El sueño olímpico de las hermanas Galindo
Con temperamentos bien diferentes, estas hermanas bogotanas se complementan perfectamente dentro de la cancha. Andrea y Claudia Trabajan fuerte con el técnico César Arregocés para clasificar a las justas de Río 2016.
Jesús Miguel de la Hoz
En los Juegos Bolivarianos de Playa, en Perú, las voleibolistas Andrea y Claudia Galindo iniciaron esta semana su camino rumbo a los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro 2016, el logro que tienen pendiente en su carrera deportiva.
Son una pareja dispareja. Al menos esa es la impresión que inicialmente dejan las hermanas Galindo, dupla número uno del voleibol playa en Colombia. Pero no es porque no se entiendan o no se lleven bien, si no porque Andrea y Claudia son dos mundos opuestos que cuando se encuentran en una cancha de arena de 16x8 metros se conectan de manera perfecta, así como los dos conceptos del taoísmo que exponen la dualidad de todo lo existente en el universo (el yin y el yang), lo que hace que sus cualidades en el juego exploten y cada una complemente a la otra.
Andrea, la mayor y la más hiperactiva, responde las preguntas muy enérgica. En su voz se siente la pasión, es una mujer impulsiva y dice lo que piensa, sin filtros. Explica que cuando era niña entrenaba en la liga de baloncesto y un técnico le pidió que fuera a un torneo de voleibol, razón por la cual le tocó inclinarse por este deporte.
Y es que esa energía que la caracteriza llevó a su mamá, Nelly Rodríguez, a meterla a todo curso vacacional gratuito que encontraba, por lo que además practicó fútbol, béisbol y atletismo. El objetivo de Nelly era claro, que Andrea llegara cansada a la casa y no molestara.
Claudia es un poco más tranquila, aunque por momentos parece ansiosa y algo impaciente. También dice las cosas como son, sin pelos en la lengua. “A los seis años empecé a practicar gimnasia, pero a los ocho por mi estatura no pude continuar porque no realizaba los movimientos tan armónicos, así que hubo la posibilidad de buscar otras disciplinas. Los deportes de contacto nunca me han gustado y como Andrea ya estaba entrenando voleibol, me metí y lo curioso es que la elasticidad y la flexibilidad que aprendí en la gimnasia, me sirvieron. Pero a los 18 me aburrí del voleibol de piso y dejé de jugarlo, pero por una amiga llegué al de playa y me gustó”, afirma la bogotana con una sonrisa en su rostro.
Las hermanas no comenzaron jugando como pareja y por ser de carácter tan diferente, cada una era la última opción para la otra. Pero en 2006 el destino les cambió los planes: un embarazo y un viaje a Estados Unidos de quienes eran sus coequiperas en el momento, Teresa y Karim, fue el motivo para que las hermanas Galindo se unieran y arrasaran en un torneo nacional.
Cuando se tutean es que están peleando y cuando se hablan de usted, es porque están bien. Eso lo explica mejor su entrenador, César Arregocés: “Cuando Claudia está callada está en la máxima expresión del disgusto, todo su cuerpo deja de funcionar. Y cuando Andrea voltea las manos y comienza a parpadear rápidamente es que está entrando en shock, así que cuando las dos están en ese punto de estrés a mí me dan ganas de irme para la tribuna y esconderme”.
El técnico, quien en los últimos años ha compartido con las Galindo más que cualquier otra persona, cuenta cuál ha sido su secreto para mantenerse vigentes. “Empezamos con algunas diferencias, pero fueron estas las que fortalecieron esta unión. Bien dicen que lo que no te mata te hace más fuerte y con ellas fue así, porque cada día nos fuimos llenando de ganas y de orgullo por hacer las cosas bien”.
Llevan nueve años dominando este deporte en el país, pero su camino no ha sido fácil. Siestas en una banca en pleno centro de Santiago de Chile, un paseo por las favelas en Río de Janeiro, caminatas interminables en China, hospedajes en hostales incómodos por todo el mundo e inclusive aguantarse un francés loco en Polonia, resumen lo que las hermanas han soportado por el voley playa. César, con una sonrisa picara, sentencia: “Los sueños sólo los cumplen los locos”.
Como para Pambelé fueron los puños y la rapidez para esquivarlos; para Édgar Rentería el poder con el bate y la agilidad con el guante; o para El Pibe Valderrama la visión de juego, para las hermanas Galindo lo son los bloqueos, el ataque y la ubicación del balón. Sin embargo, a pesar de todos los éxitos nacionales e internacionales que han conseguido, aún tienen una cuenta pendiente: representar al país en los Juegos Olímpicos.
Esa será su única meta durante los próximos meses, en los que participarán en varios torneos selectivos, pues los cupos por Suramérica, para Río 2016, son limitados.
Aunque existe la posibilidad que el sueño sea esquivo, las hermanas Galindo ya son historia viviente en el voleibol de playa en el país. Su palmarés se valorará más con el paso de los años, así como el gol de James Rodríguez en los octavos de final de la Copa del Mundo contra Uruguay. A pesar de sus locuras y peleas dentro de las canchas, estas hermanas y su entrenador tienen una confianza y una unión inquebrantable. Llevan nueve años en lo más alto del voleibol nacional y por su disciplina, gallardía y aguante seguro durarán un par de temporadas más.
