El deporte como herramienta para la reconciliación y la unidad nacional
El deporte es uno de los principales elementos que hacen parte del conjunto de valores materiales y no materiales que conforman la cultura de la sociedad contemporánea.
Stevens Ruiz Pérez, Especial para El Espectador
Ante la posibilidad de que las negociaciones que se vienen desarrollando en la ciudad de la Habana, entre las delegaciones del gobierno Colombiano y de la guerrilla de las FARC, se concreten con la firma de un acuerdo de paz y ante el probable inicio de diálogos con el ELN, el segundo grupo más importante de guerrilla del país, Colombia ha entrado en una nueva etapa de su historia de la cual todos seremos protagonistas.
Los diálogos han evidenciado el innegable deseo de todos (o casi todos) los sectores del país por lograr un acuerdo de paz. Sin embargo, se observa que el proceso del posconflicto, que sobrevendrá luego de la firma, es referenciado más como una responsabilidad política del gobierno que como una construcción colectiva. Es en este escenario, en donde todos los sectores del país deben contemplar su participación para la transformación positiva de nuestras relaciones sociales y es aquí precisamente en donde desde la perspectiva del deporte (en una concepción amplia) se deben presentar propuestas que contribuyan con este propósito.
El deporte es uno de los principales elementos que hacen parte del conjunto de valores materiales y no materiales que conforman la cultura de la sociedad contemporánea. Debido al carácter masivo de su práctica y gracias a su alta capacidad de penetración, el deporte ha sido históricamente utilizado con alguna intencionalidad, y es así como se nos presenta de forma permanente, entre múltiples propuestas como instrumento político, herramienta ideológica y sobretodo como eficaz vehículo de comunicación.
De manera puntual, el deporte competitivo, debido a su amplia cobertura y su esencia inicial, la confrontación con rivales (y la oportunidad de vencerlos en un escenario simbólico) ha sido desde siempre el escenario de demostración de los denominados sentimientos (acciones) nacionalistas. Desafortunadamente, es en este escenario es en el cual se presentan, con mayor frecuencia, las manifestaciones excesivas y violentas de ese nacionalismo.
El éxito de los deportistas de un país, en mayor o menor grado, es utilizado por los gobiernos como forma de fomentar la unión nacional alrededor del triunfo y de fortalecer ese denominado sentimiento de nacionalismo.
Finlandia el primer país en utilizar el deporte con objetivos nacionalistas
En el mundo moderno, la primera referencia que se tiene sobre la utilización del logro deportivo con fines políticos y para la orientación de conformación de un sentido de nacionalismo, la encontramos en Finlandia. Desde el siglo XIV y durante más de cinco siglos el pueblo finlandés estuvo bajo la corona sueca hasta que en 1808 el Zar Alejandro I invadió el territorio finlandés desatándose así la denominada Guerra de Finlandia que finalizó con su anexión al Imperio Ruso en calidad de Gran Ducado. El Zar garantizó la autonomía cultural, política y religiosa para los finlandeses, situación que se mantuvo durante algún tiempo hasta que el florecimiento de su idioma y su cultura desataron un sentimiento en contra, por parte de los rusos, al que sobrevino un proceso de rusificación durante el cual el idioma ruso se implantó como idioma oficial, se disolvió el ejército finlandés y se limitaron las posibilidades de expresión cultural nacional. A esta situación los finlandeses respondieron con huelgas que fueron sofocadas mediante el uso de la represión y de purga a los nacionalistas.
Es en ese escenario que los finlandeses participaron en los Juegos Olímpicos de Estocolmo en 1912. En su momento los deportistas se negaron a desfilar con la bandera rusa mientras que los rusos protestaron ante esta iniciativa argumentando su poder político sobre el país. El comité organizador solventó la crisis colocando una cinta alusiva a Finlandia sobre la bandera rusa durante la ceremonia. En la arena competitiva los finlandeses fueron menos diplomáticos y dominaron en atletismo y lucha, logrando nueve medallas de oro y 26 en total que los ubicaron en el cuarto lugar en el medallero final de los Juegos, muy por encima de los mismos rusos que se ubicaron de 16 entre los 28 países participantes. Debido a que Finlandia se encontraba bajo la dominación rusa fue la bandera de este país la que ondeó cuando los finlandeses ganaban alguna prueba, hecho que generó gran rechazo entre la población y especialmente entre los atletas que participaban por el honor de su nación y veían izar la bandera del país que los ocupaba.
