Djokovic llegó a una nueva final de US Open y se las verá con Medvedev
El serbio venció a Ben Shelton y se clasificó a su décima final del US Open, donde se encontrará con el ruso Daniil Medvedev
Juan Diego Forero Vélez
Novak Djokovic camina por el túnel que conduce a Arthur Ashe con el semblante tranquilo y relajado, con la mirada enfocada en el trofeo. Camina lentamente detrás de Shelton, que se detiene a responder una pregunta a Blake, que los intercepta, Nole no escucha, se concentra, esperando su turno.
Ben lleva unos audífonos blancos por encima de la capota negra que cubre a medias su cabeza; se tambalea de lado a lado, en su puesto, con incontrolable ansiedad. El cielo es plomizo y amenazante, de mal augurio.
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Al pisar la cancha, todo explota, el público los recibe como héroes de guerra. El calentamiento es monótono, Shelton se enfoca en su servicio, que en este torneo ha alcanzado una velocidad máxima de 149 mph; y Djokovic, en nada en particular, confía en su juego, en su experiencia. No hay ni una silla vacía y el techo está cerrado.
El primer ace llega en el segundo turno de saque del estadounidense, que mira desinteresadamente a su box y analiza la reacción de Novak, impávido al otro lado de la red, en posición defensiva, esperando el siguiente saque, preparado. “Yes” grita tras un veloz servicio que iguala el marcador, 2-2, y pregunta a su entrenador dónde posicionarse para recibir el saque del serbio.
El número 1 del mundo ignora que todo esto sucede, su mirada se mantiene enfocada y severa, mueve a Shelton de un lado para otro y liquida los puntos con ligereza. 3-2, Djokovic solo ha perdido tres puntos jugados con su servicio hasta ahora. Ben Shelton trastabilla y falla, cediendo su tercer juego de servicio, vaticinando el fin.
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Ahora el serbio sólo debe sostener su saque para cerrar el primer set, que se diluye con rapidez. Han intercambiado un par de gritos provocadores, las miradas se han cruzado y luego de tan solo 34 minutos desde que todo empezara, Nole lleva el marcador a 6-3, como si nada pasara, como si el tiempo no lo afectara, aunque el estadounidense haya sacado con un porcentaje de 83% de primeros servicios.
Otro ace, el segundo de Shelton, apenas al empezar el segundo set, lo salva de un inicio algo tembloroso, mientras lanza miradas llenas de sátira a su rival, con vehemencia. Pero a Djokovic le encanta el juego insano y la provocación, así que acepta la invitación a ese terreno, donde se siente fuerte, ágil y rejuvenecido.
El público debe involucrarse si quiere ver resurgir a su protegido, y lo sabe, porque el silencio se rompe cuando Ben levanta el dedo y señala al techo con actitud desafiante, tras un punto irreal, que aumenta la tensión en las frentes de ambos jugadores.
Pero por cómodo que suene, y aunque parezca redundante, ver a Ben Shelton jugar es naturalizar que todo golpe tiene la intención de convertirse en un winner; no tiene freno, no disminuye su furia, quiere la recompensa inmediata, toma muchos riesgos.
De llegar a la final, Shelton será el primer estadounidense en llegar a dicha instancia de un Grand Slam desde que lo hiciera Andy Roddick en Wimbledon 2009, y si somos más optimistas aún, de ganar, sería el primero desde que Roddick lo hiciera en 2003 en esta cancha, frente a Carlos Ferrero, entrenador de Alcaraz.
Pero enfrente está Nole, su rival directo, inmediato, el verdugo de la New Gen. El serbio no ha perdido contra un estadounidense desde 2016 frente a Querrey en tercera ronda de Wimbledon y acumula, además, un registro de 10 triunfos seguidos en cancha dura.