En los Juegos Bolivarianos de Playa, en Perú, las voleibolistas Andrea y Claudia Galindo iniciaron esta semana su camino rumbo a los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro 2016, el logro que tienen pendiente en su carrera deportiva.
Son una pareja dispareja. Al menos esa es la impresión que inicialmente dejan las hermanas Galindo, dupla número uno del voleibol playa en Colombia. Pero no es porque no se entiendan o no se lleven bien, si no porque Andrea y Claudia son dos mundos opuestos que cuando se encuentran en una cancha de arena de 16x8 metros se conectan de manera perfecta, así como los dos conceptos del taoísmo que exponen la dualidad de todo lo existente en el universo (el yin y el yang), lo que hace que sus cualidades en el juego exploten y cada una complemente a la otra.
Andrea, la mayor y la más hiperactiva, responde las preguntas muy enérgica. En su voz se siente la pasión, es una mujer impulsiva y dice lo que piensa, sin filtros. Explica que cuando era niña entrenaba en la liga de baloncesto y un técnico le pidió que fuera a un torneo de voleibol, razón por la cual le tocó inclinarse por este deporte.
Y es que esa energía que la caracteriza llevó a su mamá, Nelly Rodríguez, a meterla a todo curso vacacional gratuito que encontraba, por lo que además practicó fútbol, béisbol y atletismo. El objetivo de Nelly era claro, que Andrea llegara cansada a la casa y no molestara.
Claudia es un poco más tranquila, aunque por momentos parece ansiosa y algo impaciente. También dice las cosas como son, sin pelos en la lengua. “A los seis años empecé a practicar gimnasia, pero a los ocho por mi estatura no pude continuar porque no realizaba los movimientos tan armónicos, así que hubo la posibilidad de buscar otras disciplinas. Los deportes de contacto nunca me han gustado y como Andrea ya estaba entrenando voleibol, me metí y lo curioso es que la elasticidad y la flexibilidad que aprendí en la gimnasia, me sirvieron. Pero a los 18 me aburrí del voleibol de piso y dejé de jugarlo, pero por una amiga llegué al de playa y me gustó”, afirma la bogotana con una sonrisa en su rostro.
Las hermanas no comenzaron jugando como pareja y por ser de carácter tan diferente, cada una era la última opción para la otra. Pero en 2006 el destino les cambió los planes: un embarazo y un viaje a Estados Unidos de quienes eran sus coequiperas en el momento, Teresa y Karim, fue el motivo para que las hermanas Galindo se unieran y arrasaran en un torneo nacional.
Cuando se tutean es que están peleando y cuando se hablan de usted, es porque están bien. Eso lo explica mejor su entrenador, César Arregocés: “Cuando Claudia está callada está en la máxima expresión del disgusto, todo su cuerpo deja de funcionar. Y cuando Andrea voltea las manos y comienza a parpadear rápidamente es que está entrando en shock, así que cuando las dos están en ese punto de estrés a mí me dan ganas de irme para la tribuna y esconderme”.
El técnico, quien en los últimos años ha compartido con las Galindo más que cualquier otra persona, cuenta cuál ha sido su secreto para mantenerse vigentes. “Empezamos con algunas diferencias, pero fueron estas las que fortalecieron esta unión. Bien dicen que lo que no te mata te hace más fuerte y con ellas fue así, porque cada día nos fuimos llenando de ganas y de orgullo por hacer las cosas bien”.
Llevan nueve años dominando este deporte en el país, pero su camino no ha sido fácil. Siestas en una banca en pleno centro de Santiago de Chile, un paseo por las favelas en Río de Janeiro, caminatas interminables en China, hospedajes en hostales incómodos por todo el mundo e inclusive aguantarse un francés loco en Polonia, resumen lo que las hermanas han soportado por el voley playa. César, con una sonrisa picara, sentencia: “Los sueños sólo los cumplen los locos”.
Como para Pambelé fueron los puños y la rapidez para esquivarlos; para Édgar Rentería el poder con el bate y la agilidad con el guante; o para El Pibe Valderrama la visión de juego, para las hermanas Galindo lo son los bloqueos, el ataque y la ubicación del balón. Sin embargo, a pesar de todos los éxitos nacionales e internacionales que han conseguido, aún tienen una cuenta pendiente: representar al país en los Juegos Olímpicos.
Esa será su única meta durante los próximos meses, en los que participarán en varios torneos selectivos, pues los cupos por Suramérica, para Río 2016, son limitados.
Aunque existe la posibilidad que el sueño sea esquivo, las hermanas Galindo ya son historia viviente en el voleibol de playa en el país. Su palmarés se valorará más con el paso de los años, así como el gol de James Rodríguez en los octavos de final de la Copa del Mundo contra Uruguay. A pesar de sus locuras y peleas dentro de las canchas, estas hermanas y su entrenador tienen una confianza y una unión inquebrantable. Llevan nueve años en lo más alto del voleibol nacional y por su disciplina, gallardía y aguante seguro durarán un par de temporadas más.