El olvido a los deportistas rusos en medio de la guerra con Ucrania
El panorama del deporte ruso después de un año del conflicto. Los Olímpicos quieren abrirles las puertas, mientras Ucrania y sus aliados se oponen.
Fernando Camilo Garzón
Pasó en el Abierto de Australia, hace un mes. Andrey Rublev tenía el servicio y jugaba contra Emil Ruusuvuori. El silencio antes del saque, tradición imperturbable del tenis, lo rompió un insulto que llegó desde la tribuna. Minutos antes, cuando ya había iniciado el partido, unos aficionados habían colgado una bandera de Ucrania en las gradas, como señal de protesta a la guerra que los rusos desataron contra ese país. Pero, a medida que avanzaron los sets y el tenista ruso empezó a ganar, los ánimos se caldearon en la grada. Rublev lucía incómodo, pero cuando los insultos comenzaron a escalar tuvo que parar. Se acercó al árbitro y le pidió que pausara el juego. Exigía respeto. “Pueden poner la bandera que quieran, entiendo completamente la situación, pero que no me insulten”, le dijo el tenista ruso al juez.
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Pasó en el Abierto de Australia, hace un mes. Andrey Rublev tenía el servicio y jugaba contra Emil Ruusuvuori. El silencio antes del saque, tradición imperturbable del tenis, lo rompió un insulto que llegó desde la tribuna. Minutos antes, cuando ya había iniciado el partido, unos aficionados habían colgado una bandera de Ucrania en las gradas, como señal de protesta a la guerra que los rusos desataron contra ese país. Pero, a medida que avanzaron los sets y el tenista ruso empezó a ganar, los ánimos se caldearon en la grada. Rublev lucía incómodo, pero cuando los insultos comenzaron a escalar tuvo que parar. Se acercó al árbitro y le pidió que pausara el juego. Exigía respeto. “Pueden poner la bandera que quieran, entiendo completamente la situación, pero que no me insulten”, le dijo el tenista ruso al juez.
Unos días antes, en un partido de la tenista ucraniana Kateryna Kozlova, también en las gradas se había exhibido un pabellón ruso en medio de su juego. Un acto que desató la polémica en Melbourne, pues se suponía que los rusos podrían competir en el grand slam, pero sus símbolos nacionales estaban totalmente vetados. Razón que la organización del torneo juzgó suficiente para prohibir cualquier bandera rusa en el evento. Misma medida que llevó a otro árbitro, más tarde, a pedir la expulsión de toda una armada de aficionados que llegaron cargados de banderas con franjas rojas, azules y blancas. Lo que no sabía el juez es que eran también los símbolos de Serbia y la medida, de inmediato y en medio de la confusión, fue señalada de xenofobia.
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Ese ha sido el panorama de los deportistas rusos en el último año. De los que decidieron —y se les permitió— seguir compitiendo por el mundo. Cargan con el peso de la guerra y son, a donde van, insultados y señalados por las decisiones políticas y económicas que desataron el conflicto.
Hace un año, tan pronto como estalló la invasión a Ucrania, el Comité Olímpico Internacional (COI) recomendó a las federaciones de todo el mundo, más allá de que muchas ya lo habían decidido, excluir a Rusia de toda competencia. Un veto con pocos precedentes, un castigo político que no se vio con otras potencias inmiscuidas en conflictos y que sacó a los rusos del panorama deportivo internacional.
Sin embargo, después del castigo severo y con el año cumplido de la guerra, el panorama es distinto. Los deportistas rusos apelaron al sentido olímpico y competitivo de los Juegos, y el COI atendió al llamado. Thomas Bach, presidente del Comité, ya anunció que los deportistas rusos y bielorrusos serían recibidos en las justas olímpicas de París 2024.
Una decisión que caló hondo en Ucrania y sus aliados, que amenazan con sabotear los juegos el próximo año, mientras el COI defiende sus intenciones de ver la máxima reunión del deporte como una oportunidad para dirimir diferencias. Unos “juegos globales” que sean una oportunidad para no vivir en guerra.
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Los rusos sin bandera que deambularon por el mundo
La exclusión de Rusia en el deporte mundial fue a todos los niveles y en muchas disciplinas. Las pocas que aceptaron atletas provenientes de esta nación prohibieron, por indicaciones del COI, el uso de cualquier símbolo nacional. En el fútbol, por ejemplo, la FIFA fue certera. La selección nacional, que debía disputar el repechaje al Mundial de Catar 2022, fue eliminada sin posibilidad de jugar su partido. Y en todas las competiciones europeas, la UEFA excluyó a los clubes rusos, que además perdieron el reconocimiento de su liga local.
