Cuando la pasión por el béisbol se lleva en la sangre
Los hermanos Hugo, Nolan y Ángel Beltrán Mendoza pertenecen a la segunda familia colombiana de la que contratan tres peloteros para organizaciones de las Grandes Ligas de Estados Unidos, después de los Rentería Erazo. Otra muestra de que el esfuerzo y la dedicación llevan a resultados extraordinarios.
Valentina Fajardo
Además del amor familiar y la pasión por el béisbol, una llamada de Zoom vuelve a reunir a la familia Beltrán Mendoza. Hugo, Nolan, Ángel y Marco, el padre de ellos, están dispuestos a relatar cómo este trío de muchachos se convirtió en la segunda familia de colombianos que optó por dedicar su vida al deporte de la pelota caliente.
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Además del amor familiar y la pasión por el béisbol, una llamada de Zoom vuelve a reunir a la familia Beltrán Mendoza. Hugo, Nolan, Ángel y Marco, el padre de ellos, están dispuestos a relatar cómo este trío de muchachos se convirtió en la segunda familia de colombianos que optó por dedicar su vida al deporte de la pelota caliente.
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La historia de los Beltrán y el béisbol empezó con Marco, un barranquillero que desde muy pequeño supo lo que era tener un bate, un guante y una pelota en las manos. Junto a su hermano Hugo representaron a su departamento durante varios años, e incluso llegó a estar en el radar de varios equipos de las Grandes Ligas del béisbol de Estados Unidos (MLB).
“Nosotros la mayoría somos de Barranquilla, la ciudad que más beisbolistas le ha dado a Colombia, a excepción de Ángel, que nació en Cartagena”, cuenta Marco desde su casa en la ciudad amurallada.
“Una vez acá, empezamos a buscar un sitio para entrenar y dimos con el Club Bravitos de Lemaitre, del cual soy presidente desde hace ocho años. Poco a poco los chicos se fueron acoplando y empezaron a desarrollarse con los entrenadores”.
Una niñez “robada”
Los tres hermanos iniciaron aproximadamente desde los cinco años a recorrer los diamantes de varias ciudades del Caribe colombiano. Esto implicó que debieran renunciar a gran parte de su niñez y juventud.
Al optar por dedicar su vida al béisbol, ninguno de los tres logró llegar a saber lo que es montar en patines, subirse a una bicicleta o patear un balón para meter un gol.
Más allá del tiempo de los entrenamientos para convertirse en el perfecto pelotero a los 12 años, el riesgo de una posible caída o lesión podría significar botar muchas horas de esfuerzo a la basura. Estos cuidados les enseñaron a ser más responsables de sí mismos y lo que implicaba el camino que decidieron tomar.
Hugo, quien estaba conectado desde su teléfono en un centro comercial de República Dominicana, recuerda aquellos dulces pero duros primeros años en el béisbol.
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“A los 13 empezó la parte más dura; un proceso lleno de muchos altibajos. En mis inicios siempre tuve a mi papá y a mi mamá, además se empezaron a sumar mis compañeros. El hecho de ver como lentamente empezaban a llamarlos y la entrega de los uniformes de sus nuevos clubes me motivaron aún más”.
Para el mayor de los hermanos Beltrán, convertirse en un jugador profesional dependía únicamente de su talento y la convicción de dedicar su vida a este deporte. De hecho, en 2018 se dio el momento y, por su capacidad de pelotero, los Orioles de Baltimore pusieron sus ojos en él y decidieron firmarlo para ser parte de las Ligas Menores.
Sin pensarlo dos veces, Hugo empacó sus maletas y dejó a su familia para instalarse en República Dominicana.
También desde territorio dominicano, pero en su habitación en el centro de entrenamiento al que llegó en 2019, Nolan concuerda en que el apoyo de sus padres lo ayudó a convertir su pasatiempo en una carrera profesional. “Yo sé que tengo talento y he trabajado muy duro, pero siento que fue suerte de Dios llegar hasta donde estoy. He tenido un proceso de cuatro años de entrenamiento y esperaba por mi firma”.
Ya desde 2019 Nolan tenía un acuerdo de palabra con los Phillies de Filadelfia, pero solo se hizo oficial en 2022.
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Ángel, de 16 años, en cierto modo es quien más presión sentía. Tras tener a sus dos hermanos superando los pasos de su padre y su tío, lo que se esperaba era que él hiciera lo mismo.
Un poco más tímido, sus respuestas son cortas. “La verdad es que yo empecé a jugar béisbol desde niño sin pensar que llegaría a firmar algún día. Hugo fue prácticamente quien me entrenó y cuando ya empecé a meterme más en esto, mi pensamiento cambió y ahora sí sentía la necesidad de firmar como ellos”. Y así ocurrió: el menor de los Beltrán acaba de sellar su contrato con los Cascabeles de Arizona.
