Carlos González Puche, rebelde con causa
Fue futbolista profesional y decidió retirarse cuando se enteró de que había sido “vendido” a un club de otra ciudad. Desde entonces lucha por los derechos de jugadores y jugadoras profesionales.
Diego Suárez
Es lunes, y son las 5:00 a.m., momento en el que Carlos González Puche, un bogotano de 66 años, se levanta para comenzar una nueva semana llena de trabajo. Es director ejecutivo de la Asociación de Futbolistas Profesionales en Colombia (Acolfutpro), entidad que nació en 2004, cuando los futbolistas que conformaban la selección colombiana de fútbol fueron a buscarlo, encabezados por Luis Alberto García, para crear una entidad que defendiera los derechos de los jugadores profesionales de fútbol.
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Es lunes, y son las 5:00 a.m., momento en el que Carlos González Puche, un bogotano de 66 años, se levanta para comenzar una nueva semana llena de trabajo. Es director ejecutivo de la Asociación de Futbolistas Profesionales en Colombia (Acolfutpro), entidad que nació en 2004, cuando los futbolistas que conformaban la selección colombiana de fútbol fueron a buscarlo, encabezados por Luis Alberto García, para crear una entidad que defendiera los derechos de los jugadores profesionales de fútbol.
“Cuando Acolfutpro nació, ningún futbolista sabía lo que era tener seguridad social y al 80 % no le pagaban su salario a tiempo. Hoy, después de 20 años de trabajo, solo los de Boca Juniors de Cali y Deportivo Pereira tienen problemas con sus pagos”, asegura.
González hace deporte todas las mañanas y tiene una cita infaltable los jueves a las 6:30 p.m. con un grupo de amigos para practicar fútbol. Ese mismo deporte que jugó profesionalmente desde los 21 hasta los 28 años con Millonarios F.C. “Luis Augusto ‘el Chiqui’ García me afirmó que me habían vendido al Deportivo Pereira. Cogí mis guayos y les dije: ‘A mí no me venden’. Y me retiré, porque además ya estaba haciendo la especialización en derecho penal en la Universidad Externado de Colombia. Le perdí la mística al fútbol, a su negocio y entorno”, confesó.
Después de hacer deporte González se desplaza hacia su oficina, en el norte de Bogotá, pues nunca le ha gustado trabajar en casa, aunque a veces va a visitar algún club de fútbol profesional, lo cual suele hacer dos veces por año con cada uno, además, debe asistir a los congresos organizados por la FIFA, pues aparte de ser el director ejecutivo de Acolfutpro, es árbitro de la Cámara de resolución de disputas de la entidad rectora del balompié en el mundo desde hace 11 años. Todo eso en aras de seguir luchando por lo que actualmente es su gran pasión: defender los derechos de los futbolistas profesionales.
Su labor que fue reconocida en la ceremonia del Deportista del Año 2024 de El Espectador y Movistar. “Obsesionarme con lograr lo que me propongo es la cualidad que más destaco de mí. Eso lo heredé de mi abuelo, quien fue objeto de persecución política por parte del Partido Conservador en Montería y le tocó salir con su familia a Bogotá, con nueve hijos, por defender sus creencias e ideales. Y mi padre fue asesinado en un helicóptero cuando yo tenía 20 años, por lo mismo, defender lo que pensaba”, recuerda, confesando que el día del fallecimiento de su papá fue el más triste de su vida.
“Desde ese sábado nos tocó muy duro junto a mis tres hermanos y mi mamá, quien quedó viuda a los 37 años. Menos mal el fútbol me ayudó a ser autosostenible económicamente desde los 21 años, mi primer salario fue de $500 cuando jugué el Torneo del Olaya”, agrega.
Es tal su obsesión por el trabajo, que prefiere no dejar nada al azar ni a creencias religiosas. “No creo en nada de la religión. Eso de dejar todo en manos de un Dios, no. Creo que las cosas las tiene que hacer y lograr uno”, confiesa.
Esa determinación en la búsqueda de su objetivo hizo que atravesara por la situación más difícil de su vida. “Las amenazas fueron una cosa terrible. Que llamen a tu secretaria y le digan: ‘Dígale a ese hijo de puta que lo vamos a matar’, no es fácil. Las primeras tutelas que pusimos fueron en 1998. a favor de cuatro jugadores del Deportivo Independiente Medellín y ocasionaron que durante 2005 y 2006 no pudiera llegar a esa ciudad sin guardaespaldas. Incluso pensé en exiliarme, pero aquí sigo luchando. Hoy en día ya no hay amenazas”, reconoce González.
Cuando llega el mediodía el director ejecutivo de Acolfutpro se prepara para almorzar, su comida favorita son los mariscos, pero la paella, el ajiaco y el cochinillo también le encantan. Para comer no tiene problema, sobre todo si está acompañado de un buen vino. Hoy por hoy almuerza en compañía de sus compañeros de trabajo. “Incluso me gusta cocinar. Hago unas gallinitas que adobo el día anterior y las cocino con mucha mostaza, salsa negra y ajo. También me gusta hacer cerdo, costillas, chuletas y salmón”, cuenta.
A pesar de haber nacido, crecido y pasado gran parte de su vida en Bogotá, sus ciudades favoritas son Roma y Estambul, lugares que ha podido conocer gracias a los viajes de trabajo. Además, suele ir a Londres, pues allá vive su hija menor. “A pesar de que el nacimiento de mis hijas significó el momento más feliz de mi vida, creo que fui un padre que no compartió mucho tiempo con ellas cuando eran menores, no estaba tan presente. Precisamente por estar obsesionado con esta pasión”, dice González, quien confiesa que actualmente su miedo más grande radica en su familia, “que a mis hijas, nietos o pareja les pase algo. Que mi pareja se muera primero que yo, es mi mayor miedo”.
Su jornada laboral está llena de reuniones, a veces con sus compañeros de trabajo, otras con los futbolistas, algunas con los presidentes de los clubes, así como con Fernando Jaramillo, presidente de la División Mayor del Fútbol Colombiano (Dimayor). “Creo que hemos avanzado en la construcción de mejores condiciones para los futbolistas, aunque nunca será suficiente, y quizás eso es lo que más me pone triste, que los futbolistas se conformen con recibir un salario y no quieran tener más beneficios. Nosotros formalizamos el fútbol colombiano, y por eso logré el objetivo que me tracé cuando viajaba con una maleta visitando a cada jugador, pero se pueden conseguir mejores condiciones en descansos, liga de fútbol femenino y demás”, asegura.
Cuando llega el final de su horario de trabajo González regresa a su casa, muchas veces luego de soportar algún trancón. Es un hombre impaciente, según él, su mayor defecto. “No nací con ese don”, asevera. En casa comparte tiempo con su esposa, quien también es abogada penal de profesión. “Cuando llego a casa intento despegarme del celular y del trajín del día. Puede ser escuchando música. Toda la clásica es mi favorita, sobre todo el jazz. Suelo ir seguido a escuchar la ópera de Nueva York, y mi canción favorita es ‘El ratón’, de Cheo Feliciano, una salsa clásica”, admite.
Carlos González Puche, estudiante inquieto, aunque cumplidor en colegios como Liceo Francés y Liceo de Cervantes, sueña con un país más justo y equilibrado, y seguirá luchando por su pasión: los derechos para las y los futbolistas profesionales en Colombia.
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