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Caterine Ibargüen tiene una sonrisa encantadora y una personalidad arrolladora. En el deporte, las piernas han sido su gran herramienta. Por su potencia y versatilidad ha logrado saltar más que sus rivales durante casi una década y ha llenado de alegría a su natal Apartadó (Antioquia), en donde nació en febrero de 1984, y a toda Colombia.
No solamente es una de las mejores atletas colombianas de la historia, especialista en salto triple y largo, sino que se convirtió en un referente para todos los niños que sueñan con ser como ella y llenar de gloria el deporte de nuestro país.
Caterine fue criada por su abuela Ayola Rivas y debido a la mala situación económica, sus padres tuvieron que tomar otros rumbos para buscar un mejor futuro. Desde muy pequeña sintió amor por el deporte. Cuando estaba en el colegio participaba en carreras de 75, 100 y 200 metros, además de los relevos. Representó a su departamento en los Juegos Intercolegiados y pronto ganó sus primeras medallas.
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También practicó algún tiempo el voleibol y el baloncesto. Probó en todo, en el heptatlón y los lanzamientos de bala y jabalina, hasta que le propusieron los saltos.
Siempre se destacó por su biotipo y gran potencial, lo que la llevó a la Villa Deportiva Antonio Roldán Betancur en Medellín. Con apenas 14 años tuvo que enfrentarse sola al mundo, dejando a su familia. Esa experiencia forjó su carácter.
Luego se especializó en el salto de altura y el largo, bajo la dirección del técnico Jorge Alfaro. Y pronto se convirtió en la mejor de Colombia. Gracias a su talento y pasión, se ganó una beca para estudiar Enfermería en Puerto Rico. Con el salto de altura participó en sus primeros Juegos Olímpicos, en Atenas 2004, en los Mundiales de Helsinki 2005 y Berlín 2009, pero no superó la ronda clasificatoria.
Luego, su proceso deportivo pasó a manos de la entrenadora cubana Regla Sandino, quien le recomendó que se dedicará de lleno al salto triple, disciplina en la que logró la consagración.
En la última década fue la mejor en esa especialidad. A sus 27 años, en 2011, ganó la medalla de bronce en el Mundial de Daegu (Corea del Sur). Ese fue el inició de sus cinco preseas en campeonatos mundiales, además de las dos en Juegos Olímpicos, la plata en Londres 2012 y el oro de Río 2016.
En ese camino de éxitos estuvo siempre a su lado el entrenador cubano Ubaldo Duany, quien la pulió y la llevó a la cumbre. También fue él quien le sugirió darle espacio al salto largo en 2018, una disciplina que requiere una técnica diferente y desgasta menos las rodillas.
Desde ese momento puso todo su esfuerzo y tiempo para poder enfrentarse con las mejores del mundo, pese a que al principio dudó de que lograría marcas significativas, mientras se presentaba en cada competencia los resultados fueron más de lo que esperaba, demostrándose a sí misma que valió la pena.
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Caterine siempre se ha destacado por su alegría y enorme carisma. Con su imponente figura se roba el show en las competencias, en las que seduce a los aficionados con su sonrisa contagiosa, sin perder la concentración en la competencia.
“Creo que les pasa a todos los deportistas. Cuando entramos a la pista queremos mostrar lo bien que estamos y eso hace parte de mí, de sentir y poder llamar al público para que se involucre en el salto, así que mis gestos son como una invitación para que me apoyen y me vean volar”, dijo Caterine durante la ceremonia Deportista del Año de El Espectador y Movistar 2020, en la que recordó que sigue entrenando y está enfocada en los Juegos Olímpicos de Tokio 2021. “Estoy muy motivada y Dios permita que pueda darle una alegría más a Colombia. Han surgido muchos cambios y creo que el éxito está en adaptarse rápido a ellos. Tengo los objetivos claros y no voy a dejar de luchar por ellos”.