Así se celebró la primera medalla de Colombia en Tokio 2021
A pesar de la ausencia de público en las tribunas, el Foro Internacional de la capital japonesa se tiñó de amarillo, azul y rojo. La delegación nacional festejó orgullosa la presea de plata del pesista vallecaucano Luis Javier Mosquera.
María José Medellín Cano
Desde Tokio
“Él está fuerte”, se escuchó en la tribuna. “Hay que estirar piernas”, le dijo uno de sus asesores en el escenario. Con estos consejos, Luis Javier Mosquera fue haciendo su trabajo. Recordó la técnica. Levantar el pecho. Respirar profundo. Extender los brazos. “Concentrado, concentrado”, le gritó otro técnico desde la gradería de un teatro del Foro Internacional de Tokio acostumbrado a albergar a los mejores conferencistas del mundo.
En la noche japonesa de este 25 de julio, madrugada en Colombia, el contraste fue total: un recinto prácticamente vacío y, en el escenario, una escenografía roja y los mejores pesistas del mundo en la categoría de los 67 kilogramos. Luis Javier Mosquera sube seguro al escenario. Se recarga de los gritos de ánimo que le llegan del público. Respira y hace lo suyo. Lo que mejor sabe hacer.
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El pesista de 26 años terminó primero en el arranque, con 151 kilogramos, sacándole seis puntos de ventaja al segundo, el chino Chen Lijun. Ahí empezaron los cálculos. Con tableta y calculadora en mano, su equipo fue restando y sumando todas las variables que podrían existir: su resistencia, su última marca, su ansiedad y nervios, sus fortalezas y debilidades.
Luis Javier Mosquera no volvió a salir al escenario sino hasta el momento del clímax de la competición: el envión. Comenzó con 175 kilogramos y los levantó como si en sus brazos tuviera un par de libras de arroz. “Firme la pierna de atrás. Fuerte”, se escuchó en el público. El vallecaucano sale levantando los brazos a la altura de sus hombros. Sus dedos con la V de victoria.
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Se ajusta el cinturón y arranca. “Sale derecho y atrás. Quieto quieto quieto”, le dicen. Los gritos aumentan, a pesar de que la organización de los Olímpicos de Tokio 2020 han recomendado evitarlos como medida de bioseguridad. Pero el equipo de Mosquera y los miembros del Comité Olímpico Colombiano presentes en la gradería no son los únicos en hacerlo.
A unas cuantas sillas está el equipo de China, el adversario directo del colombiano que desde los 13 años soñaba con participar en unos Olímpicos. Entre ellos se definió el oro. El primero en intentarlo fue Luis Javier, que ya había anunciado que cambiaba su peso para apuntarle a romper el récord olímpico. Su ritual no cambia. Los gritos en el público tampoco: “Sale derecho y atrás. Quieto, quieto, quieto”. La incertidumbre de si lo logra batir dura segundos.
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Mosquera suelta las pesas antes del visto bueno de los jueces pues está seguro de que el movimiento fue correcto. La demora en la chicharra indica que no fue válido. La tribuna protesta y él también lo hace. Incertidumbre de nuevo y su equipo también alega. “Sí es. Sí es. Sí es”, gritan desde la tribuna. El jurado lo confirma en cuestión de segundos.
Euforia. Mosquera levantó 180 kilos e impuso récord olímpico. El oro estaba cerca. Pero todavía queda el chino Chen Lijun y, en medio de la emoción, alguien pide calma. El asiático entra al escenario y hace lo suyo. El colombiano lo exigió y lo obligó a subirse a 187 kilogramos para ganar la prueba. Hace un envión impecable y se queda con el primer lugar, mientras que Luis Javier Mosquera festeja la plata y le da la Colombia su primera presea en los Olímpicos de Tokio.
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Después de algunos minutos de celebración íntima en el camerino, el vallecaucano vuelve al escenario, esta vez para subirse el podio. No puede contener la emoción al escuchar los gritos de su gente. Aunque peleaba por el oro, la plata es un excelente premio para su carrera. En Río 2016 consiguió una presea de bronce y, claro, ya empieza a pensar en que París 2024, en la tercera oportunidad, será la vencida.
Luis Javier intenta aguantar las lágrimas, pero esa nueva carga se lo impide, no por la cantidad de kilogramos, sino porque su actuación le da sentido a todo su sacrificio y esfuerzo, a tanto entrenamiento, a tantas horas de preparación. Sus brazos vuelven al aire, está vez sin barra y discos. Ahora tiene el peso de la gloria y de ser el hombre que le da a Colombia la medalla olímpica número 30, una cuenta que comenzó en Munich 1972 con Helmut Bellingrodt, quien desde la tribuna (es el jefe de misión de Colombia en Tokio 2020), y también llorando, seguro recordó ese momento.
