La historia se remonta a 1948 cuando el Partido Nacional, de extrema derecha, llegó al poder en Sudáfrica. Su líder Daniel François Malan era un nacionalista afrikáner (grupo étnico de origen neerlandés) y defensor de la segregación racial. En su discurso de victoria dijo: “Sudáfrica vuelve a ser nuestra, Dios permita que sea nuestra siempre”. Sin embargo, al decir “nuestra” se refirió solo a los blancos que, en ese entonces, eran la quinta parte de la población.
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Con esa premisa fue introducido el Apartheid, un sistema que legalizaba la segregación racial. La medida contempló la separación entre blancos y negros en casi todas las esferas de la vida pública, impidió a las personas negras ejercer su derecho al voto, y prohibió los matrimonios, incluso las relaciones sexuales, entre personas blancas y negras. Al tratarse de una política abiertamente racista, Sudáfrica fue muy criticada en el plano internacional. Y a pesar de las presiones extranjeras y la insistencia de países aliados para cambiar sus políticas, los dirigentes nacionalistas insistieron en mantenerlas.
En 1955, el Gobierno sudafricano juzgó por traición a los 156 activistas que firmaron la Carta de la Libertad, un documento que pedía una Sudáfrica sin distinción racial. Entre esos firmantes destacó Nelson Mandela, un abogado que años atrás había sido condenado por organizar una campaña de desobediencia civil en protesta por la segregación.
Sudáfrica se convirtió entonces en el objeto de numerosos boicots entre los que se sumaron organismos deportivos. La FIFA los expulsó en 1963 de toda competición internacional. Un año después, el Comité Olímpico Internacional hIizo lo mismo. En 1970, la selección de la Copa Davis de tenis fue excluida por negarse a presentar un equipo multirracial. E incluso, la ONU llegó a implementar una base de datos para registrar a los deportistas extranjeros que compitieran en el país como forma de presión.
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Tras varios años, el aislamiento político, económico y diplomático que arrastraba Sudáfrica, junto con las presiones que ejercía la población negra al interior, hicieron que el Partido Nacional repensara su política. En 1989, con la llegada de Frederik De Klerk al cargo de primer ministro, los sudafricanos tuvieron una nueva constitución, comenzaron el desmantelamiento del Apartheid y liberaron a los presos políticos. Mandela recuperó su libertad en 1990 y cuatro años más tarde fue elegido presidente en unas elecciones universales.
Con el fin del Apartheid, la FIFA, el COI y demás organismos aceptaron de vuelta a los sudafricanos. En 1995 consiguieron uno de sus mayores logros deportivos cuando ganaron el Mundial de Rugby. Su tradición en este deporte es muy grande y, sin embargo, por la prohibición no habían podido participar en las ediciones anteriores. Ese triunfo fue visto en el país como un símbolo de reconciliación.
En 1996 Sudáfrica acogió la Copa Africana de Naciones de fútbol y, para sorpresa de muchos, los locales quedaron campeones. Los locales, con un equipo conformado por blancos y negros, derrotaron a Túnez y consiguieron el primer título en esta disciplina. Mandela, fanático ferviente de este deporte, asistió al partido y entregó el trofeo vestido como uno más del equipo.
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En los años venideros, la selección sudafricana continuó con los buenos resultados. En la Copa Africana del 98 salieron subcampeones y disputaron su primer mundial. Dos años más tarde lograron un tercer puesto continental y asistieron también a Corea-Japón 2002, aunque no pasaron de la primera ronda.
Pocos años después, Sudáfrica organizó el mundial del 2010. Durante su ceremonia de clausura, previo a la final que disputaron España y Países Bajos, Nelson Mandela recorrió la cancha, llevándose los aplausos de los asistentes quienes reconocieron en él su larga trayectoria en la lucha por una Sudáfrica multirracial.