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En 1996 Michael Jordan volvió al baloncesto. Después de haberse retirado por dos años tras la muerte de su padre, el rey volvía. Y en seis juegos salió campeón con los míticos Chicago Bulls. Ese mismo año los Lakers se hacían con uno de los jugadores más legendarios de su historia: Kobe Bryant debutó el 3 de noviembre de 1996. El resto no es historia, es leyenda.
Su vida siempre fue de novela. Nació en Filadelfia, pero vivió hasta los 13 en Italia. Con tan solo 18 años debutó en una NBA llena de leyendas. Y aunque su primer año no fue el mejor, llegó para quedarse. Rápidamente se extendieron las historias de “black mamba”, cómo se hacía conocer. Y de su ética de trabajo.
El juego de Kobe, aunque vistoso, no explotó hasta que llegó Phil Jackson al banquillo de los Lakers. Ganador de todo como jugador y entrenador de los Bulls de Michael Jordan, Jackson llegó a cambiar el destino de los Lakers y de Kobe Bryant. Salieron campeones tres temporadas seguidas. El dúo de Kobe y Shaquille O’neal es hasta el día de hoy, uno de los mejores que ha pasado por la NBA.
No volvería a tener un anillo de campeón hasta el 2009 y posteriormente el 2010. Pero lo que hizo a Kobe una leyenda no fueron solo sus técnicas de juego. Cientos de talentosos jugadores han pasado por la NBA y por otras ligas deportivas del mundo. ¿Qué tiene Kobe para ser recordado con tanto fervor? ¿Cómo se convirtió en una figura sagrada en países de otros continentes?
Kobe fue un maestro para todos los que tuvieron el honor de verlo triunfar. En la cancha era dominante, el mejor jugador, mandaba a todos, conectaba los pases más difíciles, lograba las mejores cestas, se quitaba marcas como si estuviera en un videojuego. Pero cuando las cámaras se apagaban y los jugadores sudados se iban, Kobe saludaba a todos. Sonreía a los niños. Regalaba camisetas y zapatos. Después en rueda de prensa volvía a ser el tipo rudo, incansable y ganador. Muchas de sus entrevistas tras algunos juegos son icónicas hasta este día.
Su mentalidad siempre iba dirigida hacia ganar. Es probable que sea el jugador más ganador que ha jugado en la NBA. Aprendió francés y español para hablarle a sus rivales inmigrantes. Sus entrenadores y compañeros aseguran que estaba obsesionado con la perfección. Entrenaba en gimnasios oscuros para afinar su puntería, se levantaba a las 4 de la mañana para entrenar, obligaba a otros jugadores a competir con él en juegos de 100 puntos.
Existen muchas historias sobre jugadores compitiendo lesionados por amor al juego. A finales de 2009 Kobe fue diagnosticado con una fractura en el dedo índice de su mano derecha. Con la cirugía recomendada, serían al menos 6 semanas por fuera de competición. Fiel a si mismo Kobe prefirió soportar el dolor de los tratamientos y el maltrato de los juegos hasta el final de la temporada. Los Lakers fueron campeones, Bryant promedió 29 puntos y fue elegido el jugador más valioso de las finales.
Después de 20 años de carrera, Kobe anunció que el 2016 sería su última temporada como profesional. El 13 de abril de ese año Kobe se puso el jersey de los Lakers por última vez como jugador. Staples Center, el hogar del equipo angelino, estaba lleno a reventar. La entrada más económica costó aproximadamente 880 dólares. Y la más cara llegaba hasta los 25 mil. Nadie quería perderse el último juego de uno de los mejores deportistas de la historia.
Los últimos años de Kobe habían sido lamentables. Las lesiones, especialmente la del talón de Aquiles, definieron el fin de su carrera. Todo parecía indicar que la leyenda se iba sin éxitos y con solo recuerdos del pasado. Pero ese 13 de abril Shaquille O’neal, el exjugador y ex compañero de Kobe, lo retó a anotar 50 puntos. Una cifra imposible, si se tenía en cuenta las últimas presentaciones paupérrimas de un Kobe cansado y lesionado.
Saltó a la cancha contra los Utah Jazz. Y alimentándose de los retos, cómo le gusta, anotó 60 puntos en su último juego. No solo se convirtió en el único jugador de 37 años en lograr ese tipo de números, sino que salió del Staples Center cómo la leyenda que llegó a ser. Un destello de la mentalidad ganadora que fascinó por tantos años: su último regalo a los fanáticos que aprendieron a amar el baloncesto gracias a él.
Alguna vez Kobe dijo que quería ser recordado como una persona que ha superado las expectativas. Que, para él, eso significaría que ha sacado todo el jugo posible de la naranja. A casi un año de su muerte, no hay quien pueda asegurar que no lo hizo.