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Todo empezó hace 14 años, en el patio de una casa pequeña y calurosa de Afganistán. Empezó como un secreto; como un acto delictivo; como una protesta. Comenzó porque Zakia Khudadadi no tuvo miedo de gritar, desesperada, por ayuda; y porque vio en el Tatami la forma de escapar de la prisión en la que estaba recluida desde que nació. Su valentía la salvó; le ofreció cobijo y libertad.
En 2009 Zakia empezó a practicar taekwondo a escondidas. Debía esquivar las miradas de todos los que pasaban a su alrededor y la escrutaban con rostro obsceno y calculador. Al principio fue en el patio de su casa, luego en un gimnasio local de Herat, y luego en su cabeza; cuando comía, cuando dormía y cada vez que respiraba.
El taekwondo se convirtió en una salida para su ahogamiento, en un escape y en un grito de victoria para su vida minimizada. Fue tanta su obstinación que la guerra y el abuso contra las mujeres en su país no logró detenerla. Ni la política, la religión o la represión, nada pudo oponerse a su deseo intranquilo. Todo, incluidas las medallas, estaba planeado y vivo en su cabeza desde el principio.
En 2016 Zakia sorprendió al mundo ganando el Campeonato Africano de Parataekwondo a los 18 años. A partir de ahí su vida se transformó y no tuvo que volver a esconderse; pero el evento no frenó la lucha por sus derechos y su libertad. Luego de salir victoriosa recibió la invitación para representar a su país en los Juegos Paralímpicos de Tokio 2020, algo que le cubrió el alma de felicidad y orgullo; aunque aún le faltaba atravesar muchos obstáculos más.
Las alarmas saltaron cuando la pandemia se apoderó del mundo, y la cita paralímpica, igual que la vida en todo el globo terráqueo, tuvo que adecuarse a las circunstancias marginales. La fecha se corrió y le dio tiempo a la Caída de Kabul a perpetuarse y a que, en consecuencia, Afganistán fuera vetada de los Juegos. Tanto Zakia Khudadadi como Hossain Rasouli (parateltismo), únicos deportistas con un cupo, quedaron estancados en Kabul, maniatados, silenciados y sin respuestas.
Los aeropuertos estaban cerrados, el caos era general y las súplicas caían dispersas en el suelo, como los casquillos de las balas caían desde las torres de seguridad y los cuarteles improvisados de los combatientes que poblaban cada rincón del país. El tintineo del metal era deprimente, pero Zakia no se rindió.
“Como una mujer de Afganistán y como una representante de todas ellas, les voy a pedir un favor. Estoy a punto de participar en los Juegos Paralímpicos de Tokio, ayúdenme. Quiero pedírselo a todas las organizaciones que protegen los derechos de las mujeres. Hemos estado trabajando duro en situaciones muy difíciles y quiero mostrarles los resultados, para que todo el esfuerzo no caiga desperdiciado”, dijo Zakia Khudadadi en una carta que escribió luego de que los Talibanes se tomarán Kabul.
Sus plegarias fueron escuchadas. Khudadadi y Rasouli llegaron a Tokio luego de hacer una parada en París, tras un esfuerzo gigantesco que realizó la Fuerza Aérea Australiana para sacarlos de su país. Y todo empezó a mejorar desde allí. Su corazón seguía en Afganistán, con su familia, a la que tuvo que dejar, pero su mente y su cuerpo estaban luchando por un sueño que en un momento pareció perdido en una guerra ajena. No hubo medalla pero sí un cambio, perdió contra Viktoria Marchuk en el repechaje, pero como recompensa recibió la libertad. Luego de Tokio fue llevada a París y desde allí pudo empezar a entrenar tranquila y a hacerlo rodeada de personas que quieren sacar de ella lo mejor; que quieren para ella lo mejor.
Todo, desde el momento en que nació sin antebrazo derecho, hasta que conoció el taekwondo, pasando por Tokio y llegando a París, todo era necesario para explicar lo que sucedió el miércoles en los Juegos Paralímpicos.
Cuando la jueza puso la mano en medio de ambas competidoras para indicar el final, Zakia, presa de una felicidad asombrosa, se quitó su casco, se arrancó de la boca el protector dental y corrió a abrazar a su entrenadora, quien la recibió como a una niña emocionada y la levantó por los aires con una sonrisa angelical en el rostro, mientras todo el público las aplaudía de pie.
A wonderful moment for Zakia Khudadadi and her coach Haby Niaré 🥹#Paralympics | #Paris2024 pic.twitter.com/ZBJTpmPriV
— Paralympic Games (@Paralympics) August 29, 2024
Zakia Khudadadi se convirtió en la primera atleta perteneciente al grupo de refugiados en ganar una medalla en unos Juegos Paralímpicos, algo que tildó, luego de las fotos protocolarias, de “irreal”. “Tuve que atravesar mucho para llegar aquí. Esta medalla es para todas las mujeres de Afganistán y para todos los refugiados del mundo. Espero que algún día haya paz en mi país”, dijo con voz temblorosa Sakia, sin poder creérselo y sin poder dejar de sonreír
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