Caterine Ibargüen, la indestronable
Hasta hoy han pasado 1.372 días en los que la antioqueña de 32 años no sabe lo que es perder en el salto triple. A 89 días de Río 2016, la deportista es la principal carta de Colombia para ganar medalla de oro. Entrevista.
Luis Guillermo Montenegro
La última vez que Caterine Ibargüen no ganó una competencia de salto triple fue el 5 de agosto de 2012. Esa noche en el estadio Olímpico de Londres fue superada por la kazaja Olga Rypakova. No obstante, logró la gesta más grande del atletismo colombiano en la historia: una medalla de plata en unas justas olímpicas... y eso que compitió lesionada.
Faltando cinco días para la competencia, tenía una molestia en la parte de atrás de la pierna izquierda, justo debajo del glúteo. Junto a su entrenador Ubaldo Duany no lograban descifrar el dolor, sin embargo, cada vez aumentaba. En la villa pidió la ayuda de un fisioterapeuta del Comité Olímpico, quien le confirmó la lesión. Hubo lágrimas, decepción y queja. Su fe en Dios flaqueó y le reclamó por el sufrimiento justo en días previos a la gran cita.
Pero su fortaleza, la que le inculcaron su madre y su abuela, salió a relucir. Buscó solución y en la villa consiguió prestada una muslera que le ayudara a aguantar el dolor al correr y saltar. Incluso les tuvo que ocultar a sus rivales la lesión para que la siguieran respetando y no la vieran afectada. Por eso la muslera azul sólo la vieron ellas al inicio de la competencia. Y así, con esa gran limitación, cumplió con lo presupuestado, saltó 14,80 y se colgó una medalla.
Hasta hoy han pasado 1.372 días en los que la antioqueña de 32 años no ha tenido rival y cada vez está más cerca del anhelado récord mundial (15,50 metros), el año pasado registró su mejor marca (15,31 m), además su profesionalismo es de otro nivel. El mismo día de esta entrevista con El Espectador, a Caterine no le importó que por la noche fuera a viajar a Doha para la primera parada de la Liga de Dimante –la ganó el viernes con un salto de 15,04– y se despertó a las 4:30 a.m. para ir a entrenar al Centro de Alto Rendimiento de Bogotá. Después de hablar con este diario, almorzó y nuevamente entrenó antes de estar cerca de 20 horas en un avión . “Es que yo voy con todo por el oro”, asegura cuando le preguntan por qué se exige tanto.
Y es que si para Londres se tenía presupuestada una medalla de Caterine, para Río se cuenta con una, y de oro. Pero su mentalidad es tan fuerte y su deseo tan grande, que la presión la hace fuerte y es por eso que sin titubear y con su carácter recio, se arriesga a decir, a 89 días del inicio de las justas, que el oro es su meta y que incluso piensa en lograr el récord mundial antes del retiro.
Cuando se ha ganado todo lo que ha competido, ¿cuál es la motivación para seguir levantándose cada día a entrenar y seguir teniendo sacrificios y una vida diferente?
Mis sueños y los objetivos que me planteo a corto y largo plazo. Sentirme con satisfacción en cada competencia y con la madurez necesaria y la buena preparación. Eso es lo que me motiva a levantarme cada día para entrenar y poder conseguir todo lo que me falta.
¿Un triunfo la alegra de la misma manera ahora que en su época de aficionada?
Yo disfruto todo, porque cada triunfo lleva detrás un gran sacrificio y trabajo. Para que un deportista pueda triunfar tiene que sacrificar otras cosas, como el estar cerca de la familia o de los amigos. La satisfacción llega cuando uno se da cuenta de que han valido la pena esos esfuerzos.
¿Qué es lo que más anhela hacer el día que no le toque madrugar o trasnochar por entrenar?
La verdad es que a mí me encanta lo que hago y lo disfruto muchísimo, así que tampoco son tantas las cosas que extraño de la vida fuera del deporte. Claro que algo que me gustaría es no tener que estar pensando cada día en lo mismo. Pues como deportista de alto rendimiento uno siempre está pensando en mejorar algo. Y eso te quita muchos placeres de disfrutar de otras cosas.
