David Felipe Soler se unió a Piratas de Bogotá después de la pandemia, cuando el campeonato se celebraba en formato de burbuja. / DPB
Los ojos inspirados de David Felipe Soler miraban el tablero de básquet en un parque del barrio Patio Bonito, en la localidad de Kennedy, al suroccidente de Bogotá. No tenía ni ocho años por aquel entonces, cuando pisaba el pavimento de esa cancha colindante de otra de micro, rodeada de rejas y casas que parecían apiladas en los bordes, y ya soñaba con ser como sus padres, Israel y Ángela.
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