La principal figura del equipo finlandés fue Hannes Kolehmainen a quien se le considera el pionero de un grupo de atletas denominado “los finlandeses voladores” protagonistas del atletismo olímpico durante los años veinte. Kolehmainen ganó tres medallas de oro y una de plata en esos Juegos y luego en 1920 en Amberes obtuvo su cuarta presea dorada.
Las victorias obtenidas en el escenario Olímpico no sólo pusieron a Finlandia en el mapa político internacional sino que se constituyeron en un factor de orgullo para el pueblo finlandés, fortaleciéndose así la iniciativa de la declaración de la independencia nacional.
Pero si las cosas estaban turbulentas en el terreno deportivo, en lo político lo estaban aún más. En 1917, luego de la abdicación del zar Nicolás II durante la primera revolución rusa, el gobierno provisional trató de garantizar la calma en el territorio finlandés en donde el independentismo cobraba cada día mayor fuerza y fue así como finalmente, en noviembre de ese año luego de la revolución bolchevique en Rusia, Finlandia declaró su independencia que fue reconocida inmediatamente por el gobierno ruso y que fue ratificada al año siguiente en el tratado Brest-Litovsk.
De la independencia a la guerra civil y el gran reto de la consolidación de la nación
A la tan anhelada independencia le siguió una confrontación interna entre los dos principales grupos, el de los conservadores que controlaron varias organizaciones del estado y el de los socialdemócratas que se establecieron en las organizaciones de base. La sociedad se dividió entonces entre “blancos” apoyados desde Alemania y por su similar en el territorio ruso y los “rojos” apoyados por los bolcheviques. Como el país no contaba con un ejército propio, puesto que bajo la dominación rusa los soldados finlandeses fueron considerados como servidores del zar, los dos grupos realizaron su propio reclutamiento y conformaron ejércitos paralelos en un estado de tensión que degeneró en una cruenta guerra civil que se prolongó por varios meses con un saldo cercano a las 40.000 víctimas y que finalizó con la victoria de los “blancos”, dejando el país empobrecido y fragmentado.
Finlandia enfrentó entonces un gran desafío, la supervivencia en medio de los intereses expansionistas rusos y con la gran posibilidad de una nueva guerra civil. El país necesitaba con urgencia tradiciones colectivas y héroes para consolidar la integración en la conciencia de nacional. Fue en este escenario en el que el deporte jugó un rol fundamental. A partir de los logros de los atletas en Estocolmo y ante la nueva situación social el deporte fue considerado como parte de la estrategia de “nacionalismo oficial” desarrollada por el gobierno finlandés. Al deporte se le dio un alto valor político e ideológico que se evidenció en su relevante presencia en programas de instituciones educativas y dentro del entrenamiento militar. Los deportistas finlandeses fueron subsidiados por el estado y los entrenadores se dedicaron a analizar los mejores métodos de entrenamiento alrededor del mundo para adaptarlos y aplicarlos al país.
En esta estrategia fue muy importante la participación de la prensa deportiva que con frecuencia relacionó a los deportistas finlandeses con el estereotipo del pueblo finlandés dentro del concepto de identidad nacional. La prensa se encargó de consolidar mitos, símbolos, narrativas, rituales, tradiciones, valores, territorialidad y de elevar a sus deportistas a la calidad de héroes nacionales.
Los Juegos Olímpicos se constituyeron en el mejor escenario para mostrar al mundo el valor, la excelencia y el deseo por la autodeterminación del pueblo finlandés. En los Juegos Olímpicos de 1920 celebrados en Amberes el país volvió a ocupar el honroso cuarto lugar y cuatro años después, en los Juegos celebrados en París Finlandia ocupó el segundo lugar después de los Estados Unidos, su mejor ubicación hasta ahora en unos Juegos Olímpicos consolidandose así la idea planteada.
Sin duda alguna la principal figura de este grupo de atletas fue Paavo Nurmi el primer deportista en el mundo en lograr nueve medallas de oro olímpicas obtenidas en sus participaciones de 1920, 1924 y 1928 (también obtuvo tres de plata) que lo llevaron a una categorización de héroe nacional. A los 28 años de edad y en pleno apogeo de su carrera se erigió su estatua en el Estadio Nacional de Helsinki. A los 55 años de edad Nurmi fue honrado por el país y por el mundo olímpico al ser el encargado de encender el pebetero olímpico de los Juegos celebrados en Helsinki en 1952.