¿Pero cree que cambiaría mucho su vida el día que se retire del deporte profesional?
Sí. La verdad es que algún día acabará esto y tengo que vincularme a otras cosas. Le temo a ese día, porque toda la vida he hecho lo mismo. Sé que llegarán nuevas amistades, nuevas cosas, nuevos compromisos. Lo que sé es que cuando llegue ese día, lo asumiré con felicidad.
¿Con 32 años ese retiro lo ve cerca o lejos?
Sé que tengo dos, tres o cuatro años más, pero luego sigue mi vida personal, familiar y laboral. He ido preparándome académicamente para cuando me retire poder tener una vida sana, tranquila y sin estrés.
¿Qué tan diferente es la Caterine de hoy a la de hace cuatro años?
Creo que la diferencia es que después de esa medalla en Londres he tenido grandes resultados y por eso el país no me da como candidata a obtener una medalla, sino que se atreve a ponerme un metal específico, que es el oro. Tengo más experiencia ahora, me siento más técnica y mejor preparada física y mentalmente. El haber ganado una medalla y llevar estos cuatro años de excelencia, hacen que la Caterine Ibargüen de hoy sea mejor que la de hace cuatro años.
¿Para usted qué significa el oro?
Significa todo. Me levanto todos los días pensando en ese gran objetivo del oro olímpico. Es lo más grande que puede lograr un deportista y por eso pienso en grande. Sé que mis rivales también se preparan para ganarlo y por eso me exijo cada día. Si no gano el oro en Río, por lo menos tengo que sentirme tranquila porque hice toda la preparación y todo lo que estaba en mis manos.
Una de dos: ¿oro en Río 2016 o récord mundial (15,55) en cualquier competencia de este año?
Las dos y el mismo día (risas).
Sería espectacular…
(Risas) La verdad es que son dos objetivos grandes que me he planteado, así que espero cumplir esos dos objetivos. No sé cuándo, pero seguiré preparándome para eso.
¿Todavía cree que no es la mejor de Colombia, sino la menos mala?
Esa frase me la decía la profesora Regla, en Puerto Rico. Su objetivo era meterme en la cabeza que nunca me creyera la mejor, porque el que piensa así no trabaja. Aún sigo creyendo que no soy la mejor sino la menos mala y que para ser la mejor falta mucho.
¿A quiénes les da el crédito de lo que es hoy como persona?
A mi madre, Francisca Mena, y a mi abuela, Ayola Rivas. Ellas formaron lo que soy. Estas dos mujeres me enseñaron muchas lecciones, como el valor de cada logro, la forma de coronar las metas, la necesidad de que cada cosa se luche y que todo llega en un tiempo preciso. A mi mamá y a mi abuela las amo con mi vida.
¿Su fortaleza la heredó de ellas?
Sí, soy fuerte porque esas dos mujeres me enseñaron, con su ejemplo, a ser fuerte. Tenían que levantarse a las 5 de la mañana y regresar tarde en la noche, para darme lo que necesitaba para crecer como persona y como deportista. Además, les sobraban alientos para darme consejos, como “haz las cosas bien y lucha por lo que quieres”. Por eso, desde niña, en donde esté, antes de salir para una competencia necesito escucharlas, como también necesito pensar en Dios y encomendárselas. Al Señor le entrego a mi familia, le digo “dame las fuerzas necesarias para que ellas se sientan orgullosas de mí”. Eso es lo que más me importa, que se sientan orgullosas de mí.
¿El atletismo le ha dado más de lo que usted imaginó?
La verdad es que sí. Cuando comencé en el atletismo, los sueños eran pocos y con el paso del tiempo han ido creciendo. Gracias a Dios he podido conseguir grandes cosas, mi vida completa se la debo al deporte y todavía sigo soñando para conseguir más, no sólo para mí sino, para muchos otros deportistas.
¿Cuál es su frase de batalla?
Todo tiene un día perfecto.
¿Qué la inspira?
El amor.
¿En qué cree?