No es tan fácil como parece
Mario explica que el hecho de estar vinculado a un equipo no significa que vaya a jugar de inmediato en la MLB estadounidense.
“Este es un proceso más largo de lo que parece. Una vez firman, cada uno se va a la Liga Dominicana, donde se forma bien a cada jugador para que pueda dar el salto a las ligas mayores de Estados Unidos. Por ejemplo, Hugo ya tiene entre el 50 % y 60 % del nivel que se exige para avanzar”.
Claramente, el tiempo que les tome salir de allí depende de cada uno. Si el equipo considera que el jugador se ha desarrollado más rápido de lo esperado, lo llevan a Estados Unidos lo más pronto posible para empezar a trabajar con su respectivo equipo.
“Cuando recién llegué muchas cosas se me subieron a la cabeza, tanto buenas como malas. Adaptarse puede tomar mucho o poco tiempo, finalmente todo se debe a la motivación propia y el apoyo externo. Al fin y al cabo, es uno quien sabe hasta qué punto quiere llegar”, cuenta Nolan.
Ángel, quien recién está empezando su camino y pronto viajará a República Dominicana, ha sido testigo del arduo trabajo de sus hermanos. Por supuesto que cuenta con talento y magia para este deporte, pero también tuvo la suerte de ver el proceso de Hugo y Nolan, que lo llevaron a aprender lo que se debe hacer para lograr llegar a un punto por el que tanto ha luchado.
Viviendo el sueño
Desde que iniciaron su proceso, cada uno de estos hermanos ha tenido sus logros y siguen sorprendiendo año tras año. Por ejemplo, Hugo, que es lanzador, ha sido el único colombiano menor de edad que ha logrado ganarle a un equipo de Cuba en un torneo oficial a escala mundial. Nolan, campocorto, estuvo en una selección nacional y fue uno de los que mayor reconocimiento tuvo.
Ángel representó a Colombia en unos Panamericanos y terminó por convertirse en el mejor catcher del torneo, con solo 16 años.
Puede que Hugo, Nolan y Ángel tengan el mismo talento para el béisbol, pero cada uno tiene sus metas y sueños. Sin pensarlo dos veces, el mayor de los hermanos dice que ya está viviendo eso que tanto soñó desde que tomó un guante por primera vez.
“Yo ya lo estoy cumpliendo, no solo por mí, sino porque mis hermanos también están en el punto que tanto quisieron. He hecho muchas cosas, he viajado, conocido y jugado y ahora tengo una hija que amo con todo mi corazón”, dice. “Por supuesto que aún me queda mucho por delante, pero cuando me retire sé que quiero ser el entrenador de un centro de desarrollo y lograr que otros niños lleguen al punto donde yo estoy”.
Por su parte, Nolan comparte la idea de Hugo de lograr el éxito de la familia como peloteros. Sin embargo, hay algo que él tiene claro: quiere convertirse en el primer colombiano en llegar al Salón de la Fama de la MLB y colgarse una medalla olímpica en un futuro no tan lejano.
“Sé que hasta ahora estoy empezando, pero en un punto me gustaría poder jugar contra cada uno de ellos en las Grandes Ligas y, por supuesto, ser el mejor entre los tres”, bromea Ángel.
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El proceso de cada uno de estos jóvenes es el orgullo más grande de su padre. “Hoy sé que de la mano de su mamá formamos a tres seres humanos maravillosos. Obviamente como papá quiero que estén en las Grandes Ligas, que jueguen juntos o incluso más interesante: que jueguen el uno contra el otro”, dice Marco con la voz un poco quebrada.
“Cuando Dios tome su decisión y los muchachos me manden un boleto para verlos, sé que su sueño se habrá cumplido. Pero por mi parte yo solo quiero verlos formados como hombres de bien y saber que todo lo que trabajamos estos años dio fruto”.
Historias como la de los hermanos Beltrán nos demuestran que el talento deportivo de los colombianos va más allá de las canchas de fútbol o las bicicletas. Hugo, Nolan y Ángel ilusionan a Colombia de volver a tener un campeón de la Serie Mundial, como lo fue Édgar Rentería en sus años de gloria en el béisbol.
Puede que lo haga uno de ellos con sus respectivos equipos o incluso mejor: que los tres lo hagan usando el mismo uniforme. Ahora solo es cuestión de tiempo, juegos y entrenamientos para que esta familia de barranquilleros logre sacarla del estadio.