Años después, en 1973 en su funeral, se le rindieron los más altos honores de estado. La ceremonia estuvo encabezada por el presidente de Finlandia y compañero de Nurmi en el equipo olímpico Urho Kekkonen quien rindió homenaje al más grande deportista finlandés, quien con sus logros no solo llevó a Finlandia al lugar más alto del podio olímpico sino que ayudó a consolidar la idea misma de país.
¿Y Colombia qué?
Colombia vive sin lugar a dudas su mejor momento deportivo. El año 2014 finalizó con gran satisfacción gracias a la actuación de nuestros deportistas en diferentes eventos a nivel internacional. Fueron Nairo Quintana, Rigoberto Urán, Mariana Pajón, Yuri Alvear, Jaqueline Rentería, Edwin Ávila, Yercy Puello, Jossimar Calvo, Santiago Quintero, Clara Juliana Guerrero, Sara López, Miguel Ángel Rodríguez, Omar Pinzón, Catherine Ibargüen, Orlando Duque y tantos otros quienes nos llenaron de orgullo con sus participaciones en la arena internacional y que nos renovaron la esperanza en un país con mejor futuro. Se destaca en este escenario de manera singular la actuación de la selección nacional de fútbol que nos ayudó, por fin, a dejar atrás el recuerdo del 4-4 de 1962 y el 1-1 de 1990 como máximos logros de nuestro fútbol en los mundiales y nos ilusiona desde ya con el 2018.
Por otro lado, la excelente actuación del equipo de fútbol femenino en la Copa América y que nos representará este año en el mundial de Canadá y en los Juegos Panamericanos de Toronto, equipo que ya cuenta con un cupo asegurado a los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro en el 2016, nos invita a repensar nuestra relación social entre hombres y mujeres, para que los gritos sean sólo de apoyo y júbilo celebrando sus logros y para que no volvamos a repetir que el fútbol “es cosa de machos” buscando así que algún día, ojalá cercano, podamos dejar atrás ese terrible fantasma de la violencia de género que tanto nos afecta.
De igual manera, la actuación de nuestros deportistas paralímpicos entre las que se resalta la medalla de oro lograda por Álvaro Galvis en el Campeonato Mundial de Paraciclismo celebrado en Greenville, Estados Unidos nos evidencia que para el triunfo no sólo se requiere fuerza en las piernas (él tiene solo una) sino que un resultado exitoso es la suma de todos los componentes de la preparación entre los que se destaca la tenacidad, la disciplina y el orgullo de país para lograr el éxito. Álvaro junto con Moisés Fuentes, Elkin Serna, Nelson Crispín, Diego Dueñas, Jainer Cantillo y demás deportistas del sector paralímpico nos ha permitido, con sus logros, entender que nuestra sociedad es heterogénea y que el deporte paralímpico no es un actividad recreativa de “discapacitados” sino una demostración evidente de alto rendimiento que merece el reconocimiento por el mérito que implica derrotar a los rivales pero especialmente por su capacidad para sobreponerse a las dificultades diarias que le ofrece un país con grandes barreras arquitectónicas y culturales (las más complejas).
Todos estos hechos no sólo tienen que ver con el deporte sino con la concepción que cada colombiano tiene de sí mismo y de su comunidad. Se deben extraer entonces las experiencias positivas para orientar los logros de nuestros atletas hacia la construcción de una idea colectiva de futuro. Para tales efectos se necesita consolidar su figura de ídolos sociales y con su imagen, seguida por millones de niños y jóvenes promover la práctica recreo-deportiva como parte de campañas orientadas a la construcción de una sociedad más participativa y solidaria. El deporte es una gran escuela de vida que enseña sobre el manejo del éxito y del fracaso, situaciones a las que toda persona se enfrentará en la vida, pero lo más importante, el deporte enseña a trabajar en equipo, aún en las modalidades individuales. Si logramos esto podremos disminuir, por ejemplo, la sorpresa de los extranjeros que nos visitan y se asombran de la hospitalidad y bondad que nos caracteriza en nuestros hogares frente a la barbarie que denotan nuestras relaciones sociales en la calle.
Ya el país ha logrado cosas muy importantes, pero el reto es aún muy grande. Ante la posibilidad de la firma del fin del conflicto en Colombia, el país deportivo tiene mucho que ofrecer al proceso posconflicto. Es en este escenario que se hace importante el rol de los deportistas de éxito y los logros que se obtengan en la arena internacional como herramientas para consolidar una mirada positiva de futuro y fortalecer así el concepto de país posible.
