El foso de Arnovis Dalmero: las zapatillas que amenazan su sueño olímpico
El atleta consiguió la medalla de oro en el salto largo, igual que Natalia Linares. Todavía no alcanzó la marca olímpica que le anularon, a mitad de año, por usar unas zapatillas indebidas. Su próxima meta es el título en Juegos Nacionales.
Fernando Camilo Garzón
El salto marcó 8,29 metros. Era julio de 2023. En el Sudamericano de São Paulo, Arnovis Dalmero superó los 8,27, la marca mínima para estar en París 2024. El éxtasis fue momentáneo, pero intenso. En su casa en Santa Marta se armó parranda y en Ciénaga, su cuna, su nombre corría de boca en boca en cada esquina.
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El salto marcó 8,29 metros. Era julio de 2023. En el Sudamericano de São Paulo, Arnovis Dalmero superó los 8,27, la marca mínima para estar en París 2024. El éxtasis fue momentáneo, pero intenso. En su casa en Santa Marta se armó parranda y en Ciénaga, su cuna, su nombre corría de boca en boca en cada esquina.
Para el cienaguero se había cumplido un sueño. Ir a unos Olímpicos era una aspiración que tenía desde que empezó en el atletismo, corriendo en pruebas de fondo, a los 13 años. Se hizo más fuerte la ilusión cuando pasó a las pruebas múltiples y, entre saltos y lanzamientos, se dio cuenta de que desprenderse del piso para volar, suspendido apenas por un instante en el aire, era lo suyo. En esos días, a orillas del mar Caribe y ante los ojos vigilantes de la Sierra Nevada, Arnovis Dalmero empezó a zambullirse en fosos de arena y cal.
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Pero después de la jornada de fiesta en Brasil se quebró todo. World Athletics, federación internacional de atletismo, envió un mensaje: la marca estaba anulada. Ni Juegos Olímpicos, ni clasificación al Mundial, ni récord nacional. ¡Nada! Dalmero usó unas zapatillas que estaban prohibidas. Lo decía el reglamento, que se renovó este mismo año, pero ni el colombiano ni su equipo estaban al tanto. De hecho, los jueces no le dijeron nada en el Sudamericano, en el que hizo historia por apenas unas horas. Pasó por la cámara de llamado, le dieron los tacos para el calzado e hizo sus saltos. ¡Normal! Rompió su marca, hizo el mejor registro colombiano de salto largo en la historia y clasificó a los Olímpicos. Festejó, habló con su familia y se imaginó en Budapest (sede del mundial) y en París.
Los festejos, ahogados, se convirtieron en incógnitas y juzgamientos. “¿Qué pasó, Arnovis? ¿Qué es esa vaina tan maluca?”, le decían cuando lo reconocían y lo paraban en Santa Marta.
—Fue por usar unos spikes —explicaba cabizbajo Dalmero—, son unas zapatillas que no sabía que estaban prohibidas.
En el atletismo, unos tenis sí pueden marcar la diferencia. Y algunos lo señalaban por “tramposo”. Le decían que sin esos zapatos no iba a lograr la misma marca y él, consciente de saltos que había logrado incluso mejores, respondía: “No es la flecha, es el indio”. Sin embargo, confiesa, le dolía que su nombre quedara marcado: “Más que la marca, me daba duro que me juzgaran. Pero intenté olvidarlo rápido. Debía demostrar que, sin importar las zapatillas, tenía la capacidad suficiente de llegar a los Olímpicos”.
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Fue un foso. Y no el de arena en el que se enamoró de los saltos. Más bien, de tristeza. Lo acomplejó la congoja ante las miradas y críticas, la sensación de haber defraudado a su familia. “Todos en la casa habían celebrado la marca. Estaban muy felices por el récord y fallarles me derrumbó. Me entristecí. Me sentía deprimido, pero mi mamá me hizo pensar de una forma diferente. Me dijo que estaba para cosas más grandes, que no me había caído una vez sino miles y que tenía que levantar cabeza, seguir adelante”, confesó Dalmero.
Cargaba la medalla de oro de los Juegos Panamericanos durante la entrevista. Ganador del salto largo, como lo hizo un día antes su compañera Natalia Linares, Arnovis Dalmero dijo que el metal dorado que lucía en el pecho era una reivindicación. “Demostré con este oro que sí puedo lograr la marca, que no fue una coincidencia lo que hice en Brasil. Ya lo había demostrado en Bogotá, en agosto, cuando salté 8,20. Estoy a muy poco de lograr la marca de nuevo y si no es en los Juegos Nacionales, espero alcanzarla el próximo año”.
En Santiago, logró un registro de 8,08 metros, suficiente para vencer a los cubanos Alejandro Antonio Parada y Maikel Vidal. Le sobró un salto, en el que pudo haber intentado conseguir el número que le diera un lugar en los Olímpicos. Sin embargo, el frío que hacía en el Estadio Nacional entumecía las manos, hería los dientes, secaba los labios y quemaba la punta de la nariz y los pómulos. A Dalmero se le metió en las pantorrillas. Y tiesas las piernas, corría el riesgo de lesionarse. De hecho, a los Panamericanos llegó con una molestia. Prefirió no arriesgar y buscar el cupo en el futuro. No lo afana, confiesa. Ya lo ha hecho antes.
En cambio, prefiere cuidarse. Competir con cabeza y sin afanes. “No gané en Suramericanos, ni en Bolivarianos. A los Centroamericanos no pude ir por una lesión. Siempre que me tocaba competir, llegaba con una molestia”, hizo el recuento Dalmero.
En los Centroamericanos, el accidente fue cruel. Ya había pasado la decepción de Brasil y el cienaguero estaba enfocado en lograr una medalla. Faltaban dos semanas para viajar a San Salvador y haciendo un ejercicio de calentamiento se rompió una mano. No le dolía, pero no podía competir. Incluso su entrenador, Martín Suárez, maldecía la mala suerte. Pero Arnovis Dalmero no. “Vamos a romperla en los Panamericanos, profe. ¡Tranquilo!”, le dijo.
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El tiempo le enseñó a Dalmero a superar sus fosos. Fue en los anteriores Panamericanos, los de Lima 2019, cuando una lesión le cambió el destino. En ese entonces, competía en el triple salto, pero las molestias físicas eran constantes. Y una fisura en el pie, diagnosticado como estrés en el astrágalo, le imposibilitó competir en Perú. Fue entonces, mientras se recuperaba de la lesión, cuando se pasó al salto largo. Era una gran promesa del salto triple, tenía todos los récords juveniles en Colombia, pero en la nueva disciplina sentía que podía proyectarse mucho más. Y tan prometedor se ve su futuro que ya es campeón panamericano. El sueño olímpico sigue vigente y llegar a París es la meta. Como diría Arnovis Dalmero: “Ya hice la marca una vez, estén tranquilos; la haré de nuevo”.
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