El paraíso prometido de Luisa Blanco: la colombiana que competirá con Simone Biles
Será la primera gimnasta de nuestro país en una final olímpica. En entrevista para El Espectador, la joven atleta habló de la prueba, que será la más importante de su carrera.
Fernando Camilo Garzón
Enviado especial a París
Una lágrima corrió la tinta en el diario de Luisa Blanco. Esa mañana, el día de la competencia en la que consiguió su cupo a la final en la gimnasia artística de los Juegos Olímpicos 2024, con su puño y letra escribió unas palabras que recordaría más tarde, con la tarea conseguida: “Este día no define tu carrera, recuerda disfrutarlo y ser feliz”.
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Una lágrima corrió la tinta en el diario de Luisa Blanco. Esa mañana, el día de la competencia en la que consiguió su cupo a la final en la gimnasia artística de los Juegos Olímpicos 2024, con su puño y letra escribió unas palabras que recordaría más tarde, con la tarea conseguida: “Este día no define tu carrera, recuerda disfrutarlo y ser feliz”.
Llegó a la pista sonriente, aunque segundos antes de salir a escena, tras bambalinas, los párpados le temblaban cuando cerraba los ojos. Con un suspiro intentaba parar los nervios y silenciosa, en medio del estruendo que había en la arena, intentaba recordar sus palabras por el miedo de tener el olimpo ante sus ojos. Era el paraíso que tantas veces se había prometido y que ahora, real, había dejado de ser algo imposible.
Cuando llegó su momento, empezó la faena. Fue de esos instantes en los que basta con dejar de pensar: “Me preparé toda la vida para vivir ese momento. Pensaba: si son muchísimas más las veces en las que lo he hecho bien, que las que lo he hecho mal; solo debo concentrarme en hacer lo que sé hacer. Con esa mentalidad entré a competir, tenía la convicción de que debía concentrarme en mí”. Primero, con una carrera veloz, cortó la distancia que la separaba del potro. No fue lo que esperaba, pero ante la cámara siempre mostró su sonrisa. Empezó de menos a más: en las barras paralelas sacó un buen puntaje y en la barra de equilibrio evitó una caída que habría significado el adiós del sueño olímpico. En el suelo, la última oportunidad, marcó el mejor puntaje de su rotación, la calificación definitiva que le dio el cupo a la final de la gimnasia artística en todos los aparatos.
No le importaba, confesó. Se enteró después, cuando los periodistas le notificaron que se iba a meter a la final. “¿Qué siente?”, le preguntaron. “¡Ni siquiera sabía!”, respondió con los ojos abiertos de par en par y una mano apoyada en la clavícula. “No vine pensando en el resultado. Estaba feliz de participar. Mi sueño era estar en unos Juegos Olímpicos”. Para Colombia, el solo hecho de haber logrado el cupo era importante. Sin embargo, llegar a la final era algo inédito. En hombres, Jossimar Calvo lo logró en Río 2016, cuando, en todos los aparatos, entró entre los 24 mejores. En mujeres, no obstante, eso no había sucedido.
Debajo de la promesa, la de disfrutar el día, en el diario estaba el recuerdo de su mamá. “Recordar a los que te trajeron hasta acá”, escribió la gimnasta. “Le he agradecido toda la vida por sacarnos adelante. Ella dejó Colombia buscando lo mejor para nuestra familia y nos dio todo lo que nos podía dar. Siempre he competido por ella y me alegra el corazón que pueda verme en este escenario, así no esté acá en París conmigo, sé que está pendiente y feliz por mí”.
De hecho, Luisa Blanco empezó en la gimnasia intentando ser como su mamá, que era su heroína. Gimnasta de joven, aunque nunca llegó a competir, la niña imitaba a su mamá y le decía que quería ser como ella. Así llegó al coliseo del World Olympic Gymnastics Academy (WOGA) y empezó a entrenar en la escuela de Valeri Liukin —campeón olímpico que se formó en el mismo centro de entrenamiento al que la colombiana llegó siendo una niña de siete años—.
Aunque algunos lo pongan en duda, a Luisa Blanco no le importa decir, y repetir, que representar a Colombia nunca estuvo en duda. Cuando llegó el momento, después de una carrera brillante en la Universidad de Alabama, en la que es figura, la joven gimnasta tomó la oportunidad de ir por la clasificación olímpica llevando la bandera colombiana: “Crecí con la influencia de mis padres en casa y siempre quise representar a este hermoso país. Mis recuerdos de infancia siempre los he relacionado con las historias que me contaba mi mamá sobre su tierra y yo tenía esa aspiración de traer hasta acá la bandera”.
Luisa Blanco es consciente del lugar en el que está, compitiendo con las que fueron y son sus modelos a seguir: “¿Quién me iba a decir que iba a estar en una prueba con Simone Biles? El solo hecho de hacer el calentamiento con ella ya me parecía increíble. Se me acercó y me dijo que lo disfrutara. Yo no podía creerlo: ¿Simone Biles sabe que existo?”.
Unas horas antes, porque la multicampeona olímpica estaba en el grupo anterior al de la colombiana, el estadio rugió con la descomunal actuación de la gimnasta, para muchos, una de las más influyentes de todos los tiempos. Estos Juegos han sido señalados como los Olímpicos de Simone Biles. Deberían haber sido los de Tokio 2020, pero la norteamericana se retiró de la competencia, alegando problemas de salud física y mental que le impidieron seguir adelante. Parecía retirada, pero volvió con la mentalidad de hacer historia en estas justas. Ya lleva una medalla de oro, en la prueba por equipos, y está determinada a conseguir una nueva en la final de todos los aparatos. Su máxima rival será la brasileña Rebecca Andrade, otra de las mejores del mundo. Y en esa fiesta habrá una colombiana..., como ella dice, ¡quién lo hubiese imaginado! El paraíso prometido de Luisa Blanco ya es una realidad.
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