Ante la posibilidad de que las negociaciones que se vienen desarrollando en la ciudad de la Habana, entre las delegaciones del gobierno Colombiano y de la guerrilla de las FARC, se concreten con la firma de un acuerdo de paz y ante el probable inicio de diálogos con el ELN, el segundo grupo más importante de guerrilla del país, Colombia ha entrado en una nueva etapa de su historia de la cual todos seremos protagonistas.
Los diálogos han evidenciado el innegable deseo de todos (o casi todos) los sectores del país por lograr un acuerdo de paz. Sin embargo, se observa que el proceso del posconflicto, que sobrevendrá luego de la firma, es referenciado más como una responsabilidad política del gobierno que como una construcción colectiva. Es en este escenario, en donde todos los sectores del país deben contemplar su participación para la transformación positiva de nuestras relaciones sociales y es aquí precisamente en donde desde la perspectiva del deporte (en una concepción amplia) se deben presentar propuestas que contribuyan con este propósito.
El deporte es uno de los principales elementos que hacen parte del conjunto de valores materiales y no materiales que conforman la cultura de la sociedad contemporánea. Debido al carácter masivo de su práctica y gracias a su alta capacidad de penetración, el deporte ha sido históricamente utilizado con alguna intencionalidad, y es así como se nos presenta de forma permanente, entre múltiples propuestas como instrumento político, herramienta ideológica y sobretodo como eficaz vehículo de comunicación.
De manera puntual, el deporte competitivo, debido a su amplia cobertura y su esencia inicial, la confrontación con rivales (y la oportunidad de vencerlos en un escenario simbólico) ha sido desde siempre el escenario de demostración de los denominados sentimientos (acciones) nacionalistas. Desafortunadamente, es en este escenario es en el cual se presentan, con mayor frecuencia, las manifestaciones excesivas y violentas de ese nacionalismo.
El éxito de los deportistas de un país, en mayor o menor grado, es utilizado por los gobiernos como forma de fomentar la unión nacional alrededor del triunfo y de fortalecer ese denominado sentimiento de nacionalismo.
Finlandia el primer país en utilizar el deporte con objetivos nacionalistas
En el mundo moderno, la primera referencia que se tiene sobre la utilización del logro deportivo con fines políticos y para la orientación de conformación de un sentido de nacionalismo, la encontramos en Finlandia. Desde el siglo XIV y durante más de cinco siglos el pueblo finlandés estuvo bajo la corona sueca hasta que en 1808 el Zar Alejandro I invadió el territorio finlandés desatándose así la denominada Guerra de Finlandia que finalizó con su anexión al Imperio Ruso en calidad de Gran Ducado. El Zar garantizó la autonomía cultural, política y religiosa para los finlandeses, situación que se mantuvo durante algún tiempo hasta que el florecimiento de su idioma y su cultura desataron un sentimiento en contra, por parte de los rusos, al que sobrevino un proceso de rusificación durante el cual el idioma ruso se implantó como idioma oficial, se disolvió el ejército finlandés y se limitaron las posibilidades de expresión cultural nacional. A esta situación los finlandeses respondieron con huelgas que fueron sofocadas mediante el uso de la represión y de purga a los nacionalistas.
Es en ese escenario que los finlandeses participaron en los Juegos Olímpicos de Estocolmo en 1912. En su momento los deportistas se negaron a desfilar con la bandera rusa mientras que los rusos protestaron ante esta iniciativa argumentando su poder político sobre el país. El comité organizador solventó la crisis colocando una cinta alusiva a Finlandia sobre la bandera rusa durante la ceremonia. En la arena competitiva los finlandeses fueron menos diplomáticos y dominaron en atletismo y lucha, logrando nueve medallas de oro y 26 en total que los ubicaron en el cuarto lugar en el medallero final de los Juegos, muy por encima de los mismos rusos que se ubicaron de 16 entre los 28 países participantes. Debido a que Finlandia se encontraba bajo la dominación rusa fue la bandera de este país la que ondeó cuando los finlandeses ganaban alguna prueba, hecho que generó gran rechazo entre la población y especialmente entre los atletas que participaban por el honor de su nación y veían izar la bandera del país que los ocupaba.
