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aLa sonrisa dorada de Caterine Ibargüen subió las escaleras para salir, de nuevo, a escena en el estadio olímpico. Esta vez no lo hizo para imponer una marca de 15,17, ni para desordenar la arena de la gloria. Hoy lo hizo para recibir lo que se merece.
La medalla de oro empezó a colgar en su pecho, el que se infló este sábado de emoción al ver que la venezolana Yulimar Rojas no pudo superar su marca. Las notas marciales del himno de Colombia sonaron por primera ocasión en la historia en un estadio olímpico, porque es el título inicial que gana el atletismo nacional en la máxima cita del deporte.
A la derecha de Caterine, Rojas, la ganadora de plata; a su izquierda, quien le impidió ganar la más preciada de las medallas hace cuatro años, la kazaja Olga Rypakova, que debió conformarse con la plata.
La exitosa carrera de Ibargüen se vio materializada en esa imagen. Ella en lo más alto del podio, en la cima de la admiración, porque Apartadó vio nacer una múltiple campeona del mundo y emperadora olímpica en el salto triple.
Caterine se apropió de una enorme ovación, que provenía de colombianos, brasileros y personas de diferentes nacionalidades, quienes se enamoraron del vuelo hacia la gloria que emprendió hace 32 años.
La medalla se la dedicó a "Dios, a mi famlia, a mi entrenador". El mensaje para los colombianos fue: "Los quiero, estoy feliz y orgullosa de escuchar mi himno".