El ascenso olímpico de Novak Djokovic
El serbio consiguió el único título grande que le faltaba. Dijo que era el más importante de su carrera. Crónica, así se vivió el histórico día en Roland Garros.
Fernando Camilo Garzón
Enviado especial a París
Hace mucho tiempo, Novak Djokovic no besaba el suelo como lo hizo ayer en el polvo de ladrillo de Roland Garros. Como si nunca hubiera ganado nada, el tenista más laureado de la historia celebró su nueva gesta, el oro en los Juegos Olímpicos de París 2024, como si hubiese sido la primera.
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Hace mucho tiempo, Novak Djokovic no besaba el suelo como lo hizo ayer en el polvo de ladrillo de Roland Garros. Como si nunca hubiera ganado nada, el tenista más laureado de la historia celebró su nueva gesta, el oro en los Juegos Olímpicos de París 2024, como si hubiese sido la primera.
Consagrado el triunfo, y luego de darle la mano a su rival, el serbio se tiró en la superficie, de rodillas y con la cara hacia el piso, para festejar el único título que le faltaba en su palmarés. Cuando se levantó, toda la cancha Philippe Chartrier se sorprendió al ver el rostro de la leyenda embadurnado en un extraño barro de arcilla y lágrimas. El gran héroe del tenis, el indiscutido número uno, lloró. Después de secarse las lágrimas, el tenista fue directo a su maleta y sacó su bandera, la de Serbia. La ondeó orgulloso y se arropó con ella. Hace mucho tiempo, Nole no se sentía tan feliz como se sintió el domingo en el polvo de ladrillo en el templo parisino del tenis, confesaría en plena cancha minutos más tarde. Había conseguido el triunfo más esquivo de su vida, la consagración que le faltaba a su legendaria historia.
Algunos, no pocos, daban a Carlos Alcaraz como favorito. Incluso, Djokovic, revelaría él mismo, le ponía sus monedas al español. Sin embargo, el serbio usó eso a su favor, jugando el partido con más inteligencia que físico. Atléticamente, el español estaba por encima del balcánico. ¡Los años no pasan solos! Agresivo, sobre todo en defensa, el ibérico resistió los embates de su rival e intentó desgastarlo, haciéndolo correr por la cancha y subir a la red constantemente. No obstante, Nole, perro viejo, se dio cuenta rápido y empezó a anticipar los movimientos del tenista más joven en alcanzar una final olímpica. Él, en cambio, el más viejo en llegar a esa instancia, encontró ahí el partido, que se llevó por doble 7-6 gracias al tie-break en los dos sets.
El triunfo fue una revancha de la última final que Djokovic y Alcaraz jugaron hace menos de un mes en Wimbledon, con triunfo para el español, que ya le había ganado a Nole en hierba en 2023. Sin embargo, la medalla de oro del serbio trasciende el contexto de los Juegos Olímpicos y es histórica, más allá de las justas. En sus lágrimas, la alegría por el hito, había también incredulidad.
En Tokio 2020, Djokovic soñaba con conseguir el oro y, de paso, el golden slam, que es el triunfo, en un solo año, en los cuatro grand slams y en las olimpiadas, algo que solo hizo Steffi Graf en 1988. Sin embargo, el serbio perdió ese año, que fue uno de los mejores de su carrera, con Alexander Zverev y frustró la que debía ser una de las gestas más impresionantes de su carrera.
El tiempo, sin embargo, le tenía preparada su redención. No consiguió el golden slam en un solo año, pero sí el de la carrera. Ganar todos los grandes, más el oro olímpico. Algo que, entre los hombres además de él, solo hicieron Andre Agassi y Rafael Nadal.
El ascenso olímpico de Novak Djokovic, en una tarde parisina en pleno Roland Garros. ¡Qué mejor escenario! La ciudad entera estaba pendiente del juego, en el que hubo poco más de 15.000 testigos en un escenario sobreocupado. En el último punto, el silencio en la cancha lo cortaba apenas el ligero sonido del viento. Djokovic, con un golpe certero, finiquitó el pleito. Entonces, vino el llanto, el momento cuando se lanzó al suelo y sacó su bandera. Ni en sus sueños, las inspiraciones iniciales que impulsaron sus pasos, imaginó lo que vendría después: el himno, ver su bandera subir el asta, sentir la medalla de oro en su cuello y subirse al primer lugar del podio.
“Se me resistía, conseguí el bronce en mis primeros Juegos y no pude ganar el oro en los tres siguientes. Estar aquí, con 37 años, frente a uno de los mejores rivales del mundo, que acaba de ganar Roland Garros, que tiene un tenis de enorme calidad, convierte a este en el mayor éxito de mi carrera”, dijo el serbio. Él, que lo había ganado todo, nunca se había sentido tan completo. Fue en ese momento, en la cima del olimpo, cuando cerró los ojos y besando su medalla miró al cielo. Era cierto el sentimiento, por fin era campeón olímpico.
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