En Dios.
¿Oro o diamante?
Oro.
*Esta entrevista fue posible gracias a P&G, nuevo patrocinador de Caterine Ibargüen
La última vez que Caterine Ibargüen no ganó una competencia de salto triple fue el 5 de agosto de 2012. Esa noche en el estadio Olímpico de Londres fue superada por la kazaja Olga Rypakova. No obstante, logró la gesta más grande del atletismo colombiano en la historia: una medalla de plata en unas justas olímpicas... y eso que compitió lesionada.
Faltando cinco días para la competencia, tenía una molestia en la parte de atrás de la pierna izquierda, justo debajo del glúteo. Junto a su entrenador Ubaldo Duany no lograban descifrar el dolor, sin embargo, cada vez aumentaba. En la villa pidió la ayuda de un fisioterapeuta del Comité Olímpico, quien le confirmó la lesión. Hubo lágrimas, decepción y queja. Su fe en Dios flaqueó y le reclamó por el sufrimiento justo en días previos a la gran cita.
Pero su fortaleza, la que le inculcaron su madre y su abuela, salió a relucir. Buscó solución y en la villa consiguió prestada una muslera que le ayudara a aguantar el dolor al correr y saltar. Incluso les tuvo que ocultar a sus rivales la lesión para que la siguieran respetando y no la vieran afectada. Por eso la muslera azul sólo la vieron ellas al inicio de la competencia. Y así, con esa gran limitación, cumplió con lo presupuestado, saltó 14,80 y se colgó una medalla.
Hasta hoy han pasado 1.372 días en los que la antioqueña de 32 años no ha tenido rival y cada vez está más cerca del anhelado récord mundial (15,50 metros), el año pasado registró su mejor marca (15,31 m), además su profesionalismo es de otro nivel. El mismo día de esta entrevista con El Espectador, a Caterine no le importó que por la noche fuera a viajar a Doha para la primera parada de la Liga de Dimante –la ganó el viernes con un salto de 15,04– y se despertó a las 4:30 a.m. para ir a entrenar al Centro de Alto Rendimiento de Bogotá. Después de hablar con este diario, almorzó y nuevamente entrenó antes de estar cerca de 20 horas en un avión . “Es que yo voy con todo por el oro”, asegura cuando le preguntan por qué se exige tanto.
Y es que si para Londres se tenía presupuestada una medalla de Caterine, para Río se cuenta con una, y de oro. Pero su mentalidad es tan fuerte y su deseo tan grande, que la presión la hace fuerte y es por eso que sin titubear y con su carácter recio, se arriesga a decir, a 89 días del inicio de las justas, que el oro es su meta y que incluso piensa en lograr el récord mundial antes del retiro.
Cuando se ha ganado todo lo que ha competido, ¿cuál es la motivación para seguir levantándose cada día a entrenar y seguir teniendo sacrificios y una vida diferente?
Mis sueños y los objetivos que me planteo a corto y largo plazo. Sentirme con satisfacción en cada competencia y con la madurez necesaria y la buena preparación. Eso es lo que me motiva a levantarme cada día para entrenar y poder conseguir todo lo que me falta.
¿Un triunfo la alegra de la misma manera ahora que en su época de aficionada?
Yo disfruto todo, porque cada triunfo lleva detrás un gran sacrificio y trabajo. Para que un deportista pueda triunfar tiene que sacrificar otras cosas, como el estar cerca de la familia o de los amigos. La satisfacción llega cuando uno se da cuenta de que han valido la pena esos esfuerzos.
¿Qué es lo que más anhela hacer el día que no le toque madrugar o trasnochar por entrenar?
La verdad es que a mí me encanta lo que hago y lo disfruto muchísimo, así que tampoco son tantas las cosas que extraño de la vida fuera del deporte. Claro que algo que me gustaría es no tener que estar pensando cada día en lo mismo. Pues como deportista de alto rendimiento uno siempre está pensando en mejorar algo. Y eso te quita muchos placeres de disfrutar de otras cosas.
¿Pero cree que cambiaría mucho su vida el día que se retire del deporte profesional?
