El dramático relato de Francisco Mosquera: “Nunca me he dopado”
Del cielo al infierno hay un paso. Del éxtasis de la alegría a la desazón de la tristeza hay cuatro palabras: “diste positivo para dopaje”.
Francisco Mosquera, especial para El Espectador
En la mañana del viernes 13 de octubre de 2023, cuando abrí los ojos junto a mi esposa, Ivana Pérez, en mi corazón y mi mente todo era tranquilidad. Un mes antes había logrado la medalla de plata en la prueba del envión en los 67 kg, en el Campeonato Mundial de Levantamiento de Pesas que se llevó a cabo en Riad (Arabia Saudita). En el total finalicé en la cuarta posición y todo estaba encaminado a seguir con mi preparación para continuar mi camino rumbo a mi gran objetivo: los Juegos de París 2024, que se convertirían en mis primeros Olímpicos.
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En la mañana del viernes 13 de octubre de 2023, cuando abrí los ojos junto a mi esposa, Ivana Pérez, en mi corazón y mi mente todo era tranquilidad. Un mes antes había logrado la medalla de plata en la prueba del envión en los 67 kg, en el Campeonato Mundial de Levantamiento de Pesas que se llevó a cabo en Riad (Arabia Saudita). En el total finalicé en la cuarta posición y todo estaba encaminado a seguir con mi preparación para continuar mi camino rumbo a mi gran objetivo: los Juegos de París 2024, que se convertirían en mis primeros Olímpicos.
Ese día todo parecía perfecto, la mañana había estado fresca y me tocó vivir un poco del caos del tráfico cartagenero después de llevar a mi esposa al trabajo y a mi hijo Frank a su colegio, para después llegar al gimnasio Chico de Hierro. Estaba absolutamente enfocado en seguir entrenando fuerte tanto física como mentalmente y mejorar mi técnica para el próximo gran reto que tenía: los Juegos Nacionales en el Eje Cafetero.
Pero de la nada, en medio de la práctica todo cambió. Me entró una llamada inesperada de la Federación Colombiana de Levantamiento de Pesas. Era Luz Adriana, la secretaria. Su voz, un poco tensa y entrecortada, fue el preludio de una tormenta en la cual aún me encuentro inmerso.
“¿Aló?”, le respondí. “¡Hola, Francisco! ¡Buenos días! No te tengo buenas noticias. Llegó un correo de la ITA (Agencia Internacional de Pruebas), en el que manifiesta que diste positivo para dopaje”.
Las pausas fueron largas y la llamada, que no duró más de cinco minutos, para mí fue una eternidad. Sus palabras entraron como un golpe al hígado, que me dejó tendido en el piso, con un sinsabor enorme y una confusión aún más grande. En mi garganta se armó un nudo imposible de desatar y quedé totalmente abatido.
¡Esto tiene que ser una maldita broma! ¡Esto tiene que ser una maldita broma!, repetía, como buscando una respuesta a lo que sucedía.
La profesora Yenni Zúñiga, quien estaba ahí, fue la primera que se enteró de la noticia. Sus palabras de ánimo fueron como un faro en medio de la oscuridad, pero en ese momento no lo suficientemente fuerte. En mi cabeza tenía cien cosas que revoloteaban y me mantenían conmocionado, aún no había procesado la información que me habían acabado de dar. Después, hablé con mi entrenador, Oswaldo Pinilla.
Ambos entraron en ese sentimiento de confusión, pregunta, desconcierto, nervios y tristeza. En especial mi entrenador, con quien llevo entrenando 12 años, quien me ha llevado a vivir momentos mágicos y ha sido mi soporte. Siempre ha estado ahí para apoyarme. Desde ese momento él ha vivido ese suplicio conmigo, como si fuera él quien hubiera recibido esa noticia, con la misma intensidad y el mismo coraje para revertir la situación. También le conté al profesor Elías del Valle, quien me ha brindado su apoyo emocional y ha sido un constante bastón para estos momentos difíciles.
Mi familia, como siempre, ha sido incondicional: Ana Isabel, mi mamá; Hamilton, Yoiner y Marino, mis hermanos; Ivana, mi esposa; Frank, mi hijo; además de mis amigos Sebastián Denis, Cristian Aguilar, Jostyn, Sebas, Rafa, Key y Baluin. Sus palabras y su presencia se han convertido en un refugio seguro, siento su protección en cada abrazo, en cada sonrisa. Es como tener un ancla en medio de la turbulencia. Me han sostenido en este duro momento, sin juzgar, sin condiciones, simplemente me han ofrecido su amor y comprensión. Para ellos solo tengo mi agradecimiento, es por su apoyo que me mantengo en pie.
Por ellos lucho, por ellos no doy el brazo a torcer. Para defenderme contraté al abogado Víctor Delgado, el mismo que llevó en su momento el caso del tenista Robert Farah. Con el fin de buscar justicia y limpiar mi nombre, porque por mi cuerpo nunca ha entrado ninguna sustancia prohibida. Nunca me he dopado, porque va en contra de lo que para mí es uno de los valores más importantes que tiene el deporte: el juego limpio.
Como bien lo dije en un video, les he fallado a mi hijo y a mi esposa con excusas para no ir a verlos, con el fin de tener una buena recuperación para entrenar de una mejor manera, pero nunca al deporte. He trabajado con decisión, con pasión, con determinación. Para mí, esa es la única vía para alcanzar los objetivos trazados y así lo he hecho a lo largo de mi carrera con entrenamientos fuertes, sin parar. Para esto nunca he tenido excusa alguna.
Para mí el deporte lo es todo, me ha llevado a vivir muchos momentos inolvidables, grandes experiencias. También ha cambiado mi estilo de vida; me ayudó a salir adelante y nunca le fallaría de una manera tan ruin como por la que me acusan. De la boldenona solo había escuchado cuando mis compañeros, ad portas también de unos Juegos Olímpicos, tuvieron un resultado analítico adverso. Es la hora que no sé para qué sirve. No tengo interés en saber más, porque, para mí, el dopaje es trampa, un flagelo para el deporte y para quienes hacen las cosas bien.
Por eso hoy estoy aquí ante ustedes para decirles que voy a luchar hasta el final. Con mi abogado esperábamos salir de esto en primera instancia, pero lastimosamente el caso se extendió y necesito conseguir $60 millones para continuar con mi defensa. Para los interesados en mis redes (@Franpesas) podrán escuchar todo mi relato. Limpiar mi nombre es lo más importante para mí, porque siempre he sido una persona transparente. Hoy vivo una tormenta, pero estoy seguro de que, con Dios de mi lado y el apoyo de mis amigos y familia, no habrá nada que pueda detenerme porque la verdad prevalecerá ante todo.
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