“Él está fuerte”, se escuchó en la tribuna. “Hay que estirar piernas”, le dijo uno de sus asesores en el escenario. Con estos consejos, Luis Javier Mosquera fue haciendo su trabajo. Recordó la técnica. Levantar el pecho. Respirar profundo. Extender los brazos. “Concentrado, concentrado”, le gritó otro técnico desde la gradería de un teatro del Foro Internacional de Tokio acostumbrado a albergar a los mejores conferencistas del mundo.
En la noche japonesa de este 25 de julio, madrugada en Colombia, el contraste fue total: un recinto prácticamente vacío y, en el escenario, una escenografía roja y los mejores pesistas del mundo en la categoría de los 67 kilogramos. Luis Javier Mosquera sube seguro al escenario. Se recarga de los gritos de ánimo que le llegan del público. Respira y hace lo suyo. Lo que mejor sabe hacer.
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El pesista de 26 años terminó primero en el arranque, con 151 kilogramos, sacándole seis puntos de ventaja al segundo, el chino Chen Lijun. Ahí empezaron los cálculos. Con tableta y calculadora en mano, su equipo fue restando y sumando todas las variables que podrían existir: su resistencia, su última marca, su ansiedad y nervios, sus fortalezas y debilidades.
Luis Javier Mosquera no volvió a salir al escenario sino hasta el momento del clímax de la competición: el envión. Comenzó con 175 kilogramos y los levantó como si en sus brazos tuviera un par de libras de arroz. “Firme la pierna de atrás. Fuerte”, se escuchó en el público. El vallecaucano sale levantando los brazos a la altura de sus hombros. Sus dedos con la V de victoria.
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Se ajusta el cinturón y arranca. “Sale derecho y atrás. Quieto quieto quieto”, le dicen. Los gritos aumentan, a pesar de que la organización de los Olímpicos de Tokio 2020 han recomendado evitarlos como medida de bioseguridad. Pero el equipo de Mosquera y los miembros del Comité Olímpico Colombiano presentes en la gradería no son los únicos en hacerlo.
A unas cuantas sillas está el equipo de China, el adversario directo del colombiano que desde los 13 años soñaba con participar en unos Olímpicos. Entre ellos se definió el oro. El primero en intentarlo fue Luis Javier, que ya había anunciado que cambiaba su peso para apuntarle a romper el récord olímpico. Su ritual no cambia. Los gritos en el público tampoco: “Sale derecho y atrás. Quieto, quieto, quieto”. La incertidumbre de si lo logra batir dura segundos.
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Mosquera suelta las pesas antes del visto bueno de los jueces pues está seguro de que el movimiento fue correcto. La demora en la chicharra indica que no fue válido. La tribuna protesta y él también lo hace. Incertidumbre de nuevo y su equipo también alega. “Sí es. Sí es. Sí es”, gritan desde la tribuna. El jurado lo confirma en cuestión de segundos.
Euforia. Mosquera levantó 180 kilos e impuso récord olímpico. El oro estaba cerca. Pero todavía queda el chino Chen Lijun y, en medio de la emoción, alguien pide calma. El asiático entra al escenario y hace lo suyo. El colombiano lo exigió y lo obligó a subirse a 187 kilogramos para ganar la prueba. Hace un envión impecable y se queda con el primer lugar, mientras que Luis Javier Mosquera festeja la plata y le da la Colombia su primera presea en los Olímpicos de Tokio.
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Después de algunos minutos de celebración íntima en el camerino, el vallecaucano vuelve al escenario, esta vez para subirse el podio. No puede contener la emoción al escuchar los gritos de su gente. Aunque peleaba por el oro, la plata es un excelente premio para su carrera. En Río 2016 consiguió una presea de bronce y, claro, ya empieza a pensar en que París 2024, en la tercera oportunidad, será la vencida.
Luis Javier intenta aguantar las lágrimas, pero esa nueva carga se lo impide, no por la cantidad de kilogramos, sino porque su actuación le da sentido a todo su sacrificio y esfuerzo, a tanto entrenamiento, a tantas horas de preparación. Sus brazos vuelven al aire, está vez sin barra y discos. Ahora tiene el peso de la gloria y de ser el hombre que le da a Colombia la medalla olímpica número 30, una cuenta que comenzó en Munich 1972 con Helmut Bellingrodt, quien desde la tribuna (es el jefe de misión de Colombia en Tokio 2020), y también llorando, seguro recordó ese momento.