Sí. La verdad es que algún día acabará esto y tengo que vincularme a otras cosas. Le temo a ese día, porque toda la vida he hecho lo mismo. Sé que llegarán nuevas amistades, nuevas cosas, nuevos compromisos. Lo que sé es que cuando llegue ese día, lo asumiré con felicidad.
¿Con 32 años ese retiro lo ve cerca o lejos?
Sé que tengo dos, tres o cuatro años más, pero luego sigue mi vida personal, familiar y laboral. He ido preparándome académicamente para cuando me retire poder tener una vida sana, tranquila y sin estrés.
¿Qué tan diferente es la Caterine de hoy a la de hace cuatro años?
Creo que la diferencia es que después de esa medalla en Londres he tenido grandes resultados y por eso el país no me da como candidata a obtener una medalla, sino que se atreve a ponerme un metal específico, que es el oro. Tengo más experiencia ahora, me siento más técnica y mejor preparada física y mentalmente. El haber ganado una medalla y llevar estos cuatro años de excelencia, hacen que la Caterine Ibargüen de hoy sea mejor que la de hace cuatro años.
¿Para usted qué significa el oro?
Significa todo. Me levanto todos los días pensando en ese gran objetivo del oro olímpico. Es lo más grande que puede lograr un deportista y por eso pienso en grande. Sé que mis rivales también se preparan para ganarlo y por eso me exijo cada día. Si no gano el oro en Río, por lo menos tengo que sentirme tranquila porque hice toda la preparación y todo lo que estaba en mis manos.
Una de dos: ¿oro en Río 2016 o récord mundial (15,55) en cualquier competencia de este año?
Las dos y el mismo día (risas).
Sería espectacular…
(Risas) La verdad es que son dos objetivos grandes que me he planteado, así que espero cumplir esos dos objetivos. No sé cuándo, pero seguiré preparándome para eso.
¿Todavía cree que no es la mejor de Colombia, sino la menos mala?
Esa frase me la decía la profesora Regla, en Puerto Rico. Su objetivo era meterme en la cabeza que nunca me creyera la mejor, porque el que piensa así no trabaja. Aún sigo creyendo que no soy la mejor sino la menos mala y que para ser la mejor falta mucho.
¿A quiénes les da el crédito de lo que es hoy como persona?
A mi madre, Francisca Mena, y a mi abuela, Ayola Rivas. Ellas formaron lo que soy. Estas dos mujeres me enseñaron muchas lecciones, como el valor de cada logro, la forma de coronar las metas, la necesidad de que cada cosa se luche y que todo llega en un tiempo preciso. A mi mamá y a mi abuela las amo con mi vida.
¿Su fortaleza la heredó de ellas?
Sí, soy fuerte porque esas dos mujeres me enseñaron, con su ejemplo, a ser fuerte. Tenían que levantarse a las 5 de la mañana y regresar tarde en la noche, para darme lo que necesitaba para crecer como persona y como deportista. Además, les sobraban alientos para darme consejos, como “haz las cosas bien y lucha por lo que quieres”. Por eso, desde niña, en donde esté, antes de salir para una competencia necesito escucharlas, como también necesito pensar en Dios y encomendárselas. Al Señor le entrego a mi familia, le digo “dame las fuerzas necesarias para que ellas se sientan orgullosas de mí”. Eso es lo que más me importa, que se sientan orgullosas de mí.
¿El atletismo le ha dado más de lo que usted imaginó?
La verdad es que sí. Cuando comencé en el atletismo, los sueños eran pocos y con el paso del tiempo han ido creciendo. Gracias a Dios he podido conseguir grandes cosas, mi vida completa se la debo al deporte y todavía sigo soñando para conseguir más, no sólo para mí sino, para muchos otros deportistas.
¿Cuál es su frase de batalla?
Todo tiene un día perfecto.
¿Qué la inspira?
El amor.
¿En qué cree?
En Dios.
¿Oro o diamante?
Oro.
*Esta entrevista fue posible gracias a P&G, nuevo patrocinador de Caterine Ibargüen