La principal figura del equipo finlandés fue Hannes Kolehmainen a quien se le considera el pionero de un grupo de atletas denominado “los finlandeses voladores” protagonistas del atletismo olímpico durante los años veinte. Kolehmainen ganó tres medallas de oro y una de plata en esos Juegos y luego en 1920 en Amberes obtuvo su cuarta presea dorada.
Las victorias obtenidas en el escenario Olímpico no sólo pusieron a Finlandia en el mapa político internacional sino que se constituyeron en un factor de orgullo para el pueblo finlandés, fortaleciéndose así la iniciativa de la declaración de la independencia nacional.
Pero si las cosas estaban turbulentas en el terreno deportivo, en lo político lo estaban aún más. En 1917, luego de la abdicación del zar Nicolás II durante la primera revolución rusa, el gobierno provisional trató de garantizar la calma en el territorio finlandés en donde el independentismo cobraba cada día mayor fuerza y fue así como finalmente, en noviembre de ese año luego de la revolución bolchevique en Rusia, Finlandia declaró su independencia que fue reconocida inmediatamente por el gobierno ruso y que fue ratificada al año siguiente en el tratado Brest-Litovsk.
De la independencia a la guerra civil y el gran reto de la consolidación de la nación
A la tan anhelada independencia le siguió una confrontación interna entre los dos principales grupos, el de los conservadores que controlaron varias organizaciones del estado y el de los socialdemócratas que se establecieron en las organizaciones de base. La sociedad se dividió entonces entre “blancos” apoyados desde Alemania y por su similar en el territorio ruso y los “rojos” apoyados por los bolcheviques. Como el país no contaba con un ejército propio, puesto que bajo la dominación rusa los soldados finlandeses fueron considerados como servidores del zar, los dos grupos realizaron su propio reclutamiento y conformaron ejércitos paralelos en un estado de tensión que degeneró en una cruenta guerra civil que se prolongó por varios meses con un saldo cercano a las 40.000 víctimas y que finalizó con la victoria de los “blancos”, dejando el país empobrecido y fragmentado.
Finlandia enfrentó entonces un gran desafío, la supervivencia en medio de los intereses expansionistas rusos y con la gran posibilidad de una nueva guerra civil. El país necesitaba con urgencia tradiciones colectivas y héroes para consolidar la integración en la conciencia de nacional. Fue en este escenario en el que el deporte jugó un rol fundamental. A partir de los logros de los atletas en Estocolmo y ante la nueva situación social el deporte fue considerado como parte de la estrategia de “nacionalismo oficial” desarrollada por el gobierno finlandés. Al deporte se le dio un alto valor político e ideológico que se evidenció en su relevante presencia en programas de instituciones educativas y dentro del entrenamiento militar. Los deportistas finlandeses fueron subsidiados por el estado y los entrenadores se dedicaron a analizar los mejores métodos de entrenamiento alrededor del mundo para adaptarlos y aplicarlos al país.
En esta estrategia fue muy importante la participación de la prensa deportiva que con frecuencia relacionó a los deportistas finlandeses con el estereotipo del pueblo finlandés dentro del concepto de identidad nacional. La prensa se encargó de consolidar mitos, símbolos, narrativas, rituales, tradiciones, valores, territorialidad y de elevar a sus deportistas a la calidad de héroes nacionales.
Los Juegos Olímpicos se constituyeron en el mejor escenario para mostrar al mundo el valor, la excelencia y el deseo por la autodeterminación del pueblo finlandés. En los Juegos Olímpicos de 1920 celebrados en Amberes el país volvió a ocupar el honroso cuarto lugar y cuatro años después, en los Juegos celebrados en París Finlandia ocupó el segundo lugar después de los Estados Unidos, su mejor ubicación hasta ahora en unos Juegos Olímpicos consolidandose así la idea planteada.
Sin duda alguna la principal figura de este grupo de atletas fue Paavo Nurmi el primer deportista en el mundo en lograr nueve medallas de oro olímpicas obtenidas en sus participaciones de 1920, 1924 y 1928 (también obtuvo tres de plata) que lo llevaron a una categorización de héroe nacional. A los 28 años de edad y en pleno apogeo de su carrera se erigió su estatua en el Estadio Nacional de Helsinki. A los 55 años de edad Nurmi fue honrado por el país y por el mundo olímpico al ser el encargado de encender el pebetero olímpico de los Juegos celebrados en Helsinki en 1952.