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Dos breaks abajo y Ben está desmotivado, Novak ha subido un poco su nivel y se muestra frío, saca para llevarse el segundo set con su rival reducido a su mínima expresión, depravado. 44 min. Se reducen las oportunidades, se empequeñece el marcador, mientras Novak mira la final, a lo lejos, equidistante.
Poco a poco Ben Shelton fue perdiendo la tranquilidad, sus saltos se hicieron menos enérgicos, cambió su atuendo y su semblante, ambos, cenicientos; y se volvió más mezquino y silencioso con su box. Todo tan evidente que Djokovic lo sintió.
El tercer set empezó con un quiebre prematuro e infantil de Novak sobre el saque de Shelton. La poca resistencia del estadounidense era desconocida, una cábala; parecía haberse rendido.
A este punto Nole había ganado 14/14 puntos yendo a la red, estaba intratable, mientras que su rival rozaba apenas el 30% de éxito en esa misma situación, y acumulaba, además, 22 errores no forzados más que el serbio.
El quiebre de Ben llega como una mirada diáfana y afectiva, mientras se escucha el eco estridente del público que canta “Let’s go Ben, Let’s go”, animándolo. Y aunque Novak lo mire, desafiante, no se intimida, más bien, le lanza un grito vikingo, y el tiempo se ralentiza; hay esperanza.
Un último suspiro, Shelton fuerza el Tie Break, luego de sacar para llevarse el set y de casi arrebatarle el servicio a Djokovic, aunque este quizá solo piense que Ben está alargando lo inevitable. Novak tiene punto para el partido. Todo termina, con la mirada desafiante hacia la tribuna, y con el beso acostumbrado al suelo de la pista.
Novak Djokovic iguala a Bill Tilden con 10 finales en US Open y detrás quedan ya Bill Larned, Sampras, Lendl y Johnston, todos estadounidenses. Ben Shelton, por su parte, sale de la cancha, enojado, decepcionado, como si fuera justo para él recriminarse, como si hubiera sido partícipe de la derrota; enfrente tiene a Djokovic, jugando a nivel superlativo, como si fuera posible, con apenas 25 errores no forzados en todo el partido.
Ya son 35 finales de Grand Slam, 23 ganadas. Novak espera Daniil Medvedev, buscando hacer historia, buscando estirar un poco más sus números y buscando alcanzar la marca de Margaret Court con 24 Grand Slam ganados.
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Novak Djokovic camina por el túnel que conduce a Arthur Ashe con el semblante tranquilo y relajado, con la mirada enfocada en el trofeo. Camina lentamente detrás de Shelton, que se detiene a responder una pregunta a Blake, que los intercepta, Nole no escucha, se concentra, esperando su turno.
Ben lleva unos audífonos blancos por encima de la capota negra que cubre a medias su cabeza; se tambalea de lado a lado, en su puesto, con incontrolable ansiedad. El cielo es plomizo y amenazante, de mal augurio.
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Al pisar la cancha, todo explota, el público los recibe como héroes de guerra. El calentamiento es monótono, Shelton se enfoca en su servicio, que en este torneo ha alcanzado una velocidad máxima de 149 mph; y Djokovic, en nada en particular, confía en su juego, en su experiencia. No hay ni una silla vacía y el techo está cerrado.
El primer ace llega en el segundo turno de saque del estadounidense, que mira desinteresadamente a su box y analiza la reacción de Novak, impávido al otro lado de la red, en posición defensiva, esperando el siguiente saque, preparado. “Yes” grita tras un veloz servicio que iguala el marcador, 2-2, y pregunta a su entrenador dónde posicionarse para recibir el saque del serbio.
El número 1 del mundo ignora que todo esto sucede, su mirada se mantiene enfocada y severa, mueve a Shelton de un lado para otro y liquida los puntos con ligereza. 3-2, Djokovic solo ha perdido tres puntos jugados con su servicio hasta ahora. Ben Shelton trastabilla y falla, cediendo su tercer juego de servicio, vaticinando el fin.