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Wimbledon también optó por tomar la misma medida y no permitió que los rusos compitieran en el grand slam inglés del año pasado. Una medida criticada por los entes rectores del tenis, la WTA y la ATP, que aseguraron: “Creemos que la decisión unilateral tomada por Wimbledon es injusta y tiene el potencial para sentar un precedente peligroso en el deporte. La discriminación por nacionalidad constituye una violación de nuestras reglas, que explican que la entrada de un jugador a un torneo se basa en su escalafón”.
Coincidencia o ironía, la campeona ese año de la rama femenina fue Yelena Rybákina, que nació en Moscú, pero que representa a Kazajistán. Un golpe inesperado para el All England Club, los organizadores de Wimbledon.
Así, vetados del deporte mundial, los pocos rusos que pudieron seguir compitiendo lo hicieron como hijos de una tierra negada. Parias, sin bandera, ni nación. Discriminados por su nacionalidad y excluidos por una guerra de la que no eran responsables. Robert Shwartzman, subcampeón de la Fórmula 2, segunda división de la carrera de automovilismo más importante del mundo (la F1), es un buen ejemplo, pues ante el veto de la Federación Internacional, decidió competir representando a Israel, su segunda nacionalidad.
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El olvido a los deportistas rusos motivó al COI a dar vuelta a su decisión. Cumplido el aniversario de la guerra, el regreso de los deportistas de esta nación al ciclo olímpico es prácticamente un hecho. Sin embargo, es una polémica latente y el debate no parará hasta que lleguen las justas, amenazadas de ser saboteadas por aquellos que se oponen a las intenciones rusas y a su invasión a Ucrania.
“Paremos la guerra absurda”: COI
El debate por la posición del COI ante el regreso de los deportistas rusos se encendió desde que inició el 2023. Mientras el comité ruso celebra la nueva postura del Comité, Ucrania y sus aliados han pegado el grito en el cielo.
El Comité Olímpico no da su brazo a torcer. De hecho, esta semana, en medio del aniversario de la guerra, sacaron un comunicado en el que afirmaron que ven las justas como una oportunidad de conciliación en medio de las diferencias alentadas por el espíritu olímpico.
“En los Juegos Olímpicos, deportistas de 206 comités olímpicos nacionales diferentes conviven en paz en la Villa Olímpica. Los esfuerzos de consolidación de la paz necesitan diálogo. Una competición con deportistas que respetan la Carta Olímpica puede servir de catalizador para el diálogo, que es siempre un primer paso para alcanzar la paz. Unidos en este espíritu olímpico, en este doloroso primer aniversario todo el Movimiento Olímpico reitera el llamamiento que hicimos hace un año a los líderes políticos del mundo: dad una oportunidad a la paz”.
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El COI, a pesar de su decisión de reintegrar a los rusos al ciclo olímpico, explicó que sigue condenando la guerra: “(Condenamos) esta guerra sin sentido en los términos más enérgicos desde el día de la invasión. Sin que se vislumbre el final de los combates tras un año de derramamiento de sangre, el COI reitera su condena de la guerra en Ucrania, que constituye una flagrante violación de la Tregua Olímpica que estaba en vigor en aquel momento, y de la Carta Olímpica. Por este motivo, el COI sancionó a los Estados y Gobiernos ruso y bielorruso, únicos responsables de esta guerra, de una forma sin precedentes: ningún acontecimiento deportivo internacional organizado en Rusia y Bielorrusia; ninguna bandera, himno u otro símbolo nacional desplegados (en competiciones deportivas); y ningún funcionario gubernamental o estatal acreditado para ningún acontecimiento deportivo internacional”.
Ucrania no es indiferente a esta postura. En su comunicado, el COI alentó al comité de este país a presentar un equipo fuerte para París 2024, pero los ucranianos ya amenazaron con no ir a los juegos y sabotear la cita olímpica si van los rusos. Una amenaza que no es ligera, pues ya hay una postura firmada por 35 países —Estados Unidos, Australia y Alemania, incluidos— que apoyan a Ucrania en sus intenciones de “boicot”.
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Queda poco más de un año para París, y ya pasó uno de la guerra, que no para y todavía puede dictar sentencia, como lo ha hecho, en el futuro de los deportistas rusos, que, aun muchos adeptos del gobierno de Vladimir Putin, han sido víctimas olvidadas de esta guerra.
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