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                                                                                                                                El resurgir de Santiago Giraldo

                                                                                                                                El mejor tenista colombiano de la historia le contó a El Espectador lo que hizo durante los cuatro meses que estuvo alejado de las canchas, tiempo en el que se reencontró consigo mismo, en el que recuperó las ganas de competir.

                                                                                                                                Camilo Amaya

                                                                                                                                El tenista risaraldense ocupa actualmente la casilla 231 del escalafón de la ATP. / Cortesía Match Tenis
                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Ese día, por fin, no hubo imposición, tampoco un plan, solo tranquilidad. Giraldo prendió su computadora, compró un tiquete al Caribe colombiano, empacó un par de cosas, uno que otro libro, le avisó a su familia que cada seis días se reportaría para no preocuparlos, y con el sosiego que da vivir a lo ligero, algo que nunca había podido hacer, comenzó un viaje de cuatro meses.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                “Me acuerdo de que uno de ellos me llevó a la fábrica de confecciones que tiene y me puse a hablar con los empleados. En plena competencia no te puedes dar el lujo de hacer eso porque el reloj apura”. Después vino otro viaje, ya no solo sino con compañeros que conoció en los lugares que hicieron las veces de hogar durante tantos años. Y fue a Palomino, en La Guajira, con un pintor de París, y pasó por Riohacha y el Cabo de la Vela en su travesía que tenía como destino final Punta Gallinas, el extremo más lejano del norte del país. Durmió en rancherías, en un chinchorro, con el arrullo del viento, con el movimiento pausado que hace que los párpados pesen, y mucho. “Cuando era niño veía a gente mochilera y soñaba en que algún día ese sería yo”.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                La lucha interna ya no parece ser tan radical, pues la vanidad y el ego han quedado relegados. Y por eso, aunque hay rabia, como es natural en cualquier persona, esta ya es efímera y no opaca lo que realmente es importante. “Hagamos un recuento: fueron nueve o diez psicólogos, tres psiquiatras, unos cuantos psicoanalistas y más cosas: que para calmar la hiperactividad, que la reestructuración cognitiva, y no sabía cuál era el problema, o mejor, no lo atacaba de raíz. Ahora me entiendo y me acepto con mis debilidades. Me respeto y por eso me siento diferente”.

                                                                                                                                Santiago no solo ha cambiado en su apariencia física (luce más flaco y eso lo hace ver más alto), también en la coordinación de sus palabras, y eso hace notar una convicción que quizá antes no se percibía con tanta facilidad. La obsesión y la monotonía son cosas del pasado. Al menos así lo transmite, y una forma de comprobarlo es que en este diálogo fue sincero al extremo, con un rostro sereno. Por ahora, Santiago Giraldo ya cumplió uno de los tantos nuevos objetivos: seguir escalando en el escalafón ATP (es el número 231). Y todavía le falta mucho por hacer.

                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                Correo: icamaya@elespectador.com

                                                                                                                                El tenista risaraldense ocupa actualmente la casilla 231 del escalafón de la ATP. / Cortesía Match Tenis
                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Ese día, por fin, no hubo imposición, tampoco un plan, solo tranquilidad. Giraldo prendió su computadora, compró un tiquete al Caribe colombiano, empacó un par de cosas, uno que otro libro, le avisó a su familia que cada seis días se reportaría para no preocuparlos, y con el sosiego que da vivir a lo ligero, algo que nunca había podido hacer, comenzó un viaje de cuatro meses.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                “Me acuerdo de que uno de ellos me llevó a la fábrica de confecciones que tiene y me puse a hablar con los empleados. En plena competencia no te puedes dar el lujo de hacer eso porque el reloj apura”. Después vino otro viaje, ya no solo sino con compañeros que conoció en los lugares que hicieron las veces de hogar durante tantos años. Y fue a Palomino, en La Guajira, con un pintor de París, y pasó por Riohacha y el Cabo de la Vela en su travesía que tenía como destino final Punta Gallinas, el extremo más lejano del norte del país. Durmió en rancherías, en un chinchorro, con el arrullo del viento, con el movimiento pausado que hace que los párpados pesen, y mucho. “Cuando era niño veía a gente mochilera y soñaba en que algún día ese sería yo”.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                La lucha interna ya no parece ser tan radical, pues la vanidad y el ego han quedado relegados. Y por eso, aunque hay rabia, como es natural en cualquier persona, esta ya es efímera y no opaca lo que realmente es importante. “Hagamos un recuento: fueron nueve o diez psicólogos, tres psiquiatras, unos cuantos psicoanalistas y más cosas: que para calmar la hiperactividad, que la reestructuración cognitiva, y no sabía cuál era el problema, o mejor, no lo atacaba de raíz. Ahora me entiendo y me acepto con mis debilidades. Me respeto y por eso me siento diferente”.

                                                                                                                                Santiago no solo ha cambiado en su apariencia física (luce más flaco y eso lo hace ver más alto), también en la coordinación de sus palabras, y eso hace notar una convicción que quizá antes no se percibía con tanta facilidad. La obsesión y la monotonía son cosas del pasado. Al menos así lo transmite, y una forma de comprobarlo es que en este diálogo fue sincero al extremo, con un rostro sereno. Por ahora, Santiago Giraldo ya cumplió uno de los tantos nuevos objetivos: seguir escalando en el escalafón ATP (es el número 231). Y todavía le falta mucho por hacer.

                                                                                                                                No ad for you

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