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Ahora el serbio sólo debe sostener su saque para cerrar el primer set, que se diluye con rapidez. Han intercambiado un par de gritos provocadores, las miradas se han cruzado y luego de tan solo 34 minutos desde que todo empezara, Nole lleva el marcador a 6-3, como si nada pasara, como si el tiempo no lo afectara, aunque el estadounidense haya sacado con un porcentaje de 83% de primeros servicios.
Otro ace, el segundo de Shelton, apenas al empezar el segundo set, lo salva de un inicio algo tembloroso, mientras lanza miradas llenas de sátira a su rival, con vehemencia. Pero a Djokovic le encanta el juego insano y la provocación, así que acepta la invitación a ese terreno, donde se siente fuerte, ágil y rejuvenecido.
El público debe involucrarse si quiere ver resurgir a su protegido, y lo sabe, porque el silencio se rompe cuando Ben levanta el dedo y señala al techo con actitud desafiante, tras un punto irreal, que aumenta la tensión en las frentes de ambos jugadores.
Pero por cómodo que suene, y aunque parezca redundante, ver a Ben Shelton jugar es naturalizar que todo golpe tiene la intención de convertirse en un winner; no tiene freno, no disminuye su furia, quiere la recompensa inmediata, toma muchos riesgos.
De llegar a la final, Shelton será el primer estadounidense en llegar a dicha instancia de un Grand Slam desde que lo hiciera Andy Roddick en Wimbledon 2009, y si somos más optimistas aún, de ganar, sería el primero desde que Roddick lo hiciera en 2003 en esta cancha, frente a Carlos Ferrero, entrenador de Alcaraz.
Pero enfrente está Nole, su rival directo, inmediato, el verdugo de la New Gen. El serbio no ha perdido contra un estadounidense desde 2016 frente a Querrey en tercera ronda de Wimbledon y acumula, además, un registro de 10 triunfos seguidos en cancha dura.
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Poco a poco Ben Shelton fue perdiendo la tranquilidad, sus saltos se hicieron menos enérgicos, cambió su atuendo y su semblante, ambos, cenicientos; y se volvió más mezquino y silencioso con su box. Todo tan evidente que Djokovic lo sintió.
El tercer set empezó con un quiebre prematuro e infantil de Novak sobre el saque de Shelton. La poca resistencia del estadounidense era desconocida, una cábala; parecía haberse rendido.
A este punto Nole había ganado 14/14 puntos yendo a la red, estaba intratable, mientras que su rival rozaba apenas el 30% de éxito en esa misma situación, y acumulaba, además, 22 errores no forzados más que el serbio.
El quiebre de Ben llega como una mirada diáfana y afectiva, mientras se escucha el eco estridente del público que canta “Let’s go Ben, Let’s go”, animándolo. Y aunque Novak lo mire, desafiante, no se intimida, más bien, le lanza un grito vikingo, y el tiempo se ralentiza; hay esperanza.
Un último suspiro, Shelton fuerza el Tie Break, luego de sacar para llevarse el set y de casi arrebatarle el servicio a Djokovic, aunque este quizá solo piense que Ben está alargando lo inevitable. Novak tiene punto para el partido. Todo termina, con la mirada desafiante hacia la tribuna, y con el beso acostumbrado al suelo de la pista.
Novak Djokovic iguala a Bill Tilden con 10 finales en US Open y detrás quedan ya Bill Larned, Sampras, Lendl y Johnston, todos estadounidenses. Ben Shelton, por su parte, sale de la cancha, enojado, decepcionado, como si fuera justo para él recriminarse, como si hubiera sido partícipe de la derrota; enfrente tiene a Djokovic, jugando a nivel superlativo, como si fuera posible, con apenas 25 errores no forzados en todo el partido.
Ya son 35 finales de Grand Slam, 23 ganadas. Novak espera Daniil Medvedev, buscando hacer historia, buscando estirar un poco más sus números y buscando alcanzar la marca de Margaret Court con 24 Grand Slam ganados.
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