Años después, en 1973 en su funeral, se le rindieron los más altos honores de estado. La ceremonia estuvo encabezada por el presidente de Finlandia y compañero de Nurmi en el equipo olímpico Urho Kekkonen quien rindió homenaje al más grande deportista finlandés, quien con sus logros no solo llevó a Finlandia al lugar más alto del podio olímpico sino que ayudó a consolidar la idea misma de país.
¿Y Colombia qué?
Colombia vive sin lugar a dudas su mejor momento deportivo. El año 2014 finalizó con gran satisfacción gracias a la actuación de nuestros deportistas en diferentes eventos a nivel internacional. Fueron Nairo Quintana, Rigoberto Urán, Mariana Pajón, Yuri Alvear, Jaqueline Rentería, Edwin Ávila, Yercy Puello, Jossimar Calvo, Santiago Quintero, Clara Juliana Guerrero, Sara López, Miguel Ángel Rodríguez, Omar Pinzón, Catherine Ibargüen, Orlando Duque y tantos otros quienes nos llenaron de orgullo con sus participaciones en la arena internacional y que nos renovaron la esperanza en un país con mejor futuro. Se destaca en este escenario de manera singular la actuación de la selección nacional de fútbol que nos ayudó, por fin, a dejar atrás el recuerdo del 4-4 de 1962 y el 1-1 de 1990 como máximos logros de nuestro fútbol en los mundiales y nos ilusiona desde ya con el 2018.
Por otro lado, la excelente actuación del equipo de fútbol femenino en la Copa América y que nos representará este año en el mundial de Canadá y en los Juegos Panamericanos de Toronto, equipo que ya cuenta con un cupo asegurado a los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro en el 2016, nos invita a repensar nuestra relación social entre hombres y mujeres, para que los gritos sean sólo de apoyo y júbilo celebrando sus logros y para que no volvamos a repetir que el fútbol “es cosa de machos” buscando así que algún día, ojalá cercano, podamos dejar atrás ese terrible fantasma de la violencia de género que tanto nos afecta.
De igual manera, la actuación de nuestros deportistas paralímpicos entre las que se resalta la medalla de oro lograda por Álvaro Galvis en el Campeonato Mundial de Paraciclismo celebrado en Greenville, Estados Unidos nos evidencia que para el triunfo no sólo se requiere fuerza en las piernas (él tiene solo una) sino que un resultado exitoso es la suma de todos los componentes de la preparación entre los que se destaca la tenacidad, la disciplina y el orgullo de país para lograr el éxito. Álvaro junto con Moisés Fuentes, Elkin Serna, Nelson Crispín, Diego Dueñas, Jainer Cantillo y demás deportistas del sector paralímpico nos ha permitido, con sus logros, entender que nuestra sociedad es heterogénea y que el deporte paralímpico no es un actividad recreativa de “discapacitados” sino una demostración evidente de alto rendimiento que merece el reconocimiento por el mérito que implica derrotar a los rivales pero especialmente por su capacidad para sobreponerse a las dificultades diarias que le ofrece un país con grandes barreras arquitectónicas y culturales (las más complejas).
Todos estos hechos no sólo tienen que ver con el deporte sino con la concepción que cada colombiano tiene de sí mismo y de su comunidad. Se deben extraer entonces las experiencias positivas para orientar los logros de nuestros atletas hacia la construcción de una idea colectiva de futuro. Para tales efectos se necesita consolidar su figura de ídolos sociales y con su imagen, seguida por millones de niños y jóvenes promover la práctica recreo-deportiva como parte de campañas orientadas a la construcción de una sociedad más participativa y solidaria. El deporte es una gran escuela de vida que enseña sobre el manejo del éxito y del fracaso, situaciones a las que toda persona se enfrentará en la vida, pero lo más importante, el deporte enseña a trabajar en equipo, aún en las modalidades individuales. Si logramos esto podremos disminuir, por ejemplo, la sorpresa de los extranjeros que nos visitan y se asombran de la hospitalidad y bondad que nos caracteriza en nuestros hogares frente a la barbarie que denotan nuestras relaciones sociales en la calle.
Ya el país ha logrado cosas muy importantes, pero el reto es aún muy grande. Ante la posibilidad de la firma del fin del conflicto en Colombia, el país deportivo tiene mucho que ofrecer al proceso posconflicto. Es en este escenario que se hace importante el rol de los deportistas de éxito y los logros que se obtengan en la arena internacional como herramientas para consolidar una mirada positiva de futuro y fortalecer así